El 13 de septiembre, el gobierno chino aprobó planes para elevar la edad de jubilación obligatoria de 60 a 63 años para los hombres, de 55 a 58 años para las mujeres que cumplen trabajos no manuales y de 50 a 55 años para las mujeres obreras. Estos cambios, que se implementarán en etapas en los próximos 15 años, apuntan a mitigar los efectos del rápido envejecimiento de la población y del achicamiento del presupuesto para pensiones de China. Pero, después de dos décadas de inacción, esta reforma tan esperada no alcanza para cumplir con lo que el país necesita. Lo único que hace es patear una bomba de tiempo política hacia adelante para que la desactiven las generaciones futuras.
Las edades de retiro de China, entre las más bajas del mundo, se estipularon en 1955, cuando la edad mediana del país era 21 años y solo el 7% de su población tenía más de 60 años, y se mantuvieron vigentes incluso después de que China introdujera su política de un solo hijo en 1980. La promesa del gobierno de ocuparse de los ancianos adormeció a la gente.
Hace 25 años que vengo haciendo sonar la alarma sobre la crisis inminente de envejecimiento de China. En 2004, China Economic Weekly publicó mi artículo “¿Quién puede ocuparse de los ancianos de China?”. Sin embargo, a pesar de los profundos cambios demográficos de China, las autoridades del país se han mostrado reacias a elevar la edad de retiro.
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Los responsables de las políticas chinos siguen más preocupados por la superpoblación que por el envejecimiento. En 2012, los demógrafos del gobierno advirtieron que permitir que todas las parejas tuvieran dos hijos podía llevar la tasa de fertilidad por encima de 4,4 nacimientos por mujer. Cuando China finalmente implementó una política universal de dos hijos en 2016, las proyecciones oficiales sugirieron que la tasa de fertilidad alcanzaría un pico de 2,09 en 2018, que luego declinaría a 1,75 en 2023 y a 1,72 para 2050. A pesar de estas tendencias, China introdujo una política de tres hijos en 2021, impulsada por el temor de que abolir los controles de la población podría generar un boom de nacimientos reminiscente de los años 1950.
Asimismo, los líderes chinos temían que elevar la edad de retiro pudiera alimentar el desempleo. Más cerca en el tiempo, el Partido Comunista de China quiso minimizar el riesgo de un malestar de cara a su 20 Congreso Nacional en 2022, ya que las reformas de las pensiones suelen tener una carga política. Por ejemplo, la decisión de 2011 del Reino Unido de aumentar la edad de jubilación para las mujeres de 60 a 65 años provocó huelgas de casi dos millones de trabajadores del sector público.
Pero, aun en base a las cifras exageradas del gobierno, la tasa de fertilidad de China fue de apenas 1,5 nacimientos por mujer en 2018, muy por debajo de las proyecciones oficiales. En 2023, cayó a 1,0 con reportes de algunas provincias de tasas de 0,6, en un marcado contraste con el pronóstico oficial de 1,75.
Por su parte, la expectativa de vida de China aumentó de 47 años en 1955 a 79 años en 2022 (comparado con 77 en Estados Unidos). La cantidad de ciudadanos chinos de 60 años o más ha aumentado de 72 millones en 1980 a 282 millones en la actualidad, lo que representa el 21% de la población. Se espera que esta cifra alcance los 358 millones para 2030 y 475 millones -o 47% de la población total- para 2050.
En consecuencia, el gasto en pensiones de China subió de apenas el 1,5% del ingreso disponible de los hogares en 1990 al 12% en 2022. Hoy, casi un tercio de las provincias de China lidian con déficits de pensiones. En Heilongjiang, que tiene la tasa de fertilidad más baja y la población de más edad del país, los gastos en pensiones representan el 29% del ingreso disponible de los hogares, lo que obliga a las autoridades locales a depender de transferencias del gobierno central para cubrir el 43% de sus costos de pensiones. Considerando que la expectativa es que el fondo de pensiones nacional se quede sin dinero de acá a 2035, la perspectiva fiscal parece cada vez más sombría.
El sistema de pensiones de China también es profundamente injusto. En 2022, 21 millones de los 301 millones de jubilados del país eran empleados públicos, 115 millones eran trabajadores de empresas y 165 millones eran, principalmente, gente mayor de zonas rurales, cada uno de los cuales recibía una pensión promedio mensual de $907 (100 yuanes), $460 y $30, respectivamente. Ante la perspectiva de que su único hijo no pueda hacerse cargo de ellos, muchos ancianos de zonas rurales seguramente dependerán de la asistencia del gobierno.
La imposibilidad de China de enfrentar su crisis demográfica está en un marcado contraste con otros países que han tomado medidas importantes para abordar desafíos similares. A pesar de las protestas generalizadas, el Reino Unido aumentó la edad de pensiones estatales a 66 años y piensa llevarla a 68 años para 2044, mientras que algunos expertos predicen que hasta podría elevarla a 71 años. En Estados Unidos, la edad de retiro ya es de 67 años para quienes nacieron después de 1960.
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Afortunadamente, las alarmantes tendencias demográficas finalmente han llevado a las autoridades chinas a cambiar su foco de la sobrepoblación a la crisis de envejecimiento. Pero todavía parecen minimizar su gravedad, ya que las cifras demográficas oficiales -e inclusive las proyecciones de las Naciones Unidas- siguen siendo extremadamente exageradas.
Mis propias estimaciones sugieren que China tendrá problemas para estabilizar su tasa de fertilidad en 0,8. En tanto la fuerza laboral envejezca y se achique, el crecimiento económico se desacelerará y los ingresos gubernamentales sufrirán una merma, mientras que la creciente población de edad avanzada hará subir los costos de las pensiones.
Con una cantidad limitada de trabajadores que sostengan el sistema, ninguna maniobra política o contabilidad creativa podrá evitar la inminente crisis de las pensiones. En 1980, China tenía 11 trabajadores de 20 a 64 años por cada persona de 65 años o más. Desde entonces, esa proporción ha caído a 4,3 y se prevé que descienda a 2,0 para 2040 y a 1,5 para 2050.
En comparación, la proporción de Estados Unidos cayó de 5,2 en 1980 a 3,2 en la actualidad y se espera que alcance 2,6 para 2040 y 2,4 para 2050. En el Reino Unido, la tasa de dependencia ha caído de 3,7 a 2,9 desde 1980 y se proyecta que bajará a 2,4 en 2040 y a 2,2 en 2050. Frente a estos retos demográficos, China tendrá que seguir aumentando su edad de jubilación, lo que podría generar disturbios civiles e inestabilidad política.
Las mujeres cargan de forma desproporcionada con los costos de las tasas bajas de fertilidad y del envejecimiento de la población porque viven más que los hombres y, sin embargo, padecen más problemas de salud. Con pensiones demasiado bajas para cubrir sus necesidades básicas, muchas mujeres mayores se ven obligadas a seguir trabajando mucho después de la edad de retiro. Esto es evidente en Japón, donde la tasa de empleo de las mujeres de 60-64, 65-69 y 70-74 años ha aumentado del 38%, 23% y 14% en 2003 al 64%, 43% y 26% en 2023, respectivamente. Y es especialmente cierto en China, donde la desastrosa política de un solo hijo no solo privó a las mujeres del derecho de tener más hijos, sino que también condenó a muchas de ellas a la pobreza y a la precariedad en la vejez.
Yi Fuxian es analista sénior en la Universidad de Wisconsin-Madison y es el autor de Big Country with an Empty Nest (China Development Press, 2013).