¿Qué necesita una mujer para ser líder? ¿Una esposa? Cuando un hombre asume una jefatura en una organización o empresa adquiere poder y prestigio, y el complacido apoyo de su familia. Cuando lo hace una mujer, si bien enfrenta menos prejuicios que hará algunos lustros, debe desempeñarse con el doble de eficiencia para obtener la mitad del reconocimiento. Y si además acaricia la fantasía de formar una familia, encontrará el camino claveteado de obstáculos.
Para empezar, necesita una pareja. ¿Cuántas mujeres no se regocijan por el ascenso laboral y económico de su marido? ¿Cuántos hombres, en cambio, toleran que su esposa gane más que ellos? ¿Cuántas mujeres brindan a sus cónyuges servicios de administración doméstica, cuido de niños, ancianos, mascotas, cocina, lavandería, limpieza, enfermería empírica y atención sicológica? ¿Cuántos hombres ayudan ?
Pues no. Empezamos mal. Una lideresa no quiere un hombre que ayude . Te ayuda el que está convencido de que la tarea es tuya. Una lideresa (¡o no lideresa: cualquier mujer del siglo XXI!) necesita una pareja consciente hasta la médula de que la crianza de los hijos y el cuido del hogar son tarea, responsabilidad y compromiso absoluto de ambos dos. Si ella puso el óvulo, él arrimó el espermatozoide, y lo único en que un varón no puede desempeñarse con solvencia es dando a luz y dando el pecho.
Una lideresa necesita una pareja que no viva su éxito como competencia, que brinde a los hijos la misma dosis de afecto y de presencia, que acepte una distribución equitativa de las horas de ocio, que no le tema al poder que le confiere a ella el no depender económicamente de él. Alguien sin miedo de amar a alguien sin grilletes. Si las mujeres no despliegan su potencia se fugará el talento de media humanidad hacia la nada. Para que emerja, necesitamos hombres que amen, no que dominen.