¿Cuál ha sido la trayectoria del tipo de cambio en los últimos cuatro años? Esta es la pregunta que abordamos en un análisis publicado en esta edición. La respuesta es clara: en este período ha predominado la estabilidad del tipo de cambio.
El tipo de cambio ha sido estable, a pesar de que en este período el Banco Central de Costa Rica (BCCR) abandonó el sistema de las bandas cambiarias, y se pasó a un sistema de flotación administrada para la determinación del tipo de cambio.
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El discurso del BCCR se ha fundamentado en dos premisas. Primero, ha dicho que la política monetaria está basada en “metas de inflación”. Esto quiere decir que su objetivo es mantener la inflación dentro de cierto rango y que no tiene un objetivo en cuando al nivel del tipo de cambio.
Segundo, también nos ha dicho que pretende que el tipo de cambio se determine en el mercado de divisas y que solo interviene en este mercado para evitar grandes fluctuaciones, pero sin modificar la tendencia.
¿Y la credibilidad?
No obstante, la realidad de la actuación del BCCR es muy diferente a los enunciados de su discurso. Cuando se mira cuál es la conducta de esta institución en la realidad, nos enteramos que las dos premisas del discurso no concuerdan con la política monetaria y cambiaria ejecutada en la realidad.
Por el contrario, el Central ha mostrado que su único objetivo no es la inflación, en algunos momentos su conducta ha revelado que tiene un objetivo de tipo de cambio. Es decir, el Banco ha estado dispuesto a abandonar el objetivo de inflación para perseguir un objetivo de tipo de cambio.
Tampoco es cierto que la política cambiaria sea de flotación administrada. Más bien se trata de un tipo de cambio administrado por el BCCR. Un economista lo dijo muy gráficamente: la política cambiaria del Banco Central tiene mucho de “administración” y muy poco de “flotación”.
Esta contradicción entre discurso y realidad minan la credibilidad del Banco. Esto es lamentable, porque el mayor activo de un banco central es la credibilidad.
Esta contradicción no es nueva en el Banco Central de Costa Rica, pero se profundizó en los últimos cuatro años.
En EF no somos ingenuos y entendemos la complejidad de la política monetaria y cambiaria en Costa Rica. El tipo de cambio es una variable muy importante en una economía como la costarricense: pequeña y abierta a los flujos internacionales de comercio y de capital. Por lo tanto, el Central no se puede desentender del todo del tipo de cambio. Pero sería importante que dicha institución en vez de indicar que su única meta es la inflación, explicara explícitamente cómo va a priorizar sus objetivos entre ambas variables. Lo que está mal es que diga una cosa y luego haga lo contrario.
No hay transparencia
También entendemos las imperfecciones que tiene el mercado cambiario costarricense. El Banco tiene profunda desconfianza en el desempeño del mercado cambiario. Pero entonces ¿por qué anuncia en su discurso una política cambiaria en la cual el tipo de cambio será determinado fundamentalmente por el mercado?
No existe ninguna transparencia, ni rendición de cuentas en materia de intervención del BCCR en el mercado cambiario. El público desconoce cuáles son las reglas de intervención del Central.
El BCCR interviene en el mercado con propósitos de “estabilización”, pero también lo hace para la compra y venta de las divisas del sector público. Ambos tipos de intervención permiten amplios rangos de manejo del tipo de cambio que pueden afectar la tendencia del mercado.
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Hay cierta bipolaridad en la conducta del Banco en cuanto a la política cambiaria en estos cuatro años.
Por un lado, el Central ha propiciado un tipo de cambio “cuasi” fijo, lo cual conduce a la dolarización del sistema financiero. Pero por otro lado, se queja y se muestra “preocupado” del grado de dolarización de los depósitos y el crédito del sistema financiero. ¿Estará enterado el BCCR de que su misma política cambiaria es una de las principales causas de la dolarización financiera?
En conclusión, la próxima administración del Banco Central tendrá el reto de buscar la coherencia entre el discurso y la realidad de su política monetaria y cambiaria.