Los carteles de “se alquila” y las cortinas de metal cerradas en horas laborales son señales claras de la crisis económica derivada de la pandemia: cuando el mundo se recupere de la COVID-19 ya muchos negocios habrán dejado de existir, entre ellos, algunos que han sido emblemáticos dentro del consumo local.
Nombres como peluquería Cri Cri o el primer local de Il Pomodoro, sucursales de bancos, gimnasios, bares o cadenas de restaurantes ya dejaron de ser parte activa del parque comercial. En específico, se trata de negocios y establecimientos que dependían de la presencia física de sus consumidores en los puntos de venta o servicio, y se vieron afectados por las restricciones, operativas o de movimiento, que dictaron las autoridades para contener la pandemia.
Olga Vargas, directora ejecutiva de la Cámara Nacional de Comerciantes, Detallistas y Afines (Canacodea), afirmó que la estimación de cierres en el sector está entre un 20% y un 30% del total de negocios.
“Los empresarios que más se vieron afectados fueron aquellas pequeñas pulperías o abastecedores cuyas ventas se redujeron en más de un 90%. Negocios relacionados con el tema alimenticio, como restaurantes y sodas, afectados por las medidas de aforo y restricción vehicular, y los bares, que vivieron un cierre total de operaciones desde el inicio de la pandemia”, comentó Vargas.
A los casos mencionados se deben unir el sector turístico, de los primeros en cerrar debido a la pandemia, y gimnasios, barberías o salones de belleza, instituciones educativas y tiendas físicas en general, afectados por la menor circulación de consumidores y la limitación de aforo.
Francesco Pignani, inversionista y consultor empresarial, explicó que este tipo de comercios tiene en común que su propuesta de valor conlleva el contacto entre dos o más personas, y enfrentan el problema de riesgo por transmisión del virus por el aire o en superficies.
“Los negocios que no hayan podido resolver esta relación física se han visto afectados hasta el punto de cierre. La proyección para este año sigue siendo pesimista. La reactivación económica requiere de varios elementos que trabajen en forma coordinada, lo que no se está viendo a nivel nacional”, comentó Pignani.
Estos componentes para la recuperación estarían en manos de las empresas, mediante la reinvención y adaptación de sus negocios con herramientas tecnológicas y de innovación, y también de las autoridades, con intervención estratégica en términos de financiamiento. Pignani también sugiere una revisión de los impuestos en esta coyuntura.
El profesor de Lead University, Javier Freer, especialista en investigación de mercados y planificación estratégica, añadió a los negocios como agencias de venta de automóviles y firmas inmobiliarias, que sufren debido a la depresión económica, al lado de otros negocios enfocados en productos de alto valor en términos de costo.
“Esto no quiere decir que todos los comercios anteriores cerraron, sin embargo, sí tenemos cifras muy alarmantes. Por ejemplo, y según la página de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), casi 3.000 empresas ya no cotizan en este momento y hay más de 58.000 trabajadores menos cotizando en la comparación con 2019″, afirmó Freer.
Casos conocidos
Pignani señaló el caso del bar y restaurante Chelles, en avenida Central, como ejemplo típico de los efectos de una economía contraída, y aunque cerró en febrero 2020, sus síntomas fueron los mismos que los provocados después por la pandemia.
“Este icónico establecimiento de más de 100 años de operación, no pudo balancear sus costos (alquiler, impuestos, cargas sociales) con la fuerte reducción de ventas generada por la desaceleración económica”, lamentó Pignani.
En el caso de la peluquería infantil Cri Cri, fue la Cámara de Comercio la que citó el final de sus 54 años de historia como punto de referencia de lo que vivieron los comerciantes locales ante los primeros meses de confinamiento. La propietaria de las peluquerías, Yelsi Poltronieri, representa a la tercera generación familiar en administrar el negocio y estuvo al frente durante 16 años.
Además de los casos de Chelles y Cri Cri, otros nombres conocidos han tomado medidas extremas para evitar pérdidas mayores.
BAC Credomatic y Scotiabank anunciaron el cierre de sucursales y despido de colaboradores, durante el segundo semestre del 2020. En el caso de BAC fueron 11 sucursales y 373 personas despedidas. Scotiabank cerró cinco locales y desvinculó a 98 personas.
En restaurantes, y sus proveedores, la lista es larga, pues según sondeos de Cacore, unos 8.000 puntos de venta cerraron debido a las restricciones iniciales, sin certeza sobre una posible reapertura. Algunos casos de referencia fueron los del cierre de Antojitos y bar Río en San Pedro, Hard Rock Café en Playas del Coco y Caccio’s en San Pedro. En ese cantón universitario también cerraron el primer local del restaurante Il Pomodoro, ubicado frente a la Municipalidad, y el abastecedor Súper Tacho, que estaba contiguo a las residencias de la Universidad de Costa Rica, junto a la facultad de Educación.
Freer también recordó que empresas de todo tipo han debido aplicar recortes. “Dole, Yale, Baxter, Calox, Chiquita, Dos Pinos, Avianca, Sykes y Laboratorios Stein, en Costa Rica, y a esto se suman empresas gigantes a nivel mundial que sí quebraron, como Hertz y Cirque Du Soleil, o cerraron, como la operación de J. Crew en el Reino Unido, entre otros”, enumeró Freer.
Las acciones específicas de acceso a créditos y medidas para incentivar el consumo serán claves en la búsqueda de una reducción del impacto económico en el comercio.