En el discurso inaugural, Donald Trump anunció una Edad de Oro: la recuperación de la grandeza de los Estados Unidos de Norteamérica.
El nuevo presidente no carece de razones para sus ilusiones. Ganó el voto popular, una Corte Suprema de Justicia respalda sus ideas más conservadoras y ha logrado mayorías en la Cámara de Representantes y en el Senado.
Trump pretende legitimidad divina cuando argumenta que Dios le salvó de intentos de asesinato para que haga realidad su agenda de América primero.
Empero, el poder de Trump no es absoluto, pues sus mayorías en el congreso son pequeñas y podrían verse reducidas en temas específicos, dada la diversidad de fracciones republicanas y la imposibilidad de reelección.
En efecto, los republicanos tienen contradicciones entre ideólogos (Bannon) y oligarcas (Musk), empresarios y populistas puros, conservadores reaganianos, libertarios puros y los empresarios tradicionales (country club republicans).
Debe tenerse en cuenta que el proceso político en los Estados Unidos (EE. UU.) contempla elecciones de medio periodo, por lo que la implementación de la agenda de Trump solo puede apostar a estos dos primeros años y prepararse para cambios en la correlación de fuerzas en las próximas legislativas.
No obstante, algunas de sus propuestas configuran una agenda radical que produce preocupaciones en muchos sectores de su heterogénea sociedad.
La cuestión migratoria es una de ellas, redadas, amenaza de deportaciones masivas, separación de los hijos y padres indocumentados. A lo anterior se agrega el rechazo a la realidad LGTB+.
Estas medidas han provocado miedo. La obispa episcopal de Washington, con Trump presente, le ha pedido misericordia y compasión para quienes sufren esos temores.
Internamente, el gran defensor de las clases trabajadoras, desplazadas por la globalización, se ha hecho acompañar por la tecnoligarquía hipermillonaria de Musk, Besos, Thiel y Zukerberg. El expresidente Biden denunció el peligro del advenimiento de este complejo oligárquico de nuevo tipo como amenaza para la democracia.
En el terreno internacional las ansiedades son muchas. La separación de los acuerdos climáticos de París y la salida de la Organización Mundial de la Salud auguran unilateralismo radical. Igual cosa sucede con el debilitamiento de la OTAN, el irrespeto del derecho internacional y la crítica aguda a la ONU.
La militarización de la frontera sur, la advertencia de que sus tropas especiales podrían llegar a operar en México, el anuncio de aranceles para las exportaciones de México y Canadá, la intimidación hacia Panamá y Groenlandia, amenazando con una potencial intervención militar, han revelado intenciones injerencistas y una mentalidad que anuncia un imperialismo de nuevo tipo.
El anuncio de una guerra arancelaria contra México, Canadá y la Unión Europea, aunque no detallada hasta ahora, anuncia fricciones internacionales adicionales a los conflictos en Ucrania, Medio Oriente y la mega confrontación con China en el Indo Pacífico. Al desorden internacional reinante se suma la imprevisibilidad del nuevo mandatario y su predilección por las transacciones que dan la idea de ser improvisadas y sin evaluación de consecuencias.
Desde la perspectiva de América Latina las recientes declaraciones de Trump diciendo que EE. UU. no necesita de América Latina que somos nosotros y todo el mundo los que necesitan de ellos, son preocupantes.
La restauración de la creencia en el Destino Manifiesto de los EE. UU. es otro elemento presente. Esta idea, difundida en el siglo XIX, sostenía que los estadounidenses estaban destinados a expandirse por todo el continente, porque Estados Unidos era una nación especial con un destino superior.
Se han llamado años de plomo a aquellos periodos en que los países sufren violencia política, terrorismo, polarización social y política e inestabilidad. España, Alemania, Argentina, Irlanda de Norte e Italia han sufrido en diversos momentos y con diferentes particularidades este fenómeno.
Estados Unidos experimenta esta situación en años recientes. Intento de asalto al capitolio en enero de 2021, protestas por discriminación racial con motivo de del asesinato de George Floyd, movilización en las universidades por el conflicto en Gaza, guerras culturales (diversidad, igualdad, inclusión) que han polarizado el ambiente, dos intentos de asesinato contra un candidato presidencial, protestas feministas contra las decisiones de la Corte Suprema en torno a los derechos reproductivos.
Lo complejo de la situación interna y la transición del sistema internacional hacia un orden mundial multipolar crean obstáculos al sueño de restauración de la grandeza. Más que una Edad Dorada, EE. UU. podría atravesar años de plomo o un escenario intermedio.
Tendremos que estar muy atentos, dada nuestra cercanía con la superpotencia norteña.