Newport Bearh. Hace dos años, el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, decidió abrir el acceso a las patentes de su empresa a todo el mundo, una jugada completamente opuesta al comportamiento competitivo tradicional. ¿Por qué regalaría una empresa a sus rivales los diseños y la tecnología que tanto le costó conseguir?
Se piense lo que se piense de Musk, hay que apreciar su coraje. Está reescribiendo las reglas empresariales basándose en su creencia de que el éxito de Tesla depende del de la totalidad del mercado de automóviles eléctricos y que los intereses comerciales de su empresa son inseparables de los de la sociedad.
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Esta estrategia no convencional de Musk podría cambiar completamente a industrias enteras, en beneficio de todos. Si las patentes abiertas de Tesla logran acercar a otros jugadores al sector, podrían transformar lo que hoy es un producto de nicho en un fenómeno de mercado masivo, un cambio que haría avanzar significativamente la lucha contra el cambio climático.
No tiene sentido preguntar si Musk está tratando de combatir el cambio climático o simplemente de ganar dinero; está haciendo ambas cosas. Además, es exactamente este tipo de capitalismo orientado al bien público el que se exigirá a las empresas exitosas del futuro.
Vivimos en una era de enormes transformaciones, en la cual centrarse solo en los resultados financieros a corto plazo es una receta para la extinción, y ocuparse de las necesidades de la sociedad resulta completamente compatible con la rentabilidad a largo plazo. Aunque esto puede parecer poco convencional en la actualidad, el tiempo demostrará que los pioneros están en lo cierto. En los próximos años, las empresas exitosas tomarán la delantera para buscar soluciones a los desafíos de desarrollo más urgentes de nuestra época: desde la pobreza y las enfermedades hasta el cambio climático.
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Pensemos en M-KOPA, una empresa keniana que instala equipos de energía solar y cobra a través de teléfonos móviles. Con electricidad a precios menores que los de la iluminación con kerosén –la alternativa para sus clientes– M-KOPA ha provisto energía solar a más de 330.000 hogares de bajos ingresos en Kenia, Uganda y Tanzania. Cada día se agregan 500 hogares más.
Dejar de usar el kerosén tiene un impacto enorme sobre las vidas de los clientes de M-KOPA, la salud de sus hijos y el medio ambiente. Pero no se puede considerar a la empresa como una organización de beneficencia: se estima que sus ingresos llegarán a los 60 millones de USD en 2016, con un aumento del 400 % en tan solo dos años.
Tenemos otro ejemplo en Perú, donde más de 30 instituciones financieras eligieron una vía que tampoco es convencional para lograr rentabilidad, trabajando juntas para implementar Modelo Perú, una plataforma que brinda servicios financieros digitales.
En el Perú, las transacciones en efectivo eran la norma. Las empresas participantes decidieron que todas se beneficiarían con una plataforma nacional única de pagos móviles, y trabajaron con el Gobierno y cuatro empresas de telecomunicaciones para construirla. Actualmente, la cantidad de peruanos con acceso a servicios financieros asequibles se ha ampliado significativamente y las instituciones detrás del proyecto han ganado acceso a un conjunto consumidores mucho mayor del que tendrían si cada una hubiese desarrollado una plataforma digital independiente.
Mi propia organización, la International Finance Corporation, también conoce el valor de reescribir las normas. En 2006 presentamos estándares de desempeño para ayudar a nuestros clientes a mitigar riesgos aplicando principios ambientales y sociales (AyS) y avanzando en el liderazgo del sector privado en el desarrollo responsable.
Inicialmente otras instituciones financieras se mostraron escépticas frente a nuestro enfoque; consideraban que aplicar estándares estrictos indudablemente nos haría perder negocios y ganancias. En unos pocos años, sin embargo, los principales bancos y las instituciones de desarrollo se unieron para establecer los Principios de Ecuador, basados en nuestros estándares AyS.
Hoy día, nuestros estándares se aplican al financiamiento de proyectos en todo el mundo y han ayudado a igualar las oportunidades en la industria bancaria. Además, a través de la Red de Banca Sostenible –una asociación de bancos centrales, reguladores y asociaciones del sector financiero– estamos ayudando a los países a desarrollar políticas nacionales para impulsar las finanzas verdes. Y vemos una creciente demanda por este tipo de conocimientos, tanto desde los gobiernos como desde el sector privado.
El mundo tiene el impulso –y los medios– para crear un mercado masivo de finanzas sostenibles, en el cual las decisiones de inversión se rijan tanto por los principios AyS y los criterios de buena gobernanza como por la solvencia. Las empresas que han firmado los principios de la ONU de inversión responsable administran 60.000 millones de USD en activos.
Un creciente número de empresas reconoce que la fórmula del éxito hoy día incluye poner el foco en las necesidades sociales apremiantes. Como descubrió Musk, el truco está en atender a esas necesidades de manera rentable y sostenible en el largo plazo y luego, cuando se identifica una solución de negocios beneficiosa, trabajar conjuntamente para facilitar su implementación a gran escala. Con la voluntad de desafiar los preconceptos y cambiar las percepciones convencionales, podemos cambiar el mundo para mejor.