La propuesta de promover en Costa Rica una modalidad “dual” para la educación técnica es una buena idea que puede echarse a perder si su implementación es defectuosa. Y eso es lo que ocurriría si el proyecto se aprueba tal y como fue dictaminado en la Asamblea Legislativa.
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Como resultado de la crisis que enfrentó Costa Rica a principios de los ochenta se provocó una tragedia educativa cuyo costo estamos pagando hoy: la cobertura en secundaria se desplomó. El resultado fue dramático: la mitad de nuestra fuerza laboral de hoy no tiene estudios secundarios ni puede aspirar a un trabajo de mediana calificación y remuneración adecuada. La pobreza persistente y la creciente desigualdad tienen, sin duda, una raíz educativa.
En los últimos quince años el país hizo un esfuerzo enorme por revertir esa tragedia y avanzar hacia la universalidad educativa: la cobertura en secundaria, que había caído al 50%, hoy ya supera el 90%.
Hemos logrado que cada vez menos jóvenes abandonen el estudio para trabajar, que menos jóvenes tengan que trabajar mientras estudian y, sobre todo, que cada vez menos jóvenes queden atrapados en la trágica categoría de los “ninis”, que ni estudian ni trabajan.
Además, actualizamos completamente los programas de los colegios técnico-profesionales, adaptándolos a la cambiante demanda del sector productivo en las distintas regiones del país y duplicamos la oferta de esos colegios técnicos, que ya atienden a más del 26% de los estudiantes de secundaria diversificada.
¿Por qué arriesgar estos logros? Una propuesta que ofrezca un ingreso a jóvenes adolescentes para integrarse al esquema de educación dual, directamente compite con Avancemos y fácilmente los tentará a abandonar la secundaria para poder trabajar y ganar dinero inmediato, hipotecando así su futuro y compitiendo por los espacios en el sistema de educación dual, que debieran priorizar a quienes más necesitan de esa opción.
Los jóvenes en edad colegial no deben ser la población meta de este proyecto. Por el contrario, la educación dual es una idea fantástica para que podamos atender la emergencia trágica que tenemos con todos esos jóvenes mayores de 18 años que ya pasaron su edad colegial, que no terminaron el colegio ni recibieron formación técnica y que hoy forman parte de esa enorme masa de jóvenes trabajadores que no logran acceder a empleos formales, productivos y bien pagados.
Es urgente dotar a estas muchachas y muchachos de una formación técnica que les permita aportar más a la producción nacional y tener un mejor ingreso para brindar sustento a sus familias. Es con ellos con quienes Costa Rica está en deuda. Es a ellos a quienes, en primer lugar, debe atender la educación dual. No tiene sentido que los menores de 18 años les quiten campo en esa formación técnica que para ellos sí es urgente.
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Pero eso no es todo. Hay un segundo y grave problema con el proyecto que fue dictaminado, y es un defecto que atenta contra la viabilidad misma de la educación dual. Se propone la creación de una nueva institucionalidad –el Consejo Nacional de Educación Dual (Conedual)– para echar a andar esta nueva modalidad. Sin embargo, el Conedual es un mero cascarón sin las condiciones mínimas para realizar su compleja tarea.
Paradójicamente, la integración del Conedual es casi idéntica a la que hoy tiene la Junta Directiva del INA; y además, las funciones del Conedual son también muy similares a funciones que ya tiene establecidas por ley el INA, con la diferencia de que el INA ya existe y cuenta con recursos técnicos humanos y materiales, con experiencia para cumplir esa función y con personal preparado pedagógicamente para impartir formación técnica.
¿Cómo podría ejecutar una tarea tan compleja un mero consejo sin recursos ni marco operativo?¿Para qué crear una nueva entelequia institucional si ya existe el INA? ¿Por qué seguir duplicando instituciones? ¿Por qué para cada nueva idea tenemos que inventar una nueva institución aunque ya existan otras que pueden y deben cumplir esa función?
Para hacer real la educación dual, sería más sensato remozar y aprovechar la institución que el país ha desarrollado para impulsar la educación técnica, en lugar de apostar por un nuevo consejo que sería incapaz de asumir tal responsabilidad.
Lo que corresponde es modificar la ley del INA para que pueda operar también dentro de la modalidad de educación dual. Si lo que queremos es educación dual, y no una dualidad institucional, lo que necesitamos es reinventar el INA, no duplicar el INA.