Convergencia de valores en torno a temas como cambio climático, defensa de los derechos humanos, independencia de poderes y promoción de la democracia, revelan la intención expresa de Washington de reubicar la brújula para encontrarse con los países del Triángulo Norte de Centroamérica, en un intento por tratar la problemática del istmo de una manera integral. Con esa agenda de expectativas aterriza el secretario de Estado Anthony Blinken en Costa Rica, para reunirse con los cancilleres centroamericanos, Haití y México.
Destaca la prontitud de su visita, a escasos cinco meses de la llegada de Biden a la Casa Blanca. Sobresale como primer viaje de un político de su investidura a la región y a Latinoamérica. Privilegia el hecho de Costa Rica como sede del encuentro. Ni accidente ni al azar: el análisis de este esfuerzo requiere examinar también el estado del sistema internacional en su conjunto y la articulación de la región centroamericana con los grandes procesos mundiales.
¿Por qué después de cuatro años de ignorar a Centroamérica y sus problemas internos, la nueva administración elabora una política hacia la región? El principal rasgo global es la rivalidad entre las grandes potencias y una retirada parcial de los Estados Unidos (EE. UU.) de algunas zonas de conflicto —Libia, Irak, Siria y Afganistán—.
La contradicción con China en particular y, con Rusia adicionalmente, genera un panorama internacional caracterizado por nuevos escenarios de competencia, cooperación y confrontación. Quienes postulan que se trata de una nueva Guerra Fría, se equivocan, el escenario es diferente. No se trata de discrepancias entre economía de mercado y economía centralmente planificada, los chinos introdujeron los mecanismos del mercado en su modelo de socialismo con características chinas, calificado como capitalismo de estado.
Por otro lado, Pekín no promueve enfrentamiento ideológico, sino victorias comerciales. Más que confrontación, la interdependencia de ambas economías obliga a la coexistencia. En definitiva, la competencia entre ambos es real, pero de naturaleza comercial y diplomática, no de confrontación militar, por el momento. De esta rivalidad limitada surge el imperativo de la cooperación en campos como cambio climático.
¿A qué nivel podría haber confrontación? Surgiría en las esferas de influencia de las potencias. La injerencia abierta de un actor en el terreno vital del otro provocaría reacciones disciplinarias o enfrentamientos directos. Crimea, el Mar de China Meridional, Taiwán o el Caribe y Centroamérica, son posibles espacios para estas confrontaciones, derivadas de la percepción de peligros existenciales para las potencias.
Relevancia
Aquí es donde nuestra región cobra relevancia, vinculándose directamente con la antigua afirmación norteamericana de que, esta parte del mundo, es su patio trasero (backyard). El Caribe es puerta de entrada al Golfo de México y el Istmo es vía angosta que facilita el tránsito entre dos océanos (Canal de Panamá). Bajo esta perspectiva, somos una región atravesada por procesos desestabilizadores que crean riesgos para el predominio regional norteamericano y su política interna, pero vitales para su subsistencia hegemónica.
En efecto, se trata de una región convulsa. Encontramos a una Guatemala dañada por acusaciones de corrupción política y amenazas a la independencia judicial. El Salvador experimenta una ola de populismo autoritario promovido por el presidente Bukele. Honduras enfrenta elecciones opacas y peligro de narcoestado. Nicaragua tendrá elecciones amañadas en el 2021 y la dictadura endurece mecanismos represivos. A esto sumamos subdesarrollo, catástrofes climáticas y desigualdad, que empujan a miles hacia la frontera sur de los EE. UU., creando discusión y polarización política en la metrópolis.
Entonces, más allá del tema de la migración de centroamericanos, un asunto inter-méstico que combina la política exterior de varios estados del Triángulo Norte, México y los EE. UU con sus políticas internas. La postura de Biden hacia la región tiene que entenderse en el contexto de la política a orillas del Potomac y su interconectividad con su acción exterior.
La presencia china y rusa agudiza las turbulencias, particularmente un cierto giro de El Salvador hacia Pekín. Anteriormente, la administración Trump advirtió a los gobiernos de Panamá, El Salvador y República Dominicana sobre la “malignidad” de las intenciones chinas, llamando a consultas a sus diplomáticos en los tres países. Estas exhortaciones forman parte no solo de la competencia política, sino que anunciarían episodios de conflictos más serios.
La visita del secretario Blinken a Costa Rica, amplifica la promesa de una ayuda de $4.000 millones a los tres países del Triángulo Norte, centrando su discurso en temas como la defensa y promoción de la democracia y los derechos humanos, enfocándose en una asociación con Costa Rica para el logro de estos objetivos; un discurso congruente con las manifestaciones de Biden en favor de una alianza global con las democracias, para contrarrestar el ascenso chino y su coalición con Rusia.
El viaje de Blinken ratifica la intención de dar un tratamiento integral al problema centroamericano, más allá de la política migratoria, estableciendo un socio regional como apoyo para sus políticas. Efectivamente, su arribo a Costa Rica no es para nada un asunto accidental. Más allá de la retórica, así como esta nueva política establece socios, también nombra operadores políticos, encargados de la implementación de los nuevos objetivos.
Es el caso de la vicepresidenta Harris, nueva encargada de la relación con el Triángulo Norte, quien pretende incorporar a la iniciativa privada en los planes de fomento de la prosperidad económica regional, lo que constituye un hito novedoso. Igualmente, la designación de Ricardo Zúniga, artífice del acercamiento de Obama con Cuba, lo cual significa voluntad de trascender al discurso y orientarse a la acción.
Por su parte, Juan González, de raíces colombianas, encargado del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad, es otro signo de una particular atención por la región. La reactivación del grupo centroamericano en el Congreso, a petición de la congresista californiana Norma Torres, simboliza un nuevo interés de los norteamericanos por América Central, a lo que cabe añadir la actividad de los senadores Bob Menéndez y Marco Rubio, denunciando la dictadura en Nicaragua.
Visto en su conjunto, el viaje de Blinken es una primera articulación de todos estos esfuerzos discursivos, con la acción político diplomática, a lo que la política exterior costarricense debe responder con objetivos claros y flexibilidad, elaborando una estrategia concertada para enfrentar los conflictos que avecinan agudizarse al norte de nuestras fronteras.
Un diálogo permanente con los operadores de la política estadounidense es imperativo, mientras se coordina el aspecto operativo de esta alianza, propuesta por Blinken, de forma más planificada, por el bienestar propio y de la región.