La historia de nuestro país está marcada por el desarrollo en el campo eléctrico, producto de una cadena de aciertos y decisiones que –muy lejos de la improvisación– fueron trazando la ruta del progreso para los costarricenses.
Entre 1897 y 1915 la generación eléctrica ocurría a partir de las plantas hidroeléctricas Río Segundo y la Joya, las cuales cumplían el fin único de iluminar gran parte de Heredia; para entonces Thomas Edison ya había inventado el bombillo. El empuje y la visión de heredianos como Alfredo González y Braulio Morales hicieron que esto fuera posible.
El uso de la electricidad para labores domésticas e industriales aún no había llegado a Costa Rica. Ya avanzado el siglo XIX, jóvenes ingenieros como Jorge Manuel Dengo, Carlos Corrales, Federico Baltodano, Oscar Kadet, Edgar Ugalde y German Herrera culminaron la construcción de la planta hidroeléctrica Carrillos.
Coincidentemente, en aquel momento el presidente de la República José Figueres Ferrer se aprestaba a suscribir un contrato con una transnacional norteamericana que se encargaría de desarrollar el sistema eléctrico del país. Sin embargo, al darse cuenta de la inventiva de aquellos jóvenes ingenieros, desistió de su intención inicial y confío en estas nuevas promesas que sentaron las bases del sistema eléctrico nacional.
De Jorge Manuel Dengo supe que, con unos trazos sobre una hoja de papel, Figueres les ordenó construir la línea eléctrica que iría de Panamá a Nicaragua y la que se extendería desde Limón hasta Puntarenas, dando origen a lo que hoy conocemos como el sistema interconectado nacional. Así, podemos afirmar que "el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) nació en Heredia”, tal y como lo dijo en alguna ocasión Jorge Manuel Dengo.
Han pasado 70 años y vemos los frutos de la obra: el desarrollo hizo que pasáramos de la economía agrícola a la industrial; los motores dejaron atrás a mulas y bueyes; el país se transformó; el ICE retó a la academia, la cual creó escuelas especializadas, formó profesionales –muchos hoy aún sirven a la institución– y dio empleo a tres generaciones de costarricenses.
En siete décadas ha habido cambios sustanciales. La fuerza humana para perforar montañas, desviar ríos, escalar cerros y colocar líneas en las alturas se ha fortalecido con tecnología e innovación. Esta entidad es emblema de conquistas sociales, por ejemplo en el tema de equidad de género, pues ha permitido que miles de mujeres formen parte de su fuerza laboral en diversas áreas.
Hoy, en uno de los momentos más críticos desde su fundación, el ICE es dirigido por una mujer, la ingeniera Irene Cañas, quien ha demostrado un estilo de liderazgo basado en la transparencia y con el carácter que se requiere para tomar las decisiones que definan la nueva ruta del Instituto. Los nuevos retos y desafíos son mayúsculos.
Tarifas eléctricas
La apertura del mercado de las telecomunicaciones ha llevado a esta institución a una dura competencia, donde la lucha no la ha hecho palidecer. Hemos visto sus esfuerzos por mantener en alto su oferta y consolidar su mercado.
En cuanto al sector eléctrico, hay un permanente debate en torno al precio de la electricidad y claros indicios de la reducción de la demanda nacional de energía eléctrica, no advertida por quienes debían hacerlo desde el propio ICE.
Para muestra, un botón: el Sol, con su oferta infinita y los paneles solares, representa una competencia superior. ¿Quién puede pelear contra el astro rey?
Además, la tecnología de ahorro energético instalada en los dispositivos de uso doméstico, la huida del país de procesos industriales altos en consumo, el gas natural y la generación distribuida son realidades que no existían en 1949.
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Dijimos en una oportunidad, desde la Cámara de Empresas de Distribución de Energía y Telecomunicaciones (Cedet), y mantenemos la propuesta, que el Centro Nacional de Control de Energía (Cence) debe ser dirigido por una empresa nacional de naturaleza pública descentralizada del ICE; este rol debe salir de manos del Instituto, que ya finalizó su trabajo. Hoy es la sociedad civil la que debe decidir sobre estos temas.
Es importante aclarar que mejorar la regulación del servicio eléctrico no es privatizar el mercado; al contrario, significa fortalecer el rol y participación del Estado, para que las actividades económicas marchen con más fuerza en la dirección de mayor bienestar para nuestra sociedad. Nadie piensa en privatizar el mercado eléctrico; eso sería un suicidio para un sector consolidado en 70 años de historia.
El ICE debe apuntalarse y fortalecerse para enfrentar con eficacia las transformaciones en el mundo actual. Desde esa trinchera se deben liderar los cambios para el uso eficiente de fuentes renovables y un replanteamiento del sistema tarifario que estimule la llegada de nuevas empresas al país y contribuya a aliviar el alto costo de la vida. Los gremios deben ser también promotores de estos cambios y sumarse a la modernidad del sector eléctrico.
Por casi cuatro décadas he estado en el sector eléctrico como gerente de la Empresa de Servicios Públicos de Heredia (ESPH); apoyo y confío en la disposición de la presidenta ejecutiva del Instituto para dirigir el avance en las propuestas de actualización del ICE. Estoy seguro de que impactará positivamente al sector eléctrico.