Bien hace el Tribunal Supremo de Elecciones en promover el voto racional y bien informado, pues en los comicios que se avecinan se deciden cosas muy importantes para el país.
La decisión electoral no puede estar guiada por emociones primitivas como la venganza o el miedo, sino por el conocimiento sobre las alternativas que se abren al país en una época de cambios profundos y acelerados en el mundo.
La crisis fiscal, corrupción, educación, inseguridad, desigualdad y las metas de la modernidad en un mundo globalizado deben ocupar nuestra atención si buscamos mejorar la calidad de la convivencia ciudadana y continuar construyendo un país moderno, próspero y justo.
Para alcanzar estos objetivos debemos votar por aquellos candidatos que reconozcan la complejidad de la situación por la que atravesamos y adecuen sus soluciones a las múltiples dimensiones de la realidad.
Debemos rechazar a aquellos que reduzcan las respuestas al simplismo de las frases prefabricadas y a las caracterizaciones fáciles de la situación nacional. El rechazo al simplismo y el reduccionismo debe llevarnos a optar por los candidatos que conozcan bien los asuntos públicos y sus soluciones.
Costa Rica está cansada de improvisaciones y de improvisados, necesitamos gente preparada y con experiencia práctica en el manejo de la cosa pública. El desarrollo nacional requiere de planeamientos y de soluciones cuidadosamente elaboradas; las ocurrencias de los espontáneos no deben recibir la escucha ciudadana pues nos pueden precipitar al abismo.
Un candidato aislado no salva al país, los partidos deben mostrar a sus equipos, la experiencia y conocimiento de estos, particularmente en campos tan delicados como la política exterior y la política económica. No se trata de magia, sino de racionalidad política y técnica.
Los que eluden el debate...
La ciudadanía debe exigir la comparecencia de los candidatos al debate público, sólo el escrutinio detallado de sus posiciones permitirá la reflexión y las decisión racional. Los candidatos que eluden los debates son sospechosos de falta de preparación sobre los grandes temas y de ocultamientos sobre su trayectoria y personalidad.
Los debates serán también la oportunidad para que la ciudadanía pueda juzgar el grado de control sobre sus emociones que tienen los aspirantes, el carácter es uno de los elementos claves para entregarle el poder a una persona, un individuo desbordado y sin frenos emocionales puede poner en peligro la estabilidad nacional en caso de conflictos internos o externos. La inestabilidad sicológica es un peligro grave para la República.
Los votantes deben exigir de los postulantes el manejo de la más amplia variedad de temas, aquellos candidatos monotemáticos son una muestra clara de incapacidad para manejar la compleja agenda del Estado en un mundo globalizado. Los corruptos deben ser denunciados y castigados, pero la corrupción no es el único problema nacional. El dinamismo de la producción, la productividad, la eficiencia del aparato público, el desarrollo de la ciencia y la tecnología son igualmente importantes.
La ética política llama a una retórica respetuosa, y no a la ofensa y a la mentira. Quien ofende repetidamente revela su agresividad y su disposición a recurrir a la fuerza y a la violencia, en caso de conflicto. La violencia verbal siempre desemboca en la violencia física y en el abuso del poder. La conversación democrática no puede sustituida por el exceso verbal y la charlatanería a pesar de que sus autores se disfracen de redentores.
El matonismo político es la más clara muestra de ausencia de sustancia intelectual, así como una muestra de inclinaciones autoritarias.
Personas serenas y prudentes
La decisión de los asuntos públicos debe quedar en manos de personas serenas, cuerdas y prudentes. Los problemas nacionales no se resolverán a empujones y codazos, la violencia siempre engendra más violencia y persecución para los adversarios políticos; desconfiemos de los candidatos que postulan concentraciones de poder institucional en seguridad o en lo tributario.
Más que en el personaje providencial los costarricenses debemos renovar nuestra fe en las instituciones de la democracia, ello implica exigir a todos los candidatos un compromiso firme con la Constitución, respeto por la división de poderes y por las libertades individuales a lo largo de su vida.
Ese compromiso, implica desde ahora un profundo respeto y acatamiento por las decisiones del Tribunal Supremo de Elecciones; dudar de su corrección y pureza constituye una traición a nuestros principios y prácticas democráticas. El TSE es un baluarte de la democracia costarricense.
La serenidad política exige de candidatos que llamen y promuevan la unidad nacional, más allá de las diferencias coyunturales, los falsos profetas divisionistas solo contribuyen a agravar los problemas, pues hacen imposible el dialogo, el acercamiento. Costa Rica tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento.
Un candidato que siembre vientos recogerá tempestades si llegase a la Presidencia de la República. Debemos exigir una campaña de propuestas y no de ofensas, soluciones detalladas que incursionen en el cómo y no se detengan en planteamientos difusos y vacíos. Las campañas deben ser serias, lejanas a la charanga y a los disfraces, que de estos últimos ya hemos tenido suficiente.
Debemos desconfiar de los malos políticos, pero también de aquellos que hacen política de la antipolítica, para así ocultar su superficialidad, mediocridad y frivolidad, aunque hayan sido miembros de la clase política por muchos años y hoy renieguen de esta por oportunismo,en ejercicio de la más vergonzosa esquizofrenia política.
La indignación ciudadana con la política está justificada, pero la solución no reside en prescindir de esta y lanzarnos en brazos de la mano dura y de los delirios de tiranuelos de opereta barata.
La visión apocalíptica de un país en ruinas es falsa. Nuestra nación tiene grandes realizaciones en todos los terrenos, somos un país exitoso en educación, ciencia y tecnología, promoción de las exportaciones, seguridad social y respeto de las libertades.
Costa Rica tiene mucho por mejorar todavía, pero nuestras reservas son grandes, morales e intelectuales, podemos seguir hacia adelante hacia metas superiores. Costa Rica seguirá siendo grande a pesar de los demagogos.