Los movimientos recientes en el sector bancario costarricense, ya sea producto de intervenciones por parte Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) o de decisiones empresariales, generan la interrogante de si existen muchas entidades financieras en el país. Según lo publicó El Financiero, tres entidades financieras (Prival, Coopelecheros y Coopeamistad) solicitaron el cese de operaciones, Scotiabank está en proceso de ser vendido a otro banco y los negocios de dos entidades financieras –Desyfin y Coopeservidores– fueron declarados inviables por la Sugef y se está procediendo con su liquidación luego de ser intervenidas por el regulador.
En total, en Costa Rica existen 39 intermediarios financieros, una cifra que parece elevada cuando se compara con la de otros países que poseen poblaciones más grandes y niveles de ingreso per cápita incluso superiores al nuestro.
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La rivalidad en el mercado bancario en Costa Rica está fragmentada. El mercado está dominado por tres bancos muy grandes de carácter público que son los únicos que cuentan con garantía estatal sobre los depósitos. Esto les permite gozar de una ventaja sobre sus pares privados, al tiempo que los consumidores se fían de esta garantía para no exigirle cuentas a la entidad pública que administra sus ahorros, lo cual podría llevar a que el banco asuma mayores riesgos.
Otro elemento que disminuye la competitividad de la banca privada es la existencia del peaje bancario que les obliga a reservas el 17% de los depósitos a 30 días o menos para el otorgamiento de créditos a tasas de interés subsidiadas.
Es correcto afirmar que, desde la apertura de las cuentas corrientes en los años 80, la banca privada ha venido ganando espacio, pero solamente uno de ellos ha logrado crecer de forma significativa, como para competir de manera efectiva con la banca pública. El resto de la industria de bancos privados ha preferido incursionar en segmentos específicos del mercado, sin representar un desafío competitivo a los bancos públicos o al banco privado líder. En otras palabras, tenemos una industria dominada por unos pocos bancos grandes líderes y muchos seguidores que atienden segmentos reducidos del mercado.
¿Hay muchos bancos en Costa Rica? La respuesta parece ser afirmativa y es probable que esta tendencia a la concentración continúe en el futuro próximo. Aunque el argumento suene contraintuitivo, una mayor concentración bancaria podría mejorar la competencia en el sector, pues el surgimiento de nuevos bancos más grandes podría lograr un movimiento en las estructuras comerciales del único banco privado grande y de los tres bancos públicos que dominan el mercado.
A su vez, una mayor competencia en banca resultaría positiva para los consumidores pues favorecería el ofrecimiento de servicios bancarios de menores costos y una mayor innovación de productos, especialmente vinculados a nuevos desarrollos tecnológicos como las fintechs y el uso de la inteligencia artificial. Además, promueve la disciplina, la autorregulación y el buen manejo del gobierno corporativo, pues para las instituciones en competencia, el riesgo reputacional es uno de los elementos más críticos para el desarrollo de los negocios.
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Dicho lo anterior, resulta relevante analizar también, si un elemento que podría estar influyendo sobre la concentración de la industria es el peso y costo de la regulación financiera, la cual podría estar teniendo un efecto sobre la rentabilidad de las entidades más pequeñas. Por ejemplo, reglamentos transversales como exigencias de estándares de gobierno corporativo y normas informáticas pueden tener más sentido para entidades grandes de carácter sistémicos, que para entidades pequeñas. Así, incluso las buenas prácticas internacionales señalan la posibilidad de crear regulaciones diferenciadas para estos dos tipos de entidades, si ello es un elemento que se considera deseable desde el punto de vista de competencia. Lo anterior se suma al exceso de cambios normativos implementados por la Sugef en los últimos cinco años, sin que se evalúe su efecto sobre la rentabilidad de los participantes del sector.

Por último, de continuar este proceso de concentración como se espera que ocurra, existe la posibilidad de que permanezcan en el mercado solo entidades financieras con riesgos sistémicos. Esto debe de ser tomado en cuenta dentro del proceso de regulación y supervisión pues no es lo mismo que una entidad financiera pequeña sea intervenida y liquidada, a que ello ocurra en una entidad grande con efectos sistémicos. En este caso, los riesgos de un sistema bancario más concentrado, lejos de disminuir podrían ser más relevantes. Esto exige una supervisión más preventiva en lugar de una punitiva, lo cual lanza un desafío a la forma en la que ha venido funcionando la Sugef en las últimas décadas.