Tragedia en Cambronero: Este triste episodio debe servirnos como lección para corregir los errores, mejorar lo que tenemos y estar más preparados para prevenir y enfrentar los desastres en el futuro.
Escuchar
El lamentable suceso ocurrido recientemente en la Ruta 01, entre Esparza y San Ramón (Cerro Cambronero), desnuda las carencias de la institucionalidad a cargo de la infraestructura nacional. Nadie podría negar que los accidentes, los casos fortuitos y los actos de la naturaleza son siempre posibles y, muchas veces, imprevisibles e inevitables. En este caso, sin embargo, lo cierto es que esa ruta llevaba más de dos años sin contar con los contratos de mantenimiento necesarios para estabilizar sus puntos débiles, según reconoció a la prensa el presidente Rodrigo Chaves. Además, en circunstancias todavía muy poco claras, las autoridades del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) permitieron el paso por esa vía a pesar de las terribles condiciones climáticas prevalecientes.
Las investigaciones de rigor determinarán los detalles en que esa autorización se dio, en especial quién dio la orden, si se siguieron estrictamente los protocolos establecidos, y si hay que sentar responsabilidades. Pero lo sucedido nos obliga de nuevo a revisar el pobre papel del MOPT —de ahora y de muchas administraciones atrás— en la planificación, ejecución y supervisión de las obras de infraestructura. Ya no solo se trata del inaceptable rezago que observamos en la construcción de las obras más importantes, los reiterados errores (“pifias”) que se cometen cuando finalmente se realizan, el pobre mantenimiento que se les da una vez construidas, la demostrada incapacidad para repararlas oportunamente, o la rampante corrupción que se transpira en sus corrillos. Ahora, la desidia institucional pone también en peligro la integridad física de nacionales y extranjeros que nos visitan.
Nada es comparable con la pérdida de vidas humanas de esta tragedia y el luto que vive el país por el dolor irreparable de las familias afectadas.
Esa ineficiencia institucional nos ha venido pasando la factura desde hace muchos años también en el campo económico, en la competitividad del país y, en general, en el bienestar de los costarricenses. El deterioro de puentes y carreteras, el marcado congestionamiento, el cierre intermitente de vías, y los trabajos interminables son cosa de todos los días. No debemos aceptar como normal este estado de cosas. Así como en el pasado no era normal que tuviéramos que esperar más de un año por una línea celular o que los bancos estuvieran cerrados gran parte del tiempo, tampoco lo es que el país no pueda contar con una infraestructura de calidad, como sucede en muchos otros países del mundo, incluyendo naciones con niveles económicos similares o más bajos que el nuestro.
Es hora de “comprarse la bronca” de verdad. El ministro Luis Amador, cuando apenas ingresaba al despacho ministerial, presentó un proyecto de ley para “fortalecer la competencia rectora del MOPT” y eliminar la figura de la desconcentración en varios de sus órganos, reconociendo, al mismo tiempo, que la reconcentración por sí misma sería insuficiente, pues debe venir acompañada de una reingeniería total, que modernice y agilice las funciones del ministerio. El reto requiere cirugía mayor y exige un incuestionable liderazgo, claridad de objetivos, una estrategia y cronograma definidos, capacidad de negociación, y voluntad y decisión para llevar el proceso adelante. A pesar de las buenas intenciones iniciales del ministro, todavía no vemos avance alguno en esa dirección.
Esa impostergable reforma institucional es todavía más crucial si se considera la creciente vulnerabilidad a la que está expuesta la infraestructura del país como consecuencia del aumento en la frecuencia e intensidad de los desastres naturales, exacerbados por la aceleración del cambio climático. Por ello, las autoridades están obligadas también a replantear el manejo de esos peligros de forma integral, incluyendo el desarrollo de una estrategia financiera para la gestión del riesgo y la implementación de mecanismos innovadores para su cobertura, así como el acceso rápido a recursos para la atención y su recuperación. En los países del Caribe, por ejemplo, se tiene una experiencia relevante en el uso de “bonos catástrofe” y otros instrumentos con el apoyo del Banco Mundial, que podría ser de interés para Costa Rica.
Contingencias similares seguirán repitiéndose en el futuro. Este triste episodio debe servirnos como lección para corregir los errores, mejorar lo que tenemos y estar más preparados para prevenir y enfrentar los desastres en el futuro.
En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.