La sociedad y el mundo han cambiado, todos los sistemas en su conjunto se han visto inmersos en una tormenta que ha traído grandes retos en tiempos complejos de gran incertidumbre.
Es en estos momentos de transformación donde nacen nuevos paradigmas y donde se requiere una reflexión responsable de parte de los diferentes sectores sociales para atender e impulsar las personas y grupos políticos que estén a la altura de los desafíos que enfrentamos como sociedad.
El camino no es sencillo y las estadísticas nada alentadoras, porque detrás de ese 25% de desempleo y de ese casi 75% de costarricenses que no respaldan al gobierno, miles de familias en el país se encuentran en condiciones críticas, producto del giro que ha dado la economía en estos últimos nueve meses.
Ante esta situación y ante los escenarios electorales que ya se iniciarán en enero, abogo por la responsabilidad de los partidos políticos por ofrecer al electorado costarricense, personas con la capacidad y las actitudes para asumir el poder.
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Hablo de ahuyentar la retórica barata y las palabras bonitas pero nada operativas, que en muchos casos son contrarias a las intereses y derechos de la ciudadanía. Subestimar la inteligencia del electorado es uno de los errores más recurrentes en la gestión política y el país no da, para más de eso.
No da para más ironías, ni dobles discursos, ni para que unos cuantos quieran jugar de vivos. No da para más amiguismo, ni clientelismo político, ni arreglos por debajo de la mesa. Pero tampoco da para serrucharle el piso a aquellas personas que sí tienen la madera y las agallas para gobernar. Esas son los que me interesan y las que le exijo a los partidos políticos que llamen a primera fila en la próxima contienda electoral.
De cara al famoso bicentenario nos toca poner las barbas en remojo, o remojarle la cara a más de uno que con gran cinismo y mediocridad ni siquiera son capaces de rendir cuentas sobre su papel y protagonismo en la toma de decisiones políticas y económicas. Es hora de exigirle a la clase política e influyente del país mayor coherencia con los desafíos que enfrentamos. Necesitamos liderazgos que tengan un balance entre sus capacidades y el ejercicio del poder, es decir, necesitamos figuras capaces de trabajar en este entorno y con circunstancias tan complejas como las que estamos enfrentando en el país.
Ya no se trata de ningún ungido y cuidado con querer jugárnosla con un “outsider” que no tenga claro una visión de desarrollo para el país. El próximo proceso electoral debería contar con equipos interdisciplinarios y figuras políticas que desde la contienda sepan presentar y defender la idoneidad de los equipos de trabajo.
Si bien es cierto que la imagen de los líderes ejerce un impacto en el voto, muchos partidos políticos se prestan de tapadera de políticos que no cuentan con las capacidades, ni mucho menos con el liderazgo para dirigir un país en un sistema presidencialista como el nuestro.
Aunque hay una tendencia en la política, de la personalización del liderazgo, la época de caudillos y de resolver los problemas a dedo desde el escritorio, ya pasó en Costa Rica. Hoy requerimos no solo la voluntad de gestionar y gobernar al país, sino también de competencia, firmeza y carácter para decir las cosas de frente, defender un proyecto país y tener la energía para fortalecer la cohesión social e inspirar a todos los sectores para luchar por la reconstrucción de la nación.
Nos hace falta una política transparente, pero sobre todo valiente. Sin políticos independientes y con juicio propio, las democracias pueden ser socavadas por el populismo, el oportunismo y la inestabilidad económica, política y social.
Parafraseando a George Washington, espero que nosotros como sociedad podamos aprender de la experiencia y como electores acuñar sabiduría para los próximos comicios.
Somos la mayoría quienes elegimos a unos cuantos para que en gran medida determinen las condiciones, reglas del juego y las políticas públicas que marcarán el futuro del país.
La comunicación como herramienta de gestión política
Que lástima que el “diálogo” y la “escucha” se hayan prostituido tanto, perjudicando desde su conceptualización y fuerza política y social, que lástima que se utilicen demagógicamente para callar las voces disonantes y críticas de una sociedad que cada vez está acumulando más malestar hacia sus gobernantes.
La comunicación política es por excelencia un proceso dinámico que permite generar vínculo con la ciudadanía a partir de la coordinación y la colaboración interna de los actores gubernamentales en el ejercicio del poder y la constante rendición de cuentas a los ciudadanos.
En este nuevo paradigma político, quien lidere y convoque en pro de una visión de país, deberá marcar el norte con una gestión eficiente de la comunicación. Sin poses, ni narrativas vacías, al contrario, con un liderazgo que estén dispuesto a rendir honor a la coherencia entre lo que dice y lo que hace, para que renazca la confianza, la credibilidad y la legitimidad.
He de señalar que la indiferencia hacia la política ha sido uno de los elementos más descuidados en cuanto a la relación entre los ciudadanos y la política, llegando al extremo de que algunos gobernantes han declarado públicamente, que poco les importan los porcentajes de respaldo o de rechazo por parte de la ciudadanía. Lo cual, más que vergonzoso, es una verdadera amenaza que reta al poder ciudadano a hacerse escuchar por otras vías.
El problema en ese sentido, es la falta de respeto a la ciudadanía y a la atención de sus demandas. Por ejemplo, según la última encuesta de opinión pública del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR), el desempleo, la situación económica y la mala gestión del gobierno son las principales preocupaciones ciudadanas. Sin embargo, el gobierno apuesta por dar cero respuesta y atención a estas demandas y se ocupa de otros temas igual de importantes, pero sin explicar a la ciudadanía la correlación de estos o el por qué de la priorización de esa agenda política.
Por ahora nos queda exigir control político, activar las bases de los partidos y sobre todo exigirles que, en la próxima contienda electoral, nos presenten personas con el liderazgo, la voluntad y la valentía para hacer frente a la reestructuración del Estado y a la integración de una sociedad que mucho daño se le ha hecho con la polarización y la fragmentación que les permitió a unos cuantos oportunistas llegar al poder.
Es tiempo de transformación, que esta época de pandemia nos sirva para reflexionar y aprender, como dijo Nelson Mandela… “debemos usar el tiempo sabiamente y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien”.