Al iniciarse el siglo, los occidentales creyeron en la globalización feliz y apostaron por la expansión infinita de la democracia liberal, el libre comercio y la economía de mercado sin regulaciones.
Hoy, el mundo aparece comprometido en una Guerra Fría 2.0 y en el preludio de una Tercera Guerra Mundial. El yihadismo no se extingue y el enfrentamiento en Gaza no termina. La guerra de Ucrania amenaza con quebrar las relaciones transatlánticas y Estados Unidos se aleja de sus aliados. El fin de la historia no llegó y la rivalidad entre potencias es el principal rasgo de las relaciones internacionales.
Frente a China, Estados Unidos trata de conservar su hegemonía y globalmente vacila entre el aislacionismo y el expansionismo. Las guerras comerciales se multiplican y Europa sufre de estancamiento económico y por aranceles.
La Unión Europea (UE) se ve amenazada por el neoimperialismo de un nuevo zar a quien una victoria en Ucrania potenciaría su deseo de adquisición territorial en Europa del Este, los países bálticos y Cáucaso sur.
El 14 de febrero no fue un día de San Valentín para Estados Unidos y Europa. En la conferencia de Múnich, el vicepresidente Vance no habló de seguridad, sino de guerras culturales y acusó a los europeos de ser el principal enemigo de sí mismos. Además, él y Elon Musk se inmiscuyeron en las elecciones alemanas mostrando simpatías con AfD, el partido ultraderechista de orígenes y espíritu nazi.
El triunfador de estas elecciones, Friedrich Merz, partidario de las relaciones transatlánticas, reaccionó, señalando que Alemania estaba enfrentada al reto de independizarse de Estados Unidos. Atrás empieza a quedar la teoría del paraguas atómico protector, el supuesto que ante un ataque ruso Estados Unidos protegería a Europa.
Las inseguridades, generadas por Vance y el injerencismo de Musk, se vieron reforzadas con el acercamiento telefónico entre Donald Trump y Vladimir Putin, así como por conversaciones entre rusos y norteamericanos en Arabia Saudita, decidiendo la suerte de Ucrania sin la participación de ucranianos y europeos.
Las declaraciones del secretario de defensa de Estados Unidos evidenciaron el apaciguamiento de Putin que intenta la Casa Blanca. El punto de partida de la negociación sería que Ucrania no podrá acceder a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y que los territorios ilegalmente ocupados quedarían en las manos del autócrata moscovita.
Esta semana horribilis se complicó aún más con las declaraciones de Trump culpando a Ucrania, la víctima, por el origen de la guerra, y exonerando al agresor, Putin, de responsabilidad por los miles de muertos y daños materiales, causados por su invasión.
Luego vendría la arrogancia de Trump y Vance en la Casa Blanca frente a un Zelensky, expulsado por no someterse a un Trump decidido a entregar Ucrania a Rusia a cambio del reconocimiento recíproco de zonas de influencia y la apropiación de sus minerales críticos.
El giro hacia Rusia genera varias hipótesis. La primera tiene que ver con el intento de separar a Rusia y China. En segundo lugar, el magnate estaría tratando de liberar recursos militares en Ucrania para redirigirlos hacia el Indo-Pacífico ante un potencial conflicto en Taiwán. El ofrecimiento de Putin de una apertura a la inversión extranjera es un platillo atrayente para un gobierno dominado por magnates.
La catástrofe diplomática del 27 de febrero en la Oficina Oval se ha amortiguado gracias a la intervención del primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, y del presidente francés, Emmanuel Macron, quienes han liderado una iniciativa que reunió en Londres a varios jefes de Estado y de Gobierno, dándole un cálido apoyo al ucraniano.
La reunión londinense le ha comprado tiempo a Ucrania. Lo acordado se centra en mantener la ayuda militar a Ucrania y aumentar la presión económica sobre Rusia; la paz debe garantizar la soberanía y seguridad de Ucrania; en caso de acuerdos de paz, los europeos participarán en las acciones de que disuadan a Rusia de cualquier futura invasión; se formará una coalición de países para defender a Ucrania y garantizar la paz.
Starmer y Macron le han quitado la iniciativa a Trump y Putin al anunciar que los europeos trabajan un plan de paz que presentarán pronto. Europa trata de ingresar a la mesa de negociaciones de la que fue excluida.
Los países europeos grandes coinciden en que deben asumir su defensa, sin esperar mucho de Estados Unidos, cada día más atraídos por la idea de retirarse de los compromisos en la OTAN.
Desarrollar una industria militar propia será uno de los objetivos inmediatos. Como lo ha dicho la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Es de la mayor importancia que aumentemos nuestros gastos” de defensa y que “nos preparemos para lo peor“.
El papel de Macron en búsqueda de la autonomía estratégica es una pieza fundamental en el tablero geopolítico. Desde el general De Gaulle, Francia ha desconfiado del supuesto paraguas atómico norteamericano y desarrolló su propio componente nuclear (Force de Frappe).
La alianza con el Reino Unido y el llamado de Merz a compartir armas nucleares se dirigen en la dirección de esa defensa autónoma.
Empero, la amenaza rusa no es exclusivamente de índole militar. Políticamente Putin es un conservador extremo como el mismo Vance, xenófobos y homofóbicos ambos, comparten su rechazo del liberalismo. La guerra ideológica es el instrumento del Kremlin para dividir a la UE, aprovechando los ardores reaccionarios de las ultraderechas.
El plan de paz que se está elaborando persigue el cese de los combates al tiempo que buscar salvar lo que se pueda de la relación transatlántica.
Francia propuso una tregua de un mes, pero pareciera que esto no contó con el apoyo británico y de otros. Ucrania tampoco se inclinó por esto, pues quieren garantías de seguridad concretas que disuadan a los rusos de reiniciar el fuego.

El plan franco-británico contempla varias dimensiones: territoriales, garantías de seguridad, respaldo de Estados Unidos y reconstrucción de Ucrania. Solo en una segunda etapa incluiría el envío de tropas europeas.
El plan de paz europeo depende de la aceptación de Trump, quien es muy sensible a los argumentos del imperio ruso. La intermediación europea pareciera ser la última oportunidad para la paz.
La guerra en Ucrania no es limitada, es un conflicto que tiene repercusiones sobre toda Europa, en peligro de caer en las garras del oso ruso.
No obstante, el plan de rearme europeo de 800.000 millones de euros presentado por la presidenta de la Comisión Europea da esperanzas de una defensa efectiva frente al depredador.
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El autor es abogado y doctor en Sociología Política de la Universidad de París, catedrático de la Universidad de Costa Rica y exdiputado.