¿Existe algún nexo entre la crisis de los puentes en Costa Rica y la crisis de la pobreza (ambos temas abordados en esta edición)? En un país organizado y bien administrado la respuesta es negativa por tratarse de cuestiones esenciales, aunque una sea de orden social eminentemente o humano, y la otra física o técnica.
En otras palabras, si el Estado se rige por principios técnicos y humanos, que alimentan el quehacer político, no debería darse, entonces, esta dicotomía o contradicción.
Desde este punto de vista, las dos cuestiones dichas deben formar una unidad de pensamiento y de acción, pues están en el núcleo de la política democrática. Hacemos hincapié en la expresión política democrática, pues la democracia bien entendida supone una convergencia entre lo técnico y lo social, entre lo físico y lo humano.
Por otra parte, dada la importancia de estas dos dimensiones capitales en la política de un país –la infraestructura física y la social–, no es dable pensar en una separación entre ambas en los planes del Estado, pues ambas conducen a la calidad de lo humano.
Además, un distanciamiento entre ambas supone, por su especial naturaleza, una grave disgregación interna en el Estado y en las relaciones entre este y la comunidad nacional, que afecta hondamente la unidad del país.
Puentes y pobreza. La carencia o deficiencia de uno conduce a la del otro. De aquí que los datos aportados por ambos exigen un estudio a fondo, máxime que las cifras indican un estado de suprema gravedad en el país.
En cuanto a la pobreza, el ministro de Bienestar Social, Fernando Marín, contempla la perspectiva cuantitativa, o sea, el número de pobres, y la perspectiva cualitativa o solución de las necesidades básicas satisfechas, en las que el país ha tenido un progreso, aunque lento. En este campo, se debe cambiar el enfoque asistencialista.
En cuanto a los puentes, los datos son penosos: el Conavi solo ha incluido en su ranquin 5 de 1.330 puentes en total, gracias a la ayuda japonesa; los problemas de infraestructura se han abordado en forma desordenada, carencia de un código básico, el Conavi solo prioriza los puentes estratégicos para el tráfico de personas y mercaderías, el rezago en el mantenimiento de puentes alcanza ya 30 años, los puentes de la ruta 1 (San José-Peñas Blancas) y la dos ya cumplieron su vida útil de 50 años; no existe un mapeo de la ubicación de los puentes bailey y temporales. Los puentes en las principales rutas del país carecen de mantenimiento.
Estos dos temas, objeto de este editorial, el referente a los puentes y a la pobreza, tienen un común denominador, indicador de la (in)cultura del país en estas décadas: el abandono del Estado en materia social (pobreza) y en infraestructura física.
¿Por qué el Estado, pese a la trascendencia de la infraestructura física y al problema de la pobreza, falló en tres dimensiones básica del buen gobierno, como son el sentido de previsión, el planeamiento y la ejecución eficiente? ¿Por qué se da esta discordancia en un país ejemplar en cuanto a los valores democráticos? El tema es de primer orden por cuanto esta discordancia se da, en Costa Rica, en otros campos referentes a la acción del Estado, como se aprecia en diversos reportajes sobre la vida social. La respuesta se encuentra no en el orden del pensamiento, sino de la ejecutividad. Numerosos hechos así lo confirman. Nos cuesta hacer las cosas que nos proponemos.