A inicios de la década de los años 80, Costa Rica enfrentaba una de las crisis financieras más complejas de su historia, bajo el mandato del presidente Rodrigo Carazo. Muchas empresas estaban con la incertidumbre de si tendrían que cerrar de un día para otro debido a las condiciones del país.
En aquella época, precisamente en 1981, Francis Durman acaba de terminar su preparación como ingeniero mecánico en Estados Unidos y su padre Arthur Durman le pidió regresar al país para darle una mano con el negocio familiar. Para ese momento, ya estaba consolidada la empresa Durman Esquivel, que inició importando materiales para la construcción.
El panorama no era nada halagüeño. El mismo Durman lo reconoce durante la entrevista realizada en las oficinas del Grupo Montecristo, con motivo de la distinción que se le otorgó como Empresario del Año de El Financiero en 2024. “En ese momento prácticamente estábamos quebrados, al punto de que entonces cuando yo me senté con mi papá le dije: bueno, ya no tenemos mucho que perder, entonces pellejiémosla para ver si podemos sacar esto adelante”, recordó Durman.
Con un tono relajado, soltando de vez en cuando una frase coloquial y como si estuviese tomando café con un amigo de toda la vida, nos recibió en las oficinas del Grupo en Escazú. Rápidamente destacó que el reconocimiento de Empresario del Año era un reflejo del trabajo en equipo y de todos aquellos que contribuyen al éxito del negocio del cual él es la cara.
Sus inicios no fueron sencillos y él mismo reconoce que era un desafío enfrentarse al día a día del negocio en aquellas circunstancias por las que atravesaba el país hace casi más de cuatro décadas. A sus 21 años y con una personalidad, según él, introvertida, confiesa que sacar a flote el negocio fue retador y llegó a asumir un rol de líder “un poquito a la fuerza”.
LEA MÁS: Hospitales privados en Costa Rica: ¿cuántos son y cómo se mueve este negocio?
Pronto tuvo que hacerle frente a otro desafío: su papá le pidió que fuera a solicitar un préstamo al Banco Central para que el negocio que crearon no cerrara ni dejara sin empleo a sus colaboradores. “El que es introvertido me va a entender, cuando me dijeron eso yo pensé: ya quebramos, pero al mismo tiempo me decía a mí mismo que tenía que superar ese miedo, porque la responsabilidad que tengo es muy grande”, cuenta.
Admite que llegó temblando a su cita con Carlos Manuel Castillo, presidente en aquel entonces del Banco Central. Pidió apoyo a la entidad monetaria para colonizar los pasivos que tenían en dólares. El jerarca puso a competir a la empresa junto con otras para determinar cuáles eran las 100 a las que el gobierno debía respaldar para salir de la crisis.
El negocio recibió el apoyo económico, pero Durman quedó con un gran compromiso: no le podía quedar mal a la compañía, a los empleados ni al propio Banco Central. “Lo que había que hacer era “bretear” y sacar el negocio adelante”, enfatiza.
Hoy, 40 años después de que se convirtiera en CEO de la compañía familiar, su estilo de liderazgo es muy claro, en sus palabras: predicar con el ejemplo de que lo que para muchos es imposible se puede hacer posible, porque de acuerdo con su filosofía, lo más fácil es decir no se puede y ahí se pierden cientos de oportunidades y ese es su gran reto como líder: demostrarle a la fuerza laboral que sí se puede.
Bajo la tutela de Francis Durman, que asumió el puesto de CEO en 1984, la compañía logró superar la crisis y buscar horizontes para expandirse fuera de Costa Rica. Recuerda que por la situación financiera los llevó a probar suerte primero en Centroamérica y luego en otros mercados latinoamericanos y poco a poco dejaron atrás los fantasmas de la quiebra y su objetivo era concentrarse en la expansión.
Su visión fue clave para que la empresa pasara de estar concentrada en el sector de construcción a abrirse a un abanico de sectores comerciales.
Ver oportunidades y no problemas
En el 2013, deja Durman Esquivel –que ya había sido adquirida por la firma belga Aliaxis– para dedicarse a Grupo Montecristo, un conglomerado que incluye negocios en varios nichos pero su carta de presentación es la división salud, con el hospital Metropolitano y los servicios médicos como: MediSmart, Laboratorios Paez, Centro de Nutrición Clínica, Pedia Clinic, entre otros.
La participación de la empresa en este segmento inició hace 15 años cuando, según Durman, la salud privada no era accesible para la población de clase media y esa fue la oportunidad que vieron para entrar. Estratégicamente se enfocaron en ese público meta porque es la clase social más grande en el país.
“Cuando nosotros entramos al mercado venimos a ser grandes disruptores y creo que la palabra nos calzó muy bien, porque venimos a cuestionar lo que hacía y cambiamos radicalmente la forma de hacer medicina privada. Afortunadamente eso es lo que ha traído una revitalización del sector, en donde muchas de las personas que se sentían que estaban muy confortables hoy están diciendo: tenemos que renovarnos para poder competir”, comentó Durman.
La expansión de la división de la salud, en ojos del CEO del Grupo, ha traído al mercado una mayor oferta de salud que hace 15 años no existía y eso ha hecho que el segmento esté en capacidad de darle una mano al sector público para aliviar las crisis de listas de esperas y otros males que aquejan al sector salud. Uno de los objetivos en el que pusieron su foco era cómo acercar la medicina a la clase media, tanto en servicio, precio y cercanía.
Otra de las claves para el crecimiento del segmento de salud es la expansión de la oferta de servicios médicos que va por ejemplo desde odontología, hasta cuidados intensivos. Según Durman, “hemos segmentado la medicina de forma tal que podamos darle a cada persona lo que lo que necesita y al precio que lo necesita”.
Es claro que el ambiente de negocios en Costa Rica no es sencillo, el exceso de burocracia en nuestro país durante años afecta tanto a emprendimientos como negocios ya consolidados. Según el empresario, “todo el mundo, se le para uno en la escoba para que no pueda barrer”.
En el negocio de la salud privada la competencia es fuerte y el líder de Grupo Montecristo espera que printo el sector privado y público formen una mancuerna que mejore todo el sistema.
“De alguna manera se ha satanizado el sector salud privado, pero más bien ha sido una bendición porque viene es ayudarle al sector público y a la Caja a ir bajando esas listas de espera en lo que se pueda, afirmó el empresario.
Otros brazos del Grupo
Este negocio tiene participación en otros sectores económicos como el régimen de zona franca: Montecristo tiene en su portafolio dos parques industriales: Parque Industrial del Este y BES. Además de Manga Rica, empresa dedicada al cultivo y exportación de mango; Gato Gordo, compañía de alquiler y distribución de Club Car; CR Marine Supply, una división de suministros y repuestos para embarcaciones que representa a marcas como Sea Hawk, Raymarine y Spot Zero.
Tiene otras dos divisiones: Montecristo Golf, que cuenta con representación de dos marcas: Club Car y Toro. Montecristo Agrícola, empresa dedicada al manejo adecuado de residuos domiciliares en el Gran Área Metropolitana.
LEA MÁS: Francis Durman: Sanford Health quería más que el 12,5% del Hospital Metropolitano
“El día tiene 24 horas para todos, pero no se puede estar liderando varios frentes al mismo tiempo, por eso hay que tener gente que se la crea y que pueda empujar igual que uno, con la visión del grupo nuestro, con esos valores que nos dan caracterizado por muchos años”, afirmó Durman.
De cara al futuro
Durman atravesó un complejo problema de salud durante la pandemia: fue diagnosticado primero con cáncer de próstata y luego con uno de garganta, y luego de someterse a quimio y radioterapia, considera que su motor para seguir al frente de la compañía a sus 65 años es su familia y particularmente sus nietos, a quienes considera su punto débil. Incluso guarda la ilusión que alguno de ellos tome la batuta para continuar con el negocio familiar.
Todavía se siente con energía y ganas para seguir “empujando la carreta” y aconseja a las nuevas generaciones de emprendedores y líderes “que sueñen” y luchen sin cesar por sus metas.
“La vida lo que tiene es retos y uno decide si tomarlos o no. Siempre hay suficientes desafíos para justificar por qué no llegué donde tenía que llegar. Si uno logra hacerlo una vez y le va bien, lo hace una segunda vez y le vuelve a ir bien, entonces se pierde ese miedo y uno empieza a decir sí se puede y a creérsela”, finalizó.