Diferencias erosionadas al vaivén de la historia... Las divisiones ideológicas izquierda y derecha nacen con la revolución francesa. Los que aprobaban el derecho de veto del rey en la Asamblea Constituyente, se pusieron a la derecha del monarca y quienes lo rechazaban, se colocaron a su izquierda.
Pasada la revolución, esta oposición se manifestó entre los cercanos al pueblo, sentados en la parte alta de la asamblea, lejos del poder; mientras que los Girondinos, cercanos al rey, ubicados en la parte baja del recinto.
Ya en el siglo XIX, la polarización tomará otras formas, como la contradicción entre el trabajo y el capital. La revolución rusa (1917), hizo más claro este enfrentamiento binario con la eliminación de los medios de producción privados y su socialización, gestionando la economía con planificación centralizada, y la sociedad desde un partido único.
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Tradicionalmente, las derechas se vinculan con valores como orden, seguridad, tradición y rechazo a reformas bruscas. Entre igualdad y fraternidad, prefieren privilegiar la libertad individualista.
Por su parte, las izquierdas se identifican con igualdad, fraternidad, cambio, rebeldía contra la arbitrariedad de los poderes y contra privilegios de nacimiento y riqueza.
En el siglo XX, la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el viraje de China al socialismo de mercado, dos capitalismos de estado, destrozaron la conceptualización decimonónica. Rusia no persigue más el espejismo del comunismo y Pekín, aunque mantiene la denominación comunista, se liberó de la planificación central y cedió a los mecanismos de mercado.
Así como al suelo lo modelan el viento, la lluvia y los seres vivos, entre otros elementos, la globalización sentó las bases para una suerte de erosión de las oposiciones ideológicas y sus respectivas diferencias, produciendo nuevos alineamientos políticos.
Globalistas y nacionalistas
Encontramos a los globalistas, ardientes defensores de un mundo plano y homogéneo y a sus contrarios, quienes particularmente en Europa, levantan las banderas del nacionalismo y el soberanismo, frente a los esfuerzos integradores de la UE y la porosidad de las fronteras.
El nacionalismo cuestiona división de poderes y libertades fundamentales en nombre de identidades sociológicas, tratando de construir democracias iliberales en algunos países, como Polonia y Hungría.
Identidad contra libertades políticas es el centro de esta contradicción, el pueblo difuso contra el ciudadano titular de derechos.
El populismo enfrentado a las élites cuestiona la democracia desde la izquierda o la derecha, partiendo de la idea simplista de un pueblo homogéneo y bueno, frente a élites perversas enemigas de derechos colectivos. Esta ideología reduccionista ha sido capaz, sin embargo, de rediseñar los sistemas políticos en muchas partes del mundo, más allá de las ideologías tradicionales.
El principal adalid de la globalización, EE. UU., toma distancia y cae en proteccionismo aislacionista, patriotismo económico y unilateralismo, dejando a China como el campeón de la mundialización.
Desde otros ámbitos, surgen también divisiones en torno al cambio climático y al negacionismo de este, generando movimientos políticos particularmente en Europa. Trump, por su parte, apartándose de la Convención del Cambio Climático, define una fractura político-ideológica mundial.
Llegados a este punto, es preciso detenerse en la división izquierda derecha que acaba de explotar en las últimas elecciones europeas. En las pasadas elecciones presidenciales francesas, tanto la derecha tradicional como la izquierda socialista, se derrumbaron ante el nuevo partido del presidente Macron. Tal desplome se confirma en las elecciones al parlamento europeo, donde la extrema derecha soberanista y euroescéptica llega en primer lugar y los Verdes en tercera posición, mientras que socialistas y derecha clásica se derrumban.
Erosión ideológica
En Alemania, cae la socialdemocracia y los Verdes ocupan el segundo lugar. La erosión ideológica además es alentada por contradicciones de tipo religioso, que no se traducen únicamente a las contradicciones entre Occidente y el Islam, sino en una resurgencia de confrontaciones en el mundo laico, sobre la separación iglesia Estado en los EE. UU. y América Latina, consecuencia del vigoroso desarrollo de los grupos evangélicos y con profundas consecuencias políticas.
El fenómeno religioso se inserta en discusiones de tipo bioético que tienen autonomía, tales como aborto, temática LGTBIQ y fertilización in vitro, que ocupan la cuestión en la esfera pública, definen identidades políticas, forman parte de las agendas partidarias y de los procesos electorales.
El debilitamiento de la clase obrera industrial en las sociedades desarrolladas y la aparición de nuevas clases trabajadoras en el sector servicios, con reivindicaciones sociopolíticas desconocidas, dibujan asimismo un paisaje diverso.
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Es el caso de los EE. UU., donde la clase trabajadora blanca, tradicional aliada del partido demócrata, pasa del lado del nativismo de Trump en la búsqueda de validar sus propias demandas.
Desigualdades socioeconómicas, globalización, nacionalismos, etnicidad, migraciones, religión, controversias bioéticas, cambio climático forman parte del menú de la deliberación política, interactuando en oposición y convergencia, de manera transversal y fluctuante. La redefinición como constante.
Muy a pesar de que las desigualdades crecientes suministran material para su vigencia relativa, la contraposición simplista izquierda derecha pareciera ser cosa del pasado. Las identidades políticas se definen en nuevas arenas ideológicas y las líneas volátiles de alineamiento político, sólidas en el pasado, ceden hoy ante el nomadismo de los votantes con múltiples y cambiantes puntos de referencia.
Los nuevos tiempos exigen la revisión constante de las definiciones por parte de los actores políticos. Hoy no es tan fácil como ubicarse públicamente a la derecha o la izquierda del monarca. La nuestra es una época de desorden internacional y cambio vertiginoso. ¿Pueden entonces usarse las mismas fórmulas y alineamientos del pasado?
La lectura de un contexto ideológico impreciso y desdibujado, apunta a que seguir haciendo lo mismo, llevará eventualmente a la desaparición del escenario político.