Con sus doce estadios mundialistas listos y tras haber aplicado una renovación a sus principales infraestructuras, Rusia espera que su apuesta sea suficiente para acoger la oleada de aficionados, y que sus instituciones internas tengan la capacidad para darles mantenimiento adecuado una vez que acabe el Mundial.
Según datos de diferentes agencias de noticias, Rusia desembolsó entre $11.000 y $13.000 millones en mejoras externas que incluyen aeropuertos, transporte terrestre, hospedaje, hospitales y estadios. Todos serán puestos a prueba al máximo y algunos temen que no den la talla.
Los aficionados dispondrán de un sistema de transportes gratuitos entre las ciudades organizadoras, con más de 700 trenes suplementarios. Los aeropuertos de seis ciudades tienen terminales nuevas y se construyeron 21 nuevos hoteles en las ciudades organizadoras. Hay 14 hospitales preequipados para el torneo. Todas las inversiones se justificaron como beneficios para el pueblo ruso.
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“Nunca he visto a un país que haya hecho tanto para recibir a los hinchas”, aseguró el lunes 4 de junio a varias agencias de prensa, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
Las dudas se presentan al intentar hacer reservaciones: a dos semanas ya la mayoría de viajes en tren están reservados y ciudades como Samara tienen cupo lleno en sus recursos de hospedaje formal.
Una docena de escenarios
Doce estadios y once ciudades serán las casas de los partidos del Mundial. La selección quiere ser un reflejo de la diversidad rusa, desde San Petersburgo, tan al norte que el sol no se pone en varios días del verano, hasta Sochi, con clima subtropical, en la costa del Mar Negro.
A diferencia de Brasil 2014, ya todos los estadios están listos y recibiendo ajustes en detalles finales, pero menores (no estructurales).
Pero la misma Sochi es ejemplo de una preocupación fundamental: qué pasará con los estadios después de la Copa del Mundo.
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El estadio de Sochi , el Olímpico Fisht, es una estructura espectacular en la costa del Mar Negro. Cuando Portugal y España se enfrenten allí el 15 de junio, será el primer partido en el estadio desde el 29 de junio de 2017, durante la Copa Confederaciones.
La estructura no es sede de ningún equipo profesional y se le considera es un “cementerio para clubes”, con no menos de seis intentos fallidos para operar un equipo en la ciudad en los últimos 15 años.
En total, solo cinco estadios celebraron partidos de equipos de la primera división del fútbol ruso esta temporada, y el gobierno no parece estar dispuesto a subsidiarlos después.
De hecho, el presidente Vladimir Putin afirmó que los estadios van a ser puestos a disposición de las autoridades locales, que deberán “utilizarlos con inteligencia”.
“Hemos gastado mucho dinero para estos estadios y tenemos que hacer que estas infraestructuras funcionen, antes que nada para el desarrollo del deporte (...). Eso va a depender mucho de las autoridades locales para que luego de la Copa del Mundo, se pongan a disposición de las regiones”, declaró el primer mandatario en una entrevista televisada.
Los 12 estadios de Rusia para la Copa del Mundo deben mantenerse a sí mismos, señaló Putin el 7 de junio, luego que algunos funcionarios públicos pidieran subsidios del gobierno.
“Todas las instalaciones deben ser capaces de cubrir sus costes” , dijo Putin, y sugirió que los recintos abran cafeterías y centros comerciales para impulsar su rentabilidad.
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El mantenimiento anual de varios estadios del Mundial costará entre 200 y 400 millones de rublos ($3,2 y $6,4 millones) , según cálculos de autoridades regionales.
Pero varias ciudades sede del Mundial están teniendo problemas para determinar qué hacer después del Mundial con instalaciones con una capacidad mucho mayor a la asistencia media a los partidos de clubes.
El equipo Rotor de Volgogrado ocupará un nuevo estadio de 45.000 plazas pese a tener una asistencia media en sus partidos en casa de apenas 3.800 personas. El Baltika de Kaliningrado heredará un recinto de 35.000 asientos para un público 6.100.
*Con información de agencias AP y AFP