
Ese es el título de la primera novela centroamericana militantemente gay que llega a mis manos. Su autor es el nicaragüense Carlos Luna Garay, y salvo por las novelas del salvadoreño Mauricio Orellana Suárez, no sé de ningún otro escritor de la región que describa con igual franqueza y erotismo la homosexualidad.
Orellana tiene siete novelas, algunas de nombres maravillosamente sugerentes como Te recuerdo que moriremos algún día (2001) Ciudad de Alado (2009), Heterocity (2011), y Cerdo duplicado (2014). Es una lástima que seamos una región de países culturalmente balcanizados , que no podamos encontrar en librerías los libros mencionados de Orellana o este de Carlos Luna, que ganó el premio 2013 del Centro Nicaragüense de Escritores.
La novela Debajo de la cama me sorprendió por su tono fluido, por la naturalidad y verosimilitud de los diálogos y por el peso de su compromiso. En ella vemos una realidad: la de los gay definidos e “indefinidos”.
La obra es el viaje del narrador a través de sus elecciones amorosas y vitales para llegar a un doble puerto: el de ser escritor, primero, y el de aceptar que su novio es un “indefinido”, quizás un bisexual que nunca aceptará abiertamente su homosexualidad y vivirá siempre entre dos mundos. Llegar al segundo puerto implica romper con él y liberarse.
La novela es un viaje hacia la verdad y ese difícil viaje –contado con humor– no concierne solo al personaje principal, Alec. También a su madre. Una mujer tradicional que, justo en el momento en que el hijo anuncia a la familia su opción de género, lanza otra bomba: anuncia que deja al padre y la vida de familia por una opción que le resulta más satisfactoria.
Lo que me parece más valioso de la novela es el siguiente mensaje: lo único que nos hará realmente felices es la autenticidad, aceptarnos como somos, sin fingimientos, y perseguir nuestros sueños cueste lo que cueste.