Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030 fijados por la ONU, cada año se necesitarán miles de millones de dólares en inversiones, ayudas y gastos de los estados.
Aunque las estimaciones varían, un informe de la ONU —del 2014— sugiere que solo para mejoras en la infraestructura las inversiones deberán ascender a $7.000 millones.
Pero sea cual sea la cifra final, estas sumas van mucho más allá de los recursos disponibles por parte de los gobiernos, por lo que los líderes que trabajan para implementar los 17 ODS esperan que los sectores bancarios nacionales proporcionen gran parte de la financiación.
Se trata de una expectativa razonable. En los mercados emergentes, los bancos tienen activos estimados en más de $50.000 millones, lo que significa que podrían impactar drásticamente en la forma en que se financia el desarrollo sostenible.
Sin embargo, por el momento muchos prestamistas no tienen la capacidad de evaluar adecuadamente los riesgos financieros, ambientales, sociales y los relacionados con la gobernabilidad que se asocian con este tipo de proyectos.
Si la comunidad internacional logra cumplir con las metas establecidas por los ODS, será necesario reforzar las buenas prácticas de finanzas sostenibles.
Afortunadamente, el trabajo conjunto ya está produciendo resultados. En mayo del 2012, los reguladores bancarios de diez países le pidieron ayuda a mi organización, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), para crear la Red Bancaria Sostenible (SBN, por sus siglas en inglés) para financiar iniciativas que sean “más ecológicas, ambientalmente amigables y socialmente inclusivas”.
Desde su creación, la red ha crecido para incluir a 34 países, que suman $42.600 millones en activos bancarios, lo que equivale a más del 85% del total de activos bancarios de los mercados emergentes.
Impacto medible
Hoy en día, el SBN conecta reguladores, banqueros y agencias en las economías emergentes con el fin de mejorar las prácticas de financiamiento para proyectos de sostenibilidad. Estos esfuerzos son totalmente voluntarios, y ya están teniendo un impacto medible.
Por ejemplo, en el 2016, el SBN se convirtió en un socio clave del Grupo de Estudio de Finanzas Verdes del G20, lo que ayudó a promover la agenda mundial de “finanzas verdes” del bloque y impulsó la importancia de la gestión del riesgo ambiental en los sistemas financieros.
Por otra parte, muchas de las economías más grandes de la red han desarrollado políticas para el financiamiento sostenible que están en línea con las mejores prácticas internacionales.
En conjunto, estos esfuerzos están motivando a los reguladores de los países miembros y no miembros para que intensifiquen su apoyo en préstamos socialmente consecuentes.""
Para mantener este impulso, el SBN necesita herramientas que midan el progreso con precisión, razón por la cual el IFC acaba de lanzar su primer Informe Anual de Progreso Mundial de SBN.
El marco de medición del informe, diseñado para realizar un seguimiento de la adopción y el impacto de las políticas por parte de las organizaciones miembros y los Estados, fue desarrollado y acordado por todos los participantes del SBN, con el apoyo del IFC.
Esto representa un importante consenso mundial y abre nuevas rutas para el análisis del sector financiero.
En el informe, ocho países del SBN (Bangladesh, Brasil, China, Colombia, Indonesia, Mongolia, Nigeria y Vietnam) recibieron altas calificaciones en la faceta de innovación. Las reformas en estos países incluyeron la introducción de programas de monitoreo transparentes y a gran escala, y nuevas normativas que requieren que los bancos incluyan las evaluaciones de riesgos ambientales y sociales en sus procesos de toma de decisiones.
Estos países también introdujeron incentivos de mercado para atraer a los bancos para que financien más proyectos ambientales.
Ideas y lecciones
Una de las motivaciones para compilar un informe anual es documentar ideas y lecciones aprendidas y así ayudar a los sectores bancarios en reformas más productivas. En este sentido, el IFC considera este informe inaugural en gran medida como un plan para acelerar y agilizar el cambio.
Falta mucho trabajo por hacer para mejorar las prácticas de financiamiento sostenible en las economías emergentes de todo el mundo. Por ejemplo, el SBN se centra en ayudar a los países en desarrollo a aprovechar oportunidades de inversión relacionadas con el clima, las cuales se estiman que tienen un valor aproximado de $23.000 millones.
La red también está trabajando para acelerar el crecimiento en el mercado de bonos verdes, lo que ayudaría a impulsar otras partes del sistema financiero mundial para que participen en la planificación y las iniciativas.
Aún así, los miembros del SBN tienen mucho que celebrar. En apenas cinco años, la organización ha pasado de ser una idea ambiciosa a una red de reguladores, banqueros, políticos y organizaciones internacionales de desarrollo comprometidos.
Como he señalado antes, con el apoyo de la SBN, los países comprometidos con la construcción de mejores marcos de financiación están materializando sus ideas.
Erradicar la pobreza, proteger el planeta y construir un futuro más equitativo para la humanidad —las metas generales de los ODS— será algo costoso. Pero con la implementación de los marcos financieros correctos y con nuevas formas de medir el progreso, las inversiones que hacemos hoy en día no necesitan ser demasiado costosas.
Ethiopis Tafara es vicepresidente de Riesgos Corporativos y Sostenibilidad, y asesor general de la Corporación Financiera Internacional.© Project Syndicate 1995–2018