La votación sobre la creación de un sindicato en un almacén de Amazon en Alabama, que se convertiría en el primero en Estados Unidos, finaliza el lunes tras más de cinco meses de una campaña de David contra Goliat, considerada ya como histórica, sea cual sea el veredicto de las urnas.
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"Nuestras relaciones personales están al borde del desastre. Estamos agotados, pero estoy orgulloso del equipo y de los trabajadores de Amazon que se movilizaron", afirmó Joshua Brewer, presidente local de RWDSU, sindicato de la distribución que representará a los 5.800 empleados de la sede de Bessemer, si se impone el voto a favor de su creación.
"El peor miedo de Amazon ocurrió ya: 3.000 empleados dijeron que no podemos trabajar en esas condiciones", agregó en declaraciones a la AFP.
Desde el pasado otoño, miembros del sindicato se relevaron día y noche a la entrada de este inmenso y moderno complejo para reunir suficientes acuerdos de principio (lograron 3.000), y para convencerlos después para transformar la prueba. El recuento de votos debe comenzar el martes.
"Necesitamos ser tratados con respeto e igualdad", resume Jennifer Bates, una de las empleadas implicadas en el movimiento. "Eso significa condiciones de trabajo seguras, estabilidad de empleo y mejores salarios".
Cuando fue contratada, Lafonda Townsend, otra empleada, estaba “contenta con el salario”. “Pero fue antes de ver lo duro que es. La sala de pausa está muy lejos, y hay que comer como un prisionero, super rápido, para volver a tiempo, porque si llegas un minuto tarde, cuenta como una hora que no te pagan”.
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Poder
El gigante del comercio por internet hizo muchas contrataciones en 2020 y casi duplicó su beneficio neto a $21.000 millones gracias a la explosión de la demanda en tiempos de pandemia.
Pero el segundo mayor empleador de Estados Unidos (800.000 trabajadores) se encuentra envuelto en una encarnizada lucha por la comunicación.
Sus portavoces atacaron recientemente en Twitter a los legisladores que apoyan al sindicato. También negaron que los empleados tuvieran que orinar en botellas de plástico, por no tener tiempo ni para ir al servicio, al contrario de lo que mostraron declaraciones y fotos publicadas por diferentes medios.
En el almacén, el grupo ha recurrido a todo tipo de tácticas de disuasión, con imágenes subrayando los beneficios sociales y carteles en los baños.
Según los empleados, durante “reuniones de información”, Amazon quiso enfatizar las elevadas cotizaciones sindicales (de casi $500 por año), además de sus tarifas actuales de al menos $15 por hora, más del doble del salario mínimo en este estado pobre.
Pero Joshua Brewer subraya que “otros almacenes en la región pagan $18-$20 por hora”. Para este antiguo pastor y numerosos observadores, la cuestión no es tanto el dinero, sino el control absoluto que tratan de ejercer.
"Como la mayoría de los empleadores estadounidenses, Amazon quiere mantener su poder sobre todo, y asegurarse de que los trabajadores no puedan negociar nada", analizó Rebecca Givan, profesora de Relaciones Sociales en la Rutgers University.
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Inspiración
Según ella, el grupo de Seattle podría realizar "gastos casi ilimitados", para "demostrar que cualquier tentativa de organizarse está destinada al fracaso y desanimar a los demás empleados".
Pero Amazon no solo tiene detractores en Bessemer. Su llegada hace un año fue saludada como un factor de atracción y "el mayor proyecto de inversión de la historia de la ciudad" para su alcalde, Kenneth Gulley.
"Si toda esta negatividad e historias horribles fueran verdad, querría decir que hay 5.800 idiotas que trabajan en el edificio. Y yo no trabajo con ningún idiota, ni soy un idiota", declaró a la AFP Dawn Hoag, responsable de calidad del almacén de 43 años.
Para ella, sus colegas no necesitan representantes para hacerse oír y muestra su orgullo por haber perdido unos cincuenta kilos, gracias especialmente a los kilómetros que recorre todos los días a pie en el almacén.
Darryl Richardson, el empleado en el origen del movimiento, también perdió peso en los últimos meses, pero a consecuencia del cansancio y del estrés.
"Mi cuerpo no va a aguantar (a este ritmo)", cuenta este afroestadounidense de 51 años. "Me preguntan por qué no busco otro trabajo. ¡Más fácil decirlo que hacerlo! Soy demasiado viejo, no tengo buena imagen. Es momento de luchar".
Su mensaje en el RWDSU del verano pasado inspiró ya a muchos otros, subrayó Joshua Brewer. “Recibimos más de 1.000 solicitudes llegadas de una cincuentena de almacenes diferentes”.