La retirada de Estados Unidos de Afganistán deja un vacío en Asia Central, que indefectiblemente será ocupado por otros.
Pakistán, santuario de los talibanes, resulta favorecido con la victoria. La inestabilidad les beneficia aumentando su influencia sobre el nuevo régimen de Kabul, aunque la radicalización islamista pondría en peligro su amistad con China, necesitada de armonía para el avance de sus proyectos la Franja y la Ruta, por tierras pakistaníes.
India, rival de Pakistán, ve el triunfo con aprensión, teme que Afganistán se transforme en una base de operaciones en su contra; mientras que Irán, a pesar de diferencias religiosas (chiitas/sunitas) se regocija por la derrota norteamericana, reconoce a los talibanes y la necesidad de diálogo puesto que tiene millones de inmigrantes afganos en su territorio.
Rusia es clave, su principal preocupación es la extensión del islamismo yihadista a los llamados estados postsoviéticos -Turkemenistán, Tayikistán, Uzbekistán y Kirgistán-, Moscú ve Asia Central como su zona de influencia y se define garante de la seguridad regional. Con sentido práctico, mantiene conversaciones con los talibanes.
China comparte las ansiedades rusas por inestabilidad, considerando a los talibanes terroristas, aunque recientemente recibió a sus representantes en Pekín. Aparte de preocupaciones geopolíticas, a los chinos les inquieta la posible extensión del islamismo, utilizando su frontera común con Afganistán para fortalecer a los uigures musulmanes en Xinjiang.
La preocupación rusa es el terrorismo mientras que, para los chinos, el interés principal es económico, inversión y protección de activos. India y Pakistán inscriben su antagonismo previo en la nueva situación.
Las estrategias hacia el nuevo régimen aún se dirimen, pero parece que cada quien hará lo propio para que la guerra civil afgana no se extienda por Asia a consecuencia de la retirada occidental.