Decir Lil Mena es hablar de una vida de entrega al mundo del arte y las artesanías, y al sector empresarial que les rodea, sobre todo en lo que concierne a las mini pymes, que generan micro empleo.
Capacitadora en desarrollo de productos, Mena está convencida de que es erróneo que los programas que brindan ayuda a microempresarios hagan un fuerte énfasis en la administración, “cuando lo que se necesita es un buen producto primero”. “Ningún crédito va a sacar adelante un mal producto”, enfatiza. Pero también echa de menos capital semilla, de riesgo, ya que “los emprendedores no tienen acceso a financiamiento para ideas de productos”.
Por eso cree firmemente que una opción para la generación de empleo es la creación de un centro de diseño, con un programa permanente de capacitación.
Eso quedó claro de nuestra amena conversación de sobremesa. Y mucho más.
—Se ha dedicado usted desde hace tiempo a gestionar y asesorar a mini pymes. ¿Cuáles serían tres dificultades que deben superar esas empresas?
—“Las personas sin educación formal buscan en las manualidades, artesanía, en oficios que no requieran educación, una salida a sus necesidades. La mayoría vende productos que no son necesarios, dirigidos a sectores medios altos y altos cuyos estilos de vida desconocen. Así, es imposible que produzcan objetos que serán interesantes para un público amplio con capacidad de compra. Sus productos son de baja calidad en diseño y generalmente variaciones de productos chinos; copias más baratas. Costa Rica es un país caro, debemos competir con valor agregado. Pero la primera dificultad es el acceso a información de mercado. La segunda, es la falta de acceso a información de diseño con base en esa información de mercado. La tercera, es la ausencia de capital semilla, de riesgo. Los emprendedores no tienen acceso a financiamiento para ideas de productos”.
—Pasando a otra de sus actividades, ¿qué se siente cuando se crea papel y con qué materiales prefiere trabajar para lograr las diversas texturas?
—“Libertad… Todos los materiales que he explorado han sido con la intención de contar con un material de bajo costo, que me permitiera crear sin límites. Por ejemplo, el uso de manta en batik en lugar de seda. El uso de cabuya en la tejeduría, en lugar de seda o lana. Y el pinzote del banano (tronco que sostiene el racimo) en el caso del papel, en lugar de pulpa de algodón. Todos son materiales accesibles, de bajo costo o bien de desecho. Prefiero el pinzote, pues es una fibra larga que me permite crear papeles de origen indígena, como el mastate o el amate, pero sin necesidad de cortar arboles”.
—¿Ha dejado usted de pintar para dedicarse a compartir su conocimiento relacionado con la producción artesanal de papel o sigue dedicando tiempo a la pintura?
—“Divido mi tiempo. Me gusta la capacitación por mi experiencia de vida personal y profesional. He pasado por todo: éxito, fama, fracaso… Esto me permite asesorar mejor. Pintar es la herramienta que usa mi cerebro para solucionar problemas. Creo también que un capacitador en desarrollo de productos debe mantenerse en el mercado para estar al día. Actualmente, con tanta tecnología, la huella de la mano agrega valor a los productos y eso me lo da la pintura”.
—¿Cuáles son sus colores preferidos para trabajar con ellos?
—“Alegres y limpios. Creo que los colores deben comunicarse con los espectadores y dar buenas energías. Nuestra memoria, nuestros ojos se llenan de horrores cada día a través de los medios. Mi trabajo no. Si estoy triste, no pinto”.
—Viendo hacia atrás, ¿cuál sería su mayor satisfacción?
—“Las barreras que me tocó vencer abrieron camino para otros. Mi taller de batik fue el primero en Costa Rica. El premio de la Bienal abrió campo para jóvenes. Rompió esquemas. Con el papel de banano se abrieron opciones de papeles de origen no maderable y se generaron muchos productos a partir de esos materiales. Fuimos los primeros en hacerlo accesible a otros”.
—¿Proyectos a mediano plazo?
—“Desde hace muchos años hago libros en blanco, más bien diarios y libros arte. Ahora estoy interesada en hacer libros con pintura narrativa, algunos que tienen que ver con mi identidad costarricense, como el portal de navidad, las mascaradas o el café; y otros con experiencias de vida, como las recetas de cocina de mi mamá”.
—¿Cuáles sueños no se le han cumplido?
—“Después de tantos años de diagnósticos y de ver miles de productos, de proyectos del INA, del IMAS, del INAMU, creo firmemente que una opción para la generación de empleo es la creación de un Centro de Diseño. Una clínica adonde se lleven productos digamos “enfermos”, mal hechos, sin futuro. Un lugar que dé pautas para crear productos que sí tendrían futuro y, sobre todo, seguimiento. En un país turístico, es increíble que no haya un programa permanente de capacitación, sino solo intervenciones caras y esporádicas. Con pocos recursos, hay que dejar de echar canicas al aire”.
Ojalá su sueño se haga realidad y mejore la calidad de miles de productos producidos en el país.