El rol de los intelectuales ha sido determinante en la prevalencia de discursos e ideologías que conducen a políticas ruinosas para América Latina, habiendo contribuido a que en algunos países se hayan destruido los fundamentos de su éxito, como en su momento fue el surgimiento del peronismo o la teoría de la dependencia, uno, hijo malogrado del fascismo y el otro, del marxismo.
Álvaro García Linera, vicepresidente de Evo Morales, admitió en el 2014: “Lo que ha sucedido en América Latina es una apropiación social de la democracia —por parte de la izquierda— como el espacio propicio para la hegemonía entendida en el sentido “gramsciano” del liderazgo intelectual, cultural, ideológico y político”.
Para entender el fenómeno populista, nos recuerdan Kaiser y Álvarez (El Engaño Populista. Ariel 2016), es importante saber que este se sirve de todo un lenguaje y un aparataje intelectual para destruir la libertad, extender el tamaño del Estado, arruinar sus economías, corromper el pensamiento y hacer aceptable su proyecto de control total del poder: Es la construcción de la hegemonía cultural de que hablaba García Minera, parafraseando a Antonio Gramsci.
Louis Althusser es igualmente explícito: “En la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras también son armas, explosivos, calmantes y venenos.”"
George Orwell explicó que el lenguaje, especialmente el político, era la herramienta más efectiva para manipular las mentes de las masas. Los peores crímenes suelen ser defendidos, cambiando las palabras, con las cuales se les describe para hacerlas más digeribles: “interrupción del embarazo”, en vez de aborto; “autonomía sexual”, para despenalizar la pedofilia.
Se atribuye a Orwell haber dicho alguna vez que hay ideas tan absurdas, que solo un intelectual es capaz de crearlas.
Joseph Schumpeter nos recuerda que las masas —y los políticos— no desarrollan ideas propias, sino que siguen aquellas puestas de moda por los intelectuales y estos en general son hostiles al capitalismo, porque va en su interés el activarse en contra de él y dinamitar su legitimidad.
Abona F. Hayek: “El socialismo nunca fue producto de la clase obrera, sino de élites intelectuales que pasaron mucho tiempo teorizando y difundiendo las ideas, hasta que estas fueron cada vez más aceptadas por la clase obrera”.
Intelectuales dañinos
El diario venezolano El Universal publicó en el 2013 una larga lista de los principales asesores intelectuales de Hugo Chávez y de su “Socialismo del siglo XXI”. Destacan Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique y propagandista del régimen; Martha Harnecker, marxista chilena cercanísima a Fidel Castro en aquel entonces, así como Juan Carlos Monedero e István Mészáros.
Monedero, politólogo, cofundador de Podemos, asesor —bien pagado— de Chávez por varios años, fue el autor de Empresas de producción social: instrumento para el socialismo del siglo XXI. Caracas 2006, que él llamó “una apuesta que nace en la Venezuela bolivariana y revolucionaria para impulsar el rumbo del socialismo del siglo XXI”, y que inspiró en gran medida los avances chavistas para destruir la propiedad privada y el régimen de libertades.
Esta obra sería luego madre nutricia de algunos políticos y sindicalistas nuestros que quisieron hacer aprobar el polémico proyecto de Ley de Economía Social Solidaria (ESS), promovida con recursos del Banco Popular, en tanto controlaban su llamada Asamblea de Trabajadores y Trabajadoras.
Mención especial merece Mészáros, por mucho, el más influyente. Marxista húngaro afincado en la Universidad de Sussex, Inglaterra, admirado y seguido por muchos progress boys criollos, autor del libro: El desafío y la carga del tiempo histórico. El socialismo en el siglo XXI, a quién en el 2008 Hugo Chávez le hizo entrega del Premio Libertador al Pensamiento Crítico.
A todos ellos se aplica el dramático reconocimiento del filósofo de la ciencia más importante del siglo XX, Karl Popper, cuando dijo: “Nosotros los intelectuales hemos hecho el más terrible daño durante miles de años. Los asesinatos en masa a nombre de una idea, de una doctrina, una teoría o una religión, fueron obra nuestra, de los intelectuales.”
Cuando analizamos la historia iberoamericana y vemos cómo ideologías tan evidentemente falsas, grotescas y criminales han tenido tanto éxito en gente educada, solo podemos concluir que los intelectuales, lejos de ser una garantía para nuestro progreso, son sus principales enemigos.
Así —nos recuerdan Kaiser y Álvarez—, el llamado socialismo del siglo XXI, y el populismo resultante no es más que la misma mitología antiimperialista, antiliberal, proteccionista y marxista que llevó a América Latina a la miseria y al conflicto durante buena parte de siglo XX y XXI.
Los intelectuales que lo han apoyado —parafraseando a Kaiser y Álvarez— son por tanto responsables del desastre humanitario, democrático, cultural y económico en que se encuentran nuestros países.