Lo que empezó como un una apuesta con altas probabilidades de éxito, se convirtió en el fracaso de un negocio que dejó una estela de pérdidas para quienes asumieron el reto de invertir recursos en una tienda de la franquicia de Los Paleteros.
La empresa fundada a finales del 2015 por Enrique Artiñano, Daniel Phillips y Édgar Berrocal inició como un prometedor proyecto catapultado hacia el éxito repentino por un boom en redes sociales que tuvo un protagonista: La Churchilleta, un helado de sirope de cola relleno de leche condensada y cubierto con leche en polvo.
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Este negocio dejó de operar y liquidó a su personal entre setiembre y octubre de este año y dejó a su paso una serie de historias de personas que decidieron invertir en las 27 tiendas que llegó a abrir la compañía en el país bajo el formato de franquicias.
EF conversó con varios exfranquiciados de Los Paleteros, para conocer con detalle cómo fueron los últimos meses de la empresa. Tres de ellos dieron autorización para hacer pública su historia.
De administradora a franquiciada
Carla Arias fue una de las primeras personas que se involucró en el manejo y la administración de las tiendas de Los Paleteros.
En junio del 2016 fue contratada por Allan Naranjo, quien fue el primer franquiciado de la empresa, y manejó las tiendas de Barrio Escalante y Paseo Metrópoli, hasta febrero del 2018.
“Ellos no supieron enfocarse bien el modelo que querían trabajar. A cada rato le cambiaban a Allan las condiciones. Cuando vieron el éxito que tuvo la heladería de Barrio Escalante le aumentaron el precio a las paletas. Cambiaban las reglas”, recordó Arias.
Cuando Naranjo decidió dejar ese punto de venta, Los Paleteros le propusieron a Arias asumir la tienda bajo el modelo de franquicia operador, en el cual ella debía entregar un depósito de garantía inicial de ¢2 millones para arrancar.
Arias accedió y también se aventuró con la tienda de Paseo Metrópoli en Cartago.
“Pedían un depósito de garantía variable que podía ser de ¢1 millón en adelante, fijaban un salario para el operador, el mío era de ¢365.000 por administrar las dos heladerías y en caso de que se generaran ganancias netas, el 60% era para ellos y el 40% para nosotros. Si la tienda presentaba pérdidas, la empresa las reconocía en producto”, detalló.
Las cosas cambiaron durante el 2018 e inicios del 2019, los puntos de venta se desaceleraron y la compañía empezó a enviar señales de inestabilidad.
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“Cuando se dio el cambio de gerente general en mayo, nunca informaron que Enrique Artiñano dejaba el puesto para que lo asumiera Édgar Berrocal. Comunicación cero, como en todo lo que ellos hacían. Yo siempre me quejaba con el coordinador de las franquicias, que cambiaba cada mes, y tampoco nos comunicaban sobre las promociones que lanzaban en redes sociales desde casa matriz”, aseveró.
La exfranquiciada tomó la decisión de cerrar las heladerías en mayo del 2019 por una acumulación de malas señales que le generaron temor y desconfianza.
“Ellos pusieron una cláusula en el contrato en la que se específica que la compañía es la encargada de pagar los alquileres de los locales y yo en lo personal asumí estos gastos desde febrero y hasta diciembre del 2018, hasta que ya se hizo insostenible las situación porque tenía otros gastos de planilla que enfrentar”, recordó esta empresaria.
Sobre las razones que llevaron a Los Paleteros a la crisis, Arias considera que nunca se definió una estrategia clara.
“Desde el inicio ellos no supieron manejar o prever el éxito que iba a tener el negocio, se dieron un montón de incongruencias que al final no pudieron manejar y no se enfocaron en el modelo de franquicia e hicieron un montón de experimentos”, apuntó.
La exoperadora se enteró del cierre de la compañía en agosto de este año cuando decidió ir a las oficinas de la empresa a buscar respuestas por los ¢3 millones que invirtió en los depósitos de garantía, de acuerdo con su versión.
Relata que en las instalaciones de Los Paleteros solo encontró a una persona quien le comunicó que ya se había liquidado al personal y que se suspendió la fabricación de helados.
Nueve heladerías
A mediados del 2018 un grupo grande de franquiciados de Industrias Heladeras DEEL S.A. –nombre legal de Los Paleteros– pidió rescindir los contratos porque las ventas estaban bajas y se hacía difícil sostener el negocio.
En esa coyuntura Sindy Méndez aprovechó para invertir en varias heladerías de la marca, fue así como ese mismo mes tomó las tiendas de Heredia centro, Lincoln Plaza, Desamparados centro y Paseo de las Flores. Aunque llegó a operar nueve puntos de venta.
“Las ventas se empiezan a venir abajo tal vez como parte de un proceso cíclico, quizás por la situación económica en el país. Ante esta situación la empresa empezó a ampliar la cantidad de productos, empezó a ofrecer repostería, helados y demás, pero no se logró sacar adelante el negocio”, repasó Méndez.
Este panorama la enfrentó a la necesidad de revisar cuáles puntos de venta eran insostenibles, el primero que cerró fue el de Paseo de las Flores y luego todos los demás hasta llegar al de La Sabana que dejó de operar en agosto del 2019, la última tienda de la marca que quedó en pie.
“Tuvimos los mismos problemas que los demás franquiciados con el atraso en el pago de los alquileres de los locales. Yo sé que hay una deuda gigante, que asusta, en Multiplaza Escazú, en Terramall y en Paseo Metrópoli, y hay otros que tienen deudas más pequeñas como en el caso de Lincoln Plaza”, comentó.
Esta empresaria afirma que invirtió cerca de ¢7,5 millones en la apertura de los primeros cinco locales por el depósito de garantía para acceder a la operación de la franquicia.
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“Tras la caída de las ganancias en las tienda, la empresa activó una estrategia para que los franquiciados buscaran puntos de venta en terceros negocios; como por ejemplo, cafeterías o restaurantes; al mismo tiempo que logró vender a clientes importantes como cadenas de supermercados y Ferreterías EPA, pero tampoco se logró mejorar”, aseguró Méndez.
En octubre de este año llamó a Los Paleteros para pedir más helados para puntos de venta de terceros, pero la persona en la línea le indicó que el negocio estaba en proceso de cierre y que estaban en la última producción de paletas para enviarla a supermercados y clausurar las operaciones.
Un negocio fugaz
María José de Sas empezó sus primeros contactos con la empresa en agosto del 2018 con el objetivo de abrir un quiosco de paletas en Oxígeno Human PlayGround. Firmó el contrato de la franquicia el 12 de diciembre del año pasado, pero inauguró la tienda el 16 de enero del 2019.
“Me dijeron que era importante que el dueño de la franquicia estuviera en la tienda, entonces yo trabajaba medio tiempo y luego me dedicaba a otras labores. Dimos ¢2 millones que según el contrato se devolvían en caso de incumplimiento por alguna de las partes”, puntualizó.
De Sas contó que a partir de mayo del 2019, tras la llegada de Édgar Berrocal a la gerencia de Los Paleteros, la compañía dejó reconocer las pérdidas de las tiendas en producto.
“El contrato decía que la empresa pagaba el alquiler del local al centro comercial, pero nunca me lo pagaron y tampoco nunca me lo reconocieron. Yo asumí este costo por ser honesta y no quedar debiendo, lo bueno de eso fue que no quedé morosa”, dijo esta exoperadora.
Al final de Sas también tuvo que pagar un depósito de garantía de $1.000 que exigía la administración de Oxígeno Human PlayGround como parte del contrato de arrendamiento, aunque este dinero también era responsabilidad de la empresa heladera.
EF contactó a Enrique Artiñano, quien fue gerente general de Los Paleteros desde finales del 2015, quien confirmó que su relación laboral con la compañía terminó el pasado 30 de abril y declinó dar declaraciones para esta nota.
Este medio también hizo llamadas telefónicas, envío mensajes de texto y correos electrónicos a Édgar Berrocal, quien asumió la gerencia general de la empresa en mayo, pero al cierre de este artículo no se obtuvo respuesta.