Cambridge. Sea cual fuere el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, una propuesta que probablemente continuará con vida es la introducción de un impuesto a las transacciones financieras (ITF). Si bien de ninguna forma es una idea alocada, un ITF no llega a ser la panacea que sus defensores de la izquierda dura sostienen que es. Sin duda, es un sustituto deficiente de una reforma fiscal profunda destinada a lograr que el sistema sea más simple, más transparente y más progresivo.
A medida que envejece la sociedad estadounidense y la desigualdad dentro del país empeora, y si se supone que las tasas de interés sobre la deuda nacional aumentarán con el tiempo, los impuestos deberán subir, urgentemente para los ricos, pero también algún día para la clase media. No hay una varita mágica, y la idea políticamente conveniente de un impuesto “Robin Hood” a las transacciones en bolsa está siendo promocionado de manera exagerada.
Es cierto, un número de países avanzados ya recurre a un tipo u otro de impuestos a las transacciones (ITF). El Reino Unido ha tenido un “impuesto de sello” a la venta de acciones durante siglos, y EE. UU. tuvo uno desde el año 1914 hasta el 1964. La Unión Europea considera en sus mesas de trabajo un plan polémico que gravaría una gama mucho más amplia de transacciones.
La campaña presidencial del senador estadounidense Bernie Sanders, que domina el debate intelectual en el Partido Demócrata, ha abogado a favor de un impuesto de base amplia que abarca acciones, bonos e instrumentos derivados (que incluyen una amplia gama de instrumentos más complejos, tales como las opciones y los swaps ). El argumento que se esgrime es que un impuesto de este tipo ayudará a reprimir las fuerzas que condujeron a la crisis financiera, recaudará una cantidad surrealista de ingresos para pagar por causas progresistas, y apenas afectará a los contribuyentes de clase media.
Hasta el momento, Hillary Clinton ha adoptado una versión más estrecha que tendría como objetivo principalmente los corredores de bolsa de alta frecuencia, quienes dan cuenta de un gran porcentaje de todas las transacciones de acciones, y cuya contribución al bienestar social es discutible. Clinton, sin embargo, bien puede desplazarse más cerca de la posición de Sanders con el tiempo, tal como lo ha hecho en otros asuntos.
Donald Trump, el probable candidato republicano, aún no ha articulado una posición coherente sobre el tema, pero sus puntos de vista a menudo llegan a ser notablemente similares a los de Sanders.
La idea de gravar las transacciones financieras se remonta a John Maynard Keynes en la década de 1930 y fue considerada por el profesor de Yale y premio Nobel James Tobin (quien, cabe mencionar, fue mi profesor de pregrado) en la década de 1970. La idea, en palabras de Tobin, era “echar arena en las ruedas” de los mercados financieros para aminorar su velocidad y hacer que construyan sus caminos más cerca de los fundamentos económicos.
Lamentablemente, esta lógica no se mantuvo particularmente bien, ni en teoría ni en la práctica. La idea que está especialmente equivocada es la que indica que los ITF hubieran sosegado significativamente el acrecentamiento de la crisis financiera del año 2008. Siglos de experiencia respecto a crisis financieras, incluso en países con impuestos a las transacciones financieras, insinúan fuertemente lo contrario.
Mayor regulación
Lo que realmente se necesita es una mejor regulación de los mercados financieros. La profundamente imperfecta y difícil de manejar ley Dodd Frank de 2010, con sus miles de páginas de disposiciones, es una medida provisional; pocas personas serias la ven como una solución a largo plazo. Es realmente una mejor idea forzar a las entidades financieras a emitir mucho más capital (acciones), tal como Anat Admati de la Universidad de Stanford propuso.
Cuanto se obliga a más bancos a evaluar los riesgos sobre la base de las pérdidas de los accionistas, en lugar de evaluarlos en base a los rescates del gobierno, el sistema estará más seguro.
El problema fundamental con los ITF es que son distorsionantes; por ejemplo, al reducir los precios de las acciones, los ITF hacen que captar capital sea más caro para las empresas. A largo plazo, esto reduce la productividad laboral y los salarios. Es cierto que todos los impuestos son distorsionantes, y es cierto que el gobierno tiene que recaudar dinero de alguna manera. Sin embargo, los economistas ven a los ITF como un tema especialmente problemático porque distorsionan la actividad de intermediación, lo que amplifica sus efectos. Un impuesto modesto que se direcciona de manera estrecha, tal como ocurre con el impuesto ITF en el Reino Unido, no parece causar mucho daño; pero, la cantidad de ingresos que genera es modesta.
Si se desea obtener mayores ingresos, se tiene que lanzar la red de recaudación sobre un ámbito más amplio. Es por esta razón que el plan de Sanders cubre los instrumentos derivados que eludirían los ITF (por ejemplo, al permitir que las personas realicen operaciones relativas a los flujos de ingresos sobre activos sin que se negocie la propiedad de dichos activos).
Sin embargo, extender el impuesto a los instrumentos derivados es un tema complicado, debido a que su complejidad hace que sea difícil definir con precisión lo que se debe gravar. Y, en la medida que el impacto de los impuestos se expanda, se hace difícil saber cuáles serán los efectos finales sobre la economía real.
Sin duda, es difícil determinar si las desproporcionadas estimaciones de ingresos de la campaña de Sanders podrían llegar a concretarse; muchos estudios sugieren lo contrario. La argumentación de Sanders indica que EE. UU. puede recaudar más de cinco veces la cantidad que recauda el Reino Unido mediante sus impuestos estrechamente direccionados, una cantidad equivalente a más del 10% de los ingresos provenientes del impuesto sobre la renta de las personas. El problema es que las transacciones de bolsa probablemente colapsen en muchas áreas, y muchas de las transacciones financieras se llevarán a cabo en otros países. Si el crecimiento económico se ve afectado, con el tiempo otros ingresos fiscales caerán, y si estos impuestos abarcan a los bonos gubernamentales, los costos de endeudamiento subirán.
EE. UU. necesita desesperadamente una reforma fiscal integral, lo ideal sería un impuesto progresivo sobre el consumo. En cualquier caso, un ITF diseñado de manera apropiada puede llegar a ser solamente una pequeña parte de una estrategia mucho más grande, ya sea una estrategia respecto a la reforma del sistema de impuestos o una relativa a la regulación de los mercados financieros.
*fue economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y es profesor de Economía y Política Pública en la Universidad de Harvard.
Copyright: Project Syndicate, 2016.