Cuando el 25 de julio de 1824, las autoridades, élites y representantes de distintos grupos sociales de Nicoya y Santa Cruz firmaron la agregación a Costa Rica, al menos cinco eran las condiciones que posibilitaron la alianza, impulsada por las élites. Estas eran: la relativa estabilidad política, infraestructura propicia para exportar, buenas posibilidades de comercio exterior, redes de comercio interno convenientes y perspectivas de acceso al numerario.
Si bien el acta del cabildo abierto, tan celebrado como efeméride, es solo el retrato de un momento simbólico, que requirió de una negociación política más amplia en el espacio y el tiempo (solo la Federación Centroamericana podía ratificar la decisión de Nicoya y Santa Cruz), su texto es una puerta abierta al pasado para comprender la complejidad del momento. En efecto: por más que el lema guanacasteco rece “de la Patria por nuestra voluntad”, lo cierto es que el proceso de unión no estuvo libre de conflicto. Pero veamos los cinco aspectos promotores de la agregación.
Relativa estabilidad política
En 1824 Costa Rica ofrecía a Nicoya un panorama más alentador que el que ofrecía el Estado de Nicaragua, al cual el Partido de Nicoya pertenecía en ese momento. Recordemos que el Partido de Nicoya estaba integrado en ese entonces por tres poblaciones principales: Villa Guanacaste (hoy Liberia), Nicoya y Santa Cruz. En esas ciudades operaban cuatro cabildos: uno en Villa Guanacaste, otro en Santa Cruz y dos en Nicoya: el cabildo de los ladinos y el de los principales o indígenas.
Si bien Costa Rica apenas se reorganizaba tras la guerra de 1823, que derivó en que San José le arrebatara la capital a Cartago, existía una sola junta gubernativa y se estaba redactando una constitución. En Nicaragua, en cambio, las tensiones políticas habían derivado en un enfrentamiento armado entre varias poblaciones, cada una con una junta de gobierno que reclamaba supremacía sobre las otras, y sumía al Estado en anarquía.
En ese clima, las élites de Nicoya y Santa Cruz, integrada por familias de diversos apellidos —los Briceño, los Viales, los Gutiérrez, entre otros— vieron oportuno responder favorablemente a la invitación de Costa Rica para establecer una alianza con un Estado que, a diferencia de Nicaragua, no amenazara con impuestos, y contribución de armas y hombres, el financiamiento de una guerra. Esto implicaba una ruptura con lazos históricos de familia y negocios, pues gran parte de los pobladores del Partido tenían las raíces de su árbol genealógico en Villa Nicaragua (Rivas).
Sin embargo, esta misma condición posibilitó el conflicto en los cabildos: los pobladores de Villa Guanacaste optaron en 1824 por rechazar la vinculación a Costa Rica, y del mismo parecer eran algunos santacruceños, liderados por Justo Arrieta, quien llegaría a ser alcalde de Santa Cruz en 1826. Aún así, y no sin tensiones, a lo largo de la década, la agudización del conflicto político y militar en Nicaragua fue propiciando el acercamiento a Costa Rica de aquellos que, en un principio, se habían opuesto a la agregación.
Infraestructura y comercio
En el acta del 25 de julio se menciona la importancia de Puntarenas como un punto a favor de la unión a Costa Rica. No era para menos. En ese momento Puntarenas representaba para Nicoya la puerta abierta al mundo, desde donde exportaba carne salada a las minas del Chocó, en Colombia, y a otros mercados el palo brasil, una materia prima necesaria para teñir telas de un color marrón, y que tenía gran demanda en Suramérica y Europa.
Por décadas, el ganado y sus productos, como la carne y el sebo, habían sido el principal producto de exportación nicoyana a Nicaragua y Costa Rica, sin embargo, el ciclo ganadero había decaído, y los comerciantes volcaban su mirada a mercados novedosos, cuyo primer escalón pasaba por el puerto clave del pacífico costarricense.
Desde Costa Rica, Nicoya recibía dulce y especialmente tabaco. En el acta del 25 de julio, por ejemplo, se menciona la importancia de reestablecer en Santa Cruz y Nicoya las tercenas de tabaco. Estas eran una especie de ventas controladas por el estado. Nicoya y Santa Cruz pidieron a Costa Rica que, de agregarse a dicho estado, su gobierno permitiera que el dinero de las tercenas sirviera para solventar las numerosas necesidades de Nicoya, especialmente la educación.
Progreso y moneda
Otro de los argumentos, que se notan en el acta, es subrayar el “progreso” costarricense, y que podría relacionarse con el reciente descubrimiento de minas de oro en los Montes del Aguacate. Dicha explotación minera sustentaba la solicitud del gobierno costarricense a la Federación para que permitieran erigir una Casa de la Moneda, que favoreciera mayor circulación de numerario, en tiempos en los que este era un bien escaso.
Todas estas consideraciones pueden verse en las preocupaciones de los firmantes, cuya decisión requirió de muchas otras ratificaciones y negociaciones, pero que sin duda abrieron aquel 25 de julio un período que, con el tiempo, cambió la geografía, la historia y enriqueció las identidades costarricenses, y sin duda alguna la economía nacional.
El autor es periodista, cuentacuentos y escritor.
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