Los países harían bien en plantearse si están preparados no solo para una posible desaceleración económica, sino también para asegurar su estabilidad frente a un abandono del multilateralismo. Lo primero es lo que los economistas y analistas están asegurando ocurrirá y lo segundo es un escenario de mediano o largo plazo que no se puede descartar.
Todo indica que Costa Rica está mejor preparada que otros países similares gracias a su política de diversificación de exportaciones y a su amplia red de tratados: prácticamente la mitad de las exportaciones son servicios y la otra mitad, bienes. En ambos contamos con una amplia gama de sectores y de clasificaciones y también con acceso a un número importante de mercados. Un ejemplo reciente de la política nacional de diversificación es el fruto de la Ley N.º 10.071 de 2021, pues en 2024 el país captó $11 millones en inversiones fílmicas, un área nueva que augura inversión distribuida en todo el país.

El fuerte vínculo económico entre Costa Rica y Estados Unidos representa tanto una ventaja como un riesgo, por lo que es positivo el anuncio de las autoridades de gobierno que el país seguirá buscando nuevos mercados. Tenemos acceso a muchos de ellos, ya que el país siguió ampliando su red de tratados de libre comercio y hoy cuenta con casi 20 acuerdos comerciales. También ofrecemos un atractivo régimen de incentivos para inversión extranjera, lo que es crucial para un país tan pequeño que depende de la inversión a gran escala para exportar hacia el mercado global.
Sin embargo, ello no es suficiente, pues la competencia es feroz y los costos para que los bienes lleguen a esos nuevos mercados, más lejanos, son altos. En servicios también tenemos competencia de países que invierten más y mejor en innovación y educación.
Si se produce un repliegue nacionalista en las regiones más importantes del mundo, Costa Rica va a tener que competir con menores costos y con alta especialización para seguir siendo relevante.
El programa de clústeres y la implantación de 5G contribuyen a la alta especialización; pero el tipo de cambio y los costos asociados a la pobre infraestructura, el rezago en transporte público y el alto costo de la electricidad y mano de obra son factores que tenemos que atender de manera urgente para mejorar nuestra competitividad. Tenemos una sana política de no competir con base en salarios bajos, entonces debemos bajar los costos de producción, mejorar la formación y habilidades de las personas e invertir en infraestructura y en innovación.
Lo anterior, además, ayudará a cumplir una tarea pendiente y fundamental: cerrar brechas entre los regímenes exportadores especial y definitivo, y esos con el sector no exportador.
Esta reflexión es acorde con la celebración de los 30 años de El Financiero que nos da la posibilidad de analizar nuestro pasado y cuestionarnos sobre el futuro que queremos. Es una oportunidad propicia para generar un debate de ideas de los temas que pueden marcar el futuro a largo plazo de Costa Rica .
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