Cuando se come, el silencio es oro, sobre todo en la ruidosa Nueva York.
Esta es la premisa del joven dueño de un restaurante en Brooklyn, que algunas noches a la semana ofrece a sus clientes una cena de cuatro platos... en completo silencio.
Lanzada hace un mes, la propuesta ha encontrado inmediatamente un público dispuesto, en una ciudad donde el nivel de ruido de los restaurantes es a menudo muy alto y se convierte en blanco habitual de quejas.
Tal es así que para cenar sin hablar, o darle un significado nuevo al viejo dicho de mantener la boca cerrada mientas se come, en E.A.T., un pequeño restaurante de 25 cubiertos ubicado en el barrio de moda Greenpoint, es necesario reservar con varios días de antelación.
"Quiero darle a la gente la oportunidad de apreciar la comida con una atención especial, una experiencia habitualmente imposible en una cena ruidosa, en particular en una ciudad como Nueva York", dijo su gerente, Nicholas Nauman, de 28 años.
La prohibición de hablar durante la cena, con menú fijo de cuatro platos vegetarianos, rige a menos que el comensal quiera salir a terminar su plato en un banco a la entrada.
En la pequeña sala con largas mesas de madera para varias personas, o pequeñas mesitas para dos, los clientes se prestan al juego, degustando el menú realizado a partir de productos orgánicos locales y bebiendo en jarras de cerámica.
Durante una hora, saborean, miran, observan y están en silencio, como aislados del mundo. Porque otra regla es que los teléfonos celulares también deben estar apagados. A algunos les es difícil mantenerse serios en este experimento, tan contrario a la excitación que prevalece en Nueva York.
Al final de la cena, una vez terminado el postre, termina el mandato de silencio. Luego, Nauman rompe el silencio primero con un "Gracias, chicos", y recibe el aplauso de sus clientes.
En un primer momento, Nauman ofreció una cena en silencio al mes. El éxito fue tal que rápidamente debió ampliar la propuesta a una vez por semana.
El costo del menú es de $40, más la propina, un precio más que razonable para un poco de silencio en Nueva York.