Dice Clayton Christensen, reconocido mundialmente por sus estudios y aportes sobre los temas de innovación, que un 40% de las personas no logra innovar aunque lo intente.
Añade que un 5% de las personas tienen un instinto natural para hacer las cosas de una manera diferente. El resto de los mortales, tenemos que trabajar duro sobre el tema.
Buenos hábitos creativos
Christensen nos propone cinco hábitos para reforzar nuestra capacidad innovadora.
Asociar : Un innovador es una persona que logra asociar problemas e ideas que parecen muy diferentes, y las sintetiza en nuevas ideas.
Asociar un problema semejante con un entorno muy diferente, es ya de por sí una idea innovadora. Pensemos en las columnas arbóreas del genio arquitectónico Gaudi: ve los árboles y construye una estructura bellísima que distribuye las cargas de manera perfecta, al modo en que las ramas se dividen en un árbol.
Observar y preguntar : No deja pasar cómo son las cosas y por qué son así.
Observa con cuidado por qué hacemos algo de una determinada manera y se pregunta continuamente si esa es la mejor forma de hacerlo.
El hecho de que siempre se haya hecho así, no significa más que eso, así ha sido. No significa que deba seguir siendo así. La observación lleva al cuestionamiento.
El genio socrático consistía precisamente en la capacidad de “asombrarse” ante la realidad y hacer las preguntas correctas a los interlocutores para ayudarles a verla de una manera radicalmente diferente.
Nuevas ideas según entorno
Relacionar : El creativo identifica nuevas ideas por la diversidad de experiencias y personas que frecuenta.
Las personas abiertas son capaces de generar muchos puntos de vista sobre un mismo problema, y ubicarlo en una perspectiva cultural, tecnológica, intelectual, y estética a la vez.
Son personas con puntos de vista integrales. Se trata de que sea “una solución hermosa, elegante y funcional”, al mejor estilo de Apple.
Si bien es cierto que nos debemos prevenir contra la “sobre-información”, que nos lleva a revisar tantos datos, que elevamos la complejidad a niveles inmanejables. Se atribuye a Jobs (Steve) la habilidad para ir al corazón de las necesidades y encontrar la “clave, el principio subyacente de los problemas”.
Experimentar : Quien desea innovar experimenta constantemente. Debemos asumir el costo sicológico, de tiempo y recursos, que requiere buscar nuevas maneras de hacerlo.
Einstein decía que si seguimos haciendo las cosas de la misma manera, no recibiremos resultados diferentes.
La planificación tradicional está basada en el supuesto de que una mayor cantidad de información nos llevará a mejores decisiones. Y esto no es cierto en todos los ámbitos.
Con mucha frecuencia obtienen mejores resultados quienes invierten sus esfuerzos en analizar la información clave de una manera más inteligente y creativa, que quienes se desgastan en los análisis detallados y exhaustivos.
No hay que despreciar la información, pero hay que lograr la capacidad de elegir solamente la información necesaria.
Códigos de comprensión
Nuestro proceso natural de conocimiento es eficiente y por ello crea códigos –patrones– de comprensión, que permiten entender estructurada y rápidamente los acontecimientos dentro de un marco previo.
Al enfrentarnos con nuevos hechos, los asociamos a patrones históricos o habituales, y los analizamos, clasificamos y actuamos de acuerdo con la experiencia previa, ya sea experimentada o aprendida.
En cierto sentido, la eficiencia misma de nuestro conocimiento es la primera causa de que se nos dificulte pensar de una manera más creativa.
La manera más efectiva de cambiar nuestras ideas no es desde fuera por el conflicto, sino desde dentro por la comprensión creativa y abierta.
La nueva información no rompe paradigmas por sí misma.
Es la apertura e innovación como hábito mismo del pensamiento, el proceso por el que se logra crear nuevos marcos y redefinir nuestra comprensión de la realidad.