Después de la renuncia a la candidatura del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, a la reelección por el Partido Demócrata, el mundo sigue en vilo, a la espera del debate del martes 10 de setiembre, y de los resultados de la elección del martes 5 de noviembre de este año, cuando su sucesora y actual vicepresidente, Kamala Harris, y el expresidente Donald Trump, candidato del Partido Republicano, se enfrenten.
Ambos se aprestan a la contienda, acuerpados por sus respectivos compañeros de fórmula: Timothy James Walz en el bando demócrata y JD (James David) Vance en la papeleta republicana Trump.
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La expectación se extiende no solamente por todos los Estados Unidos de América, sino por el planeta entero, pues sea una o el otro quien gane, las consecuencias son susceptibles de alcanzarnos a todos. De ahí que convenga contextualizar la situación.
Como primer poder mundial, a pesar de las potencias emergentes que los desafían, entre ellas China y el grupo ampliado de los BRIC, los Estados Unidos ejercen una participación de mucho peso en sus relaciones bilaterales, subregionales, regionales y mundiales, con el respaldo de su poderío científico, militar y comercial, que también hacen sentir a sus aliados y amigos. Todos ellos, aliados y adversarios, se cuestionan sobre las consecuencias derivadas de un gane de Kamala Harris o de Donald Trump.
Costa Rica, amigo y aliado, no es una excepción. Hagamos una comparación:
Impacto Potencial si Gana Donald Trump
a. Política Económica
Trump sigue, durante su campaña, apegado al dicho de Hagamos América Grande (entiéndase América como EE. UU.). En 2016, agregaba de nuevo. Ambas fórmulas significan Todo para EUA. Con ese espíritu, promovió el nearshoring, es decir, la reubicación de las empresas más cerca del territorio estadounidense. En América Latina, los países que más se han beneficiado de esa política son México, donde particularmente Monterrey se ha convertido en un emporio de servicios e industria, suplidor de los Estados Unidos, y, en mucho menor medida, Costa Rica, con sus zonas francas y su política de promoción de inversión extranjera directa (IED). La administración Biden ha continuado esa política y no es esperable que Trump la abandone, pues de ella se han beneficiado sus empresas y su país.
Por el contrario, es esperable que la IED proveniente de los EE. UU. se mantenga o se incremente y, si sabemos aprovecharla, ella debiera conducir a una verdadera transferencia de tecnología que, hasta el momento, no hemos logrado desarrollar.
Sí podemos ver como una amenaza la actitud y las manifestaciones públicas de Trump relacionadas con la migración, pues ha anunciado deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, lo que podría causar un reflujo de esos migrantes al ser devueltos a sus países en Centroamérica, y causar un trastorno en Costa Rica.
b. Seguridad mundial
En necesario reconocer que, a juzgar por su desempeño durante el periodo en que ejerció la presidencia, Trump no agravó la seguridad mundial. A pesar de su comportamiento arrogante e irrespetuoso en el ámbito político y diplomático, y sus reclamos a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Trump no inició ninguna guerra. Por el contrario, hizo esfuerzos hacia la paz con Corea del Norte; negoció, aunque torpemente, la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán; medió para un acercamiento entre Arabia Saudí e Irán y, de ese modo, acercó algunos países árabes a Israel; y ahora promete terminar con la invasión rusa a Ucrania, aunque está por verse si lo logra. Ucrania ya ha anunciado que no va a renunciar a Crimea y a sus provincias del este.
Podemos abrigar la esperanza de que la economía de Costa Rica no se vea afectada por una guerra causada por Trump.
Impacto si gana Kamala Harris
Kamala Harris tuvo a su cargo, como colaboradora de Biden, la conducción de un programa en América Central para tratar los problemas de migración y seguridad (narcotráfico). Las ambiciones eran grandes pero los recursos, a pesar de las apariencias, no lo eran. Debemos suponer que nunca se ejecutó, ya que los resultados no han sido anunciados.
Costa Rica, que sí podría aprovechar esa ayuda, estaba fuera de esos planes. Sin embargo, ahora sí, con la gravedad del narcotráfico y la crisis penitenciaria, tenemos argumentos para reclamar esa ayuda en el plano bilateral, y ya que Harris conoce la región, podemos pedir que atienda una gestión bien fundamentada de parte del Ministerio de Relaciones Exteriores, que debería incluir un plan de prevención de la delincuencia y que promueva el desarrollo sostenible, la educación y el empleo. Por ende, que refuerce la economía del país.
En términos generales, a Costa Rica le conviene demarcarse del resto de Centroamérica y enfatizar la relación bilateral. Precisamente por conocer nuestro entorno, Kamala Harris podría ser receptiva a una línea de acción bilateral más profunda y amplia que abarque esos campos.
Los Estados Unidos y Costa Rica somos aliados de larga data en los organismos multilaterales, donde solemos coincidir en materias como derechos humanos, comercio y asuntos relacionados como propiedad intelectual, derechos laborales, promoción del comercio justo y sostenible, fomento de la transferencia de tecnología y conocimiento, programas de cooperación económica y social en Costa Rica. Sin embargo, al acercarnos a los Estados Unidos en el campo internacional, debemos ser cautelosos y cuidar nuestra independencia porque en ese terreno tenemos algunas políticas de Estado divergentes.
No obstante, ninguna de esas divergencias ha causado deterioro en las relaciones de amistad y cooperación entre ambos países.
En términos generales, no debemos temer ninguna repercusión negativa trascendental de las elecciones en Estados Unidos, independientemente de quien gane.
El autor es doctor en Derecho y máster en Sociología por la Universidad de Burdeos, Francia; exministro de Justicia y de Relaciones Exteriores; excatedrático y fundador de los posgrados en Derecho de la UCR; político, diplomático y analista de política internacional.