¿Por qué Japón, pese a ser la tercera economía mundial y tener una buena colección de multinacionales, no ve nacer a más empresas emergentes que brillen en el extranjero? Se trata de un mal de raíces profundas, aunque aún parecen haber razones para la esperanza.
Según la última clasificación del gabinete de estudios CB Insights en el que se incluían cerca de 500 “unicornios” en el mundo -empresas que todavía no cotizan en Bolsa y cuyo valor se estima en más de $1.000 millones-, solo cuatro de ellas eran japonesas.
Sin embargo, "respecto a su PIB, Japón debería contar, al menos, con cincuenta o sesenta unicornios", consideró Gen Isayama, director de World Innovation Lab, una empresa de inversiones del ámbito de las nuevas tecnologías que quiere actuar como un puente entre Silicon Valley y el archipiélago nipón.
Hay múltiples razones que explican esta flaqueza. Las inversiones de capital de riesgo, espina dorsal de la cuestión, son extremadamente débiles en Japón respecto a Estados Unidos o China, los dos países del mundo líderes en tecnología.
El mercado estadounidense de capital de riesgo representaba $137.000 millones en 2019, mientras que el de China pesaba $53.000 millones y el de Japón, solo $4.000 millones, según varios estudios.
Y puede que el japonés SoftBank Group se haya convertido en el gigante mundial de las inversiones en nuevas tecnologías, pero prácticamente ya no invierte en Japón, pues las empresas emergentes locales son demasiado pequeñas para él.
"En Japón, los esfuerzos de innovación siempre han sido obra de las grandes empresas" a nivel interno. Y los bancos también tienden a ignorar a las empresas emergentes, porque están "demasiado vinculados" a esos grandes grupos, explicó Isayama a la AFP.
Sociedad “confinada”
A falta de medios para desarrollarse, muchas empresas emergentes niponas entran rápidamente en Bolsa pero, “si vas ahí demasiado pronto no crecerás nunca”, subrayó el experto.
"Muchos se conforman con eso", dijo a la AFP Takeshi Aida, fundador y jefe de RevComm, una joven compañía de Tokio que ofrece un sistema de inteligencia artificial para mejorar técnicas de venta. Prevé lanzarse al sureste asiático en los próximos meses.
Muchas empresas emergentes japonesas se sienten además “protegidas” en su mercado nacional; su crecimiento suave y sus barreras administrativas y culturales suelen hacer que su mercado le parezca poco atractivo a los extranjeros, según Aida.
Los frenos también son culturales. Todavía hoy "el sistema educativo japonés se mide por las necesidades de mano de obra de los grandes grupos del país: tener empleados concienzudos que sigan órdenes", algo que antaño constituyó la gran fuerza del Estado, recalcó Isayama.
"Verdaderamente, hay que tener tripas para hacer las cosas de otro modo" en Japón, insistió.
"Yo era un alumno raro comparado con otros: hablaba demasiado, daba mi opinión", comentó divertido Takeshi Aida.
"Cuando regresé a la secundaria en Japón tras haber estado escolarizado en Estados Unidos, me di cuenta de hasta qué punto la cultura japonesa estaba confinada", declaró por su parte Takafumi Kurahashi, director de operaciones en SmartHR, una firma de servicios digitales que libra a las empresas del papeleo ligado a las contrataciones.
“Apuntar alto”
Pese a todas esas trabas, hay varios indicios de que quedan motivos de esperanza.
"Las grandes empresas manufactureras japonesas se han dado cuenta de que ya no podían innovar de la misma forma que antes" y ahora se están implicando más en el capital de riesgo, afirmó Isayama.
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Además, también están entendiendo más rápidamente de que es mejor dejar que las empresas emergentes echen a volar en lugar de querer controlarlas a través de sus incubadoras de empresas, aseguró.
Además, la pandemia terminó de convencer a la industria japonesa y a los servicios públicos para que se digitalicen, lo que sería favorable para las empresas emergentes locales.
El acompañamiento del Estado también es cada vez más eficaz, pues ha "entendido que no solo le correspondía a los burócratas seleccionar" a las empresas emergentes que debería apoyar, y ahora se rodea más de profesionales del capital de riesgo, según Isayama.
Algunos ejemplos de éxito ayudan a ver el futuro con optimismo, como el de Mercari, una plataforma japonesa de venta de productos usados, que partió rápidamente a la conquista de Estados Unidos y que ahora tiene una capitalización bursátil de $7.300 millones en Tokio.
“Mercari nos ha inspirado e incitado a seguir su ejemplo [...] Todavía estamos más determinados a apuntar alto”, lanzó Kurahashi.