El Financiero ha brindado una importante cobertura a los procesos de adhesión de Costa Rica a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y a la Alianza del Pacífico (AP). En su edición del 6 al 12 de enero, de nuevo informa sobre los mismos bajo el título “Gobierno se mantiene lejos de la Alianza del Pacífico”.
En esta ocasión se comete una imprecisión la cual deseo esclarecer, y a la vez plantear algunas reflexiones sobre la importancia de ambos procesos y el costo de oportunidad que hemos perdido con la decisión de la administración Solís-Rivera de paralizar el proceso de adhesión a la Alianza del Pacífico.
En relación con la OCDE, el reportaje remite el origen del proceso de adhesión de Costa Rica a dicha organización a una administración equivocada. Fue mi gobierno el que en octubre del 2010, inició el acercamiento a la misma con el objetivo de avanzar hacia una posible adhesión, y el que en junio del 2012 comunicó formalmente a la OCDE nuestro interés de adherirnos.
A partir de ese momento, llevamos a cabo un trabajo meticuloso de acercamiento con los miembros de la organización en la búsqueda de apoyo político e iniciamos una activa labor de participación en diversos foros y grupos de trabajo.
En ese proceso, jugó un papel fundamental la visita a nuestro país del entonces Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, durante la cual conseguimos su apoyo público a las aspiraciones de adhesión de Costa Rica.
El intenso trabajo que realizamos dio los frutos esperados. En mayo de 2013 la OCDE acordó trabajar estrechamente con Costa Rica, con miras a preparar al país para iniciar negociaciones de adhesión en mayo del 2015, como finalmente sucedió. Debo reconocer el compromiso que con este proceso sostuvo la presente administración, especialmente el Ministerio de Comercio Exterior, al que le ha correspondido la coordinación del mismo.
El ingreso a la OCDE es el proyecto país de mediano plazo de más relevancia para la modernización de nuestras instituciones y la mejora de la calidad de nuestras políticas públicas. Esta membresía se convertirá en una especie de “sello de calidad” y contribuirá a fortalecer la confianza en nuestro país, en un momento en el que las naciones desarrolladas del norte promueven políticas que buscan repatriar inversiones que han estado radicadas en naciones como la nuestra.
Parálisis
Desafortunadamente, no ocurrió lo mismo con la Alianza del Pacífico en tanto el banderazo de salida que en su momento consiguió mi administración para iniciar el proceso de adhesión a la misma, fue abruptamente frenado por el actual gobierno.
El esfuerzo lo habíamos iniciado desde finales del 2011 mediante contactos con representantes ministeriales de los cuatro países fundadores -México, Colombia, Perú y Chile-, y ya para marzo del 2012, en reunión que sostuve con los presidentes de estos países durante la III Cumbre de la AP, logramos la condición de país observador.
En mayo del 2013, durante la VII Cumbre de la AP, se firmó el compromiso de iniciar el proceso de aceptación de Costa Rica a la organización y conformamos un grupo de trabajo para negociar los términos y condiciones de nuestro ingreso. Este gesto de aceptación fue de un gran valor político, dado que Costa Rica era el primer país al que los cuatro fundadores estaban dispuestos a abrirle las puertas de la AP para integrarle como Estado miembro; gesto que fue desaprovechado cuando la Administración Solís-Rivera decidió frenar el proceso que se iniciaba.
Según aduce el Sr. Ministro en las declaraciones que cita el mencionado reportaje, decidieron escoger entre la AP y la OECD y se quedaron con la segunda, “por criterios de prudencia política, de conveniencia y oportunidad…”.
Ante ello debo indicar que el ingreso a ambas organizaciones fue concebido como parte de un mismo proceso dirigido a consolidar nuestra hoja de ruta hacia un desarrollo más sólido, competitivo, solidario y responsable.
Así como la OCDE se convertiría en un sello de calidad para nuestras políticas públicas, así mismo, la AP nos adhería al más grande, serio y ambicioso proceso de integración de nuestra región. Un bloque comercial que agrupa a países cuyas economías juntas representan la octava economía del mundo, con los cuales hemos suscrito acuerdos comerciales y con los que compartimos convicciones en temas de democracia y estado de derecho.
En un momento en que el mundo vive desafortunadas tendencias desintegradoras, la AP constituye una oportunidad hacia la que todos miran y de la que ambicionan ser parte, como lo han conseguido recientemente en la modalidad de Estados Asociados países como Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Singapur.
Confío en que el próximo gobierno no sólo logre culminar con la adhesión de nuestro país a la OCDE, sino también recuperar el tiempo y las oportunidades perdidas en el proceso de adhesión a la AP. Ambas adhesiones resultan necesarias a nuestro desarrollo, del mismo modo que resultan indispensables dos alas para alcanzar el vuelo.