El congestionamiento vial capitalino, el movimiento de las residencias fuera del centro de la ciudad y los cambios en la distribución del poder político y económico cambiaron la imagen del Club Unión, que en la opinión pública pasó de ser considerado “el sitio donde se elegían los presidentes” a ser un “centro social para hombres adultos y entrados en años”.
En su 90 aniversario, este ícono josefino opera con una nueva estrategia para mantener la imagen tradicional y el valor histórico del Club, mientras seduce a costarricenses muy diferentes de los empresarios cafetaleros que lo fundaron en 1923.
De acuerdo con José Francisco Aguilar, presidente de la junta directiva, esta nueva generación de socios y socias tiene un perfil definido: ronda los 40 años, es profesional, tiene éxito y quiere seguir creciendo dentro de empresas, principalmente del sector bancario, o con emprendimientos donde resulta valioso construir relaciones estratégicas. Y esas relaciones van a construirlas en el Club Unión.
“Este es un club empresarial. Por un lado, queremos al profesional, intelectual, empresario joven destacado, gente que ya ocupa puestos de dirigencia. Pero también estamos tratando de estimular el interés de grupos juveniles, para que disfruten los salones, hagan las actividades que les plazca, acorde con la edad y sus intereses”, explica Aguilar.
A este público lo atraen con el objetivo de compartir actividades y espacios, para que aprendan a apreciar al Club como organización histórica pero también como espacio vigente para hacer negocios y desarrollar relaciones empresariales exitosas.
El historiador Raúl Arias, del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, opina que el primer paso debe ser sacudirse la imagen elitista y cerrada con la que el Club Unión nació y creció.
“Durante casi toda su existencia se ha mantenido como lo que es, un sitio privado con visión hacia adentro. La percepción del público es de un espacio elitista, exclusivo para personas de clase social muy alta, inclusive no empresarial. En los últimos años ha tenido un cambio significativo, con el cuidado de tener siempre un público de alto nivel no solo salarial sino cultural, lo que ha permitido que se desarrolle poco a poco una percepción distinta del Club y se le considere como una opción más abierta”, asegura el experto, quien ha asesorado al Club para la correcta proyección de su imagen histórica durante esta etapa de cambio.
El sociólogo y director de la sede académica de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Costa Rica (Flacso), Jorge Mora, señala el objetivo de acercarse a los jóvenes como el mejor camino que el Club puede tomar para asegurar su continuidad.
“Aquí hay un asunto que tiene que ver con la naturaleza misma del Club Unión, porque lo que la juventud necesita son espacios de reflexión sobre los principales desafíos de la sociedad costarricense. Para una institución como el Club, la apertura de ese tipo de espacios sería una forma casi natural de atraer a los jóvenes. El Club Unión es una organización que de inmediato la relacionás con la tradición histórica de Costa Rica y sobre todo con sectores de altos ingresos, con una incidencia muy clara en la política nacional”, resalta Mora.
Pequeño Wall Street
Aguilar, Arias y Monge coinciden en que esta conquista de la juventud será un proceso lento, con resultados a mediano o largo plazo. Por eso, ya se ejecutan acciones concretas para atraer al sector financiero y empresarial a corto plazo.
La primera obra construida con este objetivo fue el Café Club Unión, un apéndice del edificio principal donde cualquier josefino promedio puede experimentar la esencia del Club en su cocina y servicio, con precios accesibles y ese aire europeo que acompaña al Club desde su conceptualización, pues sus fundadores se inspiraron en los clubes de caballeros de Londres.
“Hace unos seis meses compramos un camión para servicio de catering , estuvimos durante las visitas de los presidentes (Enrique) Peña Nieto y (Barack) Obama. Desde el café estamos atendiendo pequeñas actividades para nuestros vecinos, que son los bancos. El centro de San José se convirtió en un pequeño Wall Street, donde están el Banco Central, el Nacional, el de Costa Rica, el Crédito, el Popular y los bancos privados también alrededor, de manera que eso es lo que ahora integra realmente el club, como socios o como visitantes. El club nuestro no es ni campestre ni deportivo, siguen reuniéndose políticos, profesionales y banqueros”, explica Aguilar.
Esa especialización del centro de la ciudad hace que a esta iniciativa culinaria se le una otra más financiera, el Centro de negocios. Este espacio es una apuesta directa a la atracción de profesionales, primero como clientes, pero con el objetivo de convertirlos en socios a corto plazo.
“Estará aquí mismo, en las oficinas del tercer piso. Es un proyecto para darle servicios al empresario que no tenga oficina o que necesite un sitio de reunión en el corazón de San José. Será un servicio total, con secretariado, máquinas, audiovisuales y si quiere de una vez pasar a tomarse un café, almorzar o cenar, aquí tiene todas las condiciones. En unos tres meses comenzaremos a construir y el resto será rápido, ya en mes y medio estaríamos listos”, proyecta Aguilar.
Para todos estos servicios, los socios activos obtendrán un 10% de descuento.
Otros planes que incluyen modificación de las instalaciones e incluso trascienden las fronteras físicas del Club, ya están en papel y esperan los resultados de estos primeros pasos.
Mientras llega el momento de diversificar la operación, el principal ingreso del Club está en los aportes de los socios activos, seguidos por los alquileres del edificio norte (a la empresa Fischel y a Popular Pensiones) y los ingresos por eventos privados, como bodas. Las actividades para socios y para grupos de bien social, como el Club Rotario o la organización Tierra Fértil resultan más bien deficitarias.
Para su operación básica, sin contemplar los egresos por concepto de préstamo con el Banco Nacional, el Club Unión requiere ¢1.500 millones al año. Con las cuotas de los socios se cubre poco más de la mitad de ese monto.
La historia como un activo
Para ser socio del Club Unión se debe cumplir con tres pagos: la compra de la acción (¢537.000), el depósito de una cuota de ingreso (¢300.000) y un pago mensual de ¢70.000. Sin embargo, antes de llegar al dinero se debe aportar un recurso más escaso: cartas de referencia de dos socios activos del Club, que respalden su ingreso.
En este momento, solo 700 de los 2.000 socios del club están activos, y de ellos, 100 son socios corporativos, no accionistas. En la mayoría de los casos (90%) se trata de hombres con décadas de pertenecer a la organización y que en promedio tienen 60 años.
“En los últimos cuatro años hemos recibido unos 75 u 80 nuevos. Hemos tenido mucha fuga, pero tristemente por mucho deceso, es un club donde los socios ya tenemos ciertos años”, acepta Aguilar.
Aunque el paso del tiempo parece un enemigo del Club, de acuerdo con el historiador Arias y el sociólogo Mora, la historia del Club Unión es su principal recurso para atraer nuevos públicos, pues su imagen exclusiva y de lujo contribuye a generar confianza en quienes se acercan para organizar actividades sociales privadas y aporta valor a otro tipo de reuniones, como foros financieros y sesiones de juntas directivas o accionistas de empresas.
Además, esos 700 socios son un capital en sí mismos, pues a un nuevo socio se le ofrece la posibilidad de relacionarse con personalidades que son difíciles de encontrar en otros espacios.
EF conversó con tres socios activos del Club Unión, todos protagonistas de la realidad política y económica del país en los últimos años: Fernando Naranjo, gerente general del Banco Nacional; Rolando Laclé, expresidente de la Asamblea Legislativa, y Numa Estrada, vicepresidente de la Cámara de Comercio.
Los tres hacen visitas regulares al Club y tienen opiniones positivas sobre sus objetivos de renovación y rejuvenecimiento.
De acuerdo con Naranjo, su visita al “grupo de los martes” se mantiene desde el final de la administración Oduber (1974-1978), cuando un grupo del gabinete decidió mantener contacto con una reunión semanal.
“Años atrás el líder fue don Carlos Manuel Castillo, y algunas personas conocidas que han pasado por el grupo son Francisco de Paula Gutiérrez, Rodolfo Quirós Guardia, Rodolfo Coto, Clara Zomer, Félix Delgado y Eduardo Lizano. Ahora se ha ampliado, pero ha dejado una huella”, dice.
Para Laclé y Estrada, ambos abogados, la reunión en el Club es los jueves. Ese día coinciden con Franklin Matamoros, Carlos Mas Herrera y Rodrigo Sáenz, entre otros. “Es un círculo de amigos donde se concentran diferentes pensamientos políticos, empresariales y profesionales, siempre dispuestos a recibir nuevos contertulios”, asegura Estrada.
Laclé coincide y agrega un dato que también comparte con los otros socios: todas las personas que han conocido en el Club han sido interesantes y valiosas. “Muchas veces conversé ahí con don Mario Echandi, que era asiduo visitante del Club Unión, como tantos otros expresidentes”, dice.
Como ellos, el Club espera que las nuevas generaciones que dirijan al país encuentren en sus instalaciones un espacio para relacionarse, hacer negocios y aportar al desarrollo del país.
Como en Londres
Los empresarios cafetaleros que exportaban a Londres conocieron los clubes sociales para caballeros y trajeron el concepto. En 1923 formaron la sociedad encabezada por Oscar Rohrmoser y en 1925 inauguraron el club que casi de inmediato debió eliminar la prohibición de ingreso a las mujeres. Se convirtió en el sitio de reunión por excelencia para la clase alta y personalidades políticas del país.
1928
El Club Unión reunió a los visitantes de lujo que tuvo el país, como el aviador Charles Lindbergh. Esta imagen, cortesía de la Embajada de EE. UU., se tomó antes de celebrar un almuerzo en su honor.
1956
Las celebraciones sociales y políticas tenían casa en el Club. Tras la firma del tratado de límites con Panamá se celebró un baile ahí. Este aviso corresponde al aniversario de la campaña de 1856.
1983
El edificio original, que tenía gran cantidad de balcones y ventanales , fue destruido por el fuego en 1983.
1985
Durante la reconstrucción, que tomó varios años, el Club tuvo instalaciones temporales, con restaurante y billar.
1988
A la inauguración del nuevo edificio asistieron los expresidentes Daniel Oduber(izquierda) y José Joaquín Trejos (centro, corbata de rayas). A los expresidentes se les nombró miembros honorarios.
2010
La apertura del Club incluye la grabación de programas para televisión, organización de actividades sociales y apoyo a causas benéficas. El lema es trabajar como un club social de conciencia social.