Sofía Lazo se aventuró a rescatar de un inminente cierre la empresa familiar y de paso, logró que los zapatos que elaboran llegaran a ocupar un lugar en el mercado nacional, lo cual demostró con las ventas.
“Yo estaba estudiando enfermería y nadie iba a seguir con el negocio. Pero hice un viaje a Suecia como parte de la licenciatura y ahí empecé a tener amistades de diseño de moda y a ver moda europea. Cuando me gradué le dije a papi que no vendiera, que yo me encargaba”, recordó la empresaria.
Sin haber cumplido 24 años, Sofía se metió al taller a aprender zapatería. “Nadie creía en ella, por ser tan joven y por ser mujer. Pero yo siempre supe que iba a lograrlo, ella lo trae, y ya me superó”, afirmó su papá, Reynaldo Lazo, quien hoy trabaja como fotógrafo para redes sociales y asesor ad honorem.
El cambio fue profundo: en poco tiempo dejaron su forma tradicional de operación, cambiaron la línea de productos y pasaron de vender 200 pares de zapatos al mes, a 2.000 pares mensuales en temporada baja.
En el país existen otras marcas de zapatos con producción nacional, como la marca Daniel Del Barco. Ambas empresas forman parte de cluster de diseño costarricense.
Modelo propio
La receta del éxito en el modelo de negocio de Sofía Lazo tiene dos pilares: la innovación y la exclusividad.
El trabajo anterior de Lazo consistía en zapatos a la medida, con estilos y materiales clásicos, además de colores sólidos, muy tradicionales. La nueva directora comenzó a hacer pruebas para atraer otro tipo de público.
“Empecé a meter estampados, colores juveniles y cantidades de toda la numeración, en lugar de hacer los pares a la medida. Se empezó a vender super bien y me puse a hacer más y más modelaje, que se siguió vendiendo. Ahora todo es la línea que yo hago”, aseguró.
Para mantener ese espíritu, la marca cada tres meses cambia de colección, aunque mantiene los zapatos que se convierten en sus “clásicos”.
“Hay modelos que se venden super bien, entonces empezamos a hacerlos en tres colores nuevos. Hay que estar en constante trabajo, modernizándome”, explicó.
Ese proceso de actualización se desarrolla mediante la asistencia a ferias de zapatería en los principales mercados de la región, justamente a finales de mayo pasó una semana en México, actualizando su conocimiento en tendencias sobre suelas, modelajes, materiales nuevos, e incluso accesorios.
“Ando viendo todos esos proveedores para poder traerme toda esa moda acá y poder dar un producto diferenciado”, enfatizó.
En la gestión empresarial también asumió todo control. Su papá le da ideas y consejos cuando ella lo pide, pero las decisiones finales las toma siempre Sofía. Por ejemplo, decidió dejar de entregar zapatos a crédito para su venta en otras tiendas: todos los vende de contado.
“Yo pensé que no se podía, porque en este mercado nadie hace eso. Pero lo logró y me sigue demostrando que tenía razón al darle a ella la empresa. Eso es lo que siempre queremos los papás, que los hijos no nos sigan los pasos sino que nos superen”, afirmó Reynaldo.
Ahora el reto para la marca Lazo es superar la concentración de trabajo e imagen que ha asumido Sofía, pero este tema tendrá que esperar, pues en este momento trabajan en el lanzamiento de una colección para madres e hijas y otros productos.
“Tengo una hija que desde ya dice que es zapatera… pero tiene cuatro años”, confiesa la diseñadora entre risas.
En Costa Rica ocho de cada diez empresas son propiedad de familias, según el estudio que aplicó la Cámara Costarricense de Empresas Familiares (CACEF) en 2016.
El país destaca como el que reúne la mayor cantidad de negocios familiares con organizaciones internas formales para la gobernanza y sucesión, es decir, estrategias legales para facilitar la toma de decisiones y asegurar una transición positiva entre generaciones.
Las más usadas en Costa Rica son el consejo de familia, el plan de sucesión y el protocolo familiar. Para evitar otro momento de crisis potencial como el que vivió Lazo en 2009, deberán optar por el sistema de organización que más se adapte a sus particularidades.
RECUADRO
Evolución
La empresa nació con el trabajo de Carlos Lazo y Concepción Valladares, quienes llegaron al país a mediados del siglo pasado y montaron su negocio de zapatos artesanales. Los hijos de ambos formalizaron el oficio y crearon la marca Lazo. Al frente de la nueva organización quedó Reynaldo.
Hacían zapatos a la medida, 100% de cuero, en estilos clásicos y formales. Abrieron tiendas, importaron materia prima e innovaron el negocio en su segmento. Esto les permitió ganar un sitio en el mercado nacional y mantenerlo durante 30 años.
Los cambios más grandes se dieron con la llegada de Sofía a la dirección de la empresa. Las ventas estaban bajando, el precio final del producto subía por el costo del cuero y para ella resultó evidente que la operación necesitaba cambios.
“Tuvimos problemas. Empezamos a ver que el zapato cada vez se iba encareciendo más, el cuero nos lo cobraban más caro. Yo no le llegaba al zapato a la medida. Entonces empezamos con una línea, dentro del mismo taller, como una marca aliada, más económica, con materiales sintéticos, pero que siempre cumplieran con la garantía y la calidad que hacía mi papá”, relató.
Esa reputación se extendía también a las relaciones comerciales: Sofía encontró puertas abiertas con proveedores, aliados comerciales e intermediarios financieros. De eso se valió para profundizar su conocimiento del oficio y también para cambiar la compañía.