La vida de Renata Oliveira siempre ha girado en torno al carnaval: jefa de su propio atelier de costura en Rio de Janeiro, confecciona disfraces para las célebres escolas de samba que cada año deslumbran al mundo.
Pero las agrupaciones decidieron suspender sus desfiles de 2021 a la espera de una vacuna contra el coronavirus y Renata, al igual que miles de artistas que dependen de la fiesta de Momo para subsistir, se preguntan: ¿y ahora qué?
"La gente piensa que el carnaval es solo fiesta y diversión, pero no es así: es una fuente de sustento para muchas familias. Todo lo que construí a lo largo de mi vida ha sido en torno al carnaval", explica esta mujer de 41 años, sentada junto a una de las máquinas de coser del taller que alquila en el barrio São Cristóvão, en la zona norte de Rio.
En tiempos normales se vería allí un intenso ajetreo de decenas de costureros, diseñadores y decoradores, pero ahora solo hay silencio. El lugar se encuentra cerrado desde marzo, cuando la pandemia empezó a golpear de lleno a Brasil y fueron impuestas medidas de cuarentena.
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Desde entonces no ha podido pagar el alquiler del espacio.
Renata camina junto a una montaña caótica de prendas brillantes, maniquíes de metal, retazos de tela con lentejuelas, máscaras, plumas.
Algunos figurines todavía empapelan la pared, aunque las puntas lucen despegadas.
Son restos del último carnaval, en el que trabajó confeccionando trajes para diversas escolas del llamado "grupo de acceso", segunda categoría del concurso que se celebra en el Sambódromo.
"Tuve que vender máquinas de coser, máquinas de corte, me tuve que deshacer de muchas cosas, lamentablemente, para sobrevivir", cuenta.
Gastó sus ahorros en el funeral de su madre, que falleció al inicio de la pandemia (por otras causas) y durante los últimos seis meses sobrevivió gracias a cestas básicas solidarias y al subsidio mensual de 600 reales distribuido por el gobierno.
"El propietario de aquí me conoce, sabe cómo está la situación. Pero va a llegar un momento en el que tendré que pagarle", comenta.
“El carnaval es mi vida”
Más de 147.000 brasileños fallecieron tras contraer la COVID-19, que se diseminó a ritmos diferentes según la región en este enorme país continental de 212 millones de habitantes.
Rio, principal destino turístico y una de las puertas de entrada del virus, vivió su peor momento entre abril y junio.
Aun con elevados registros de muertes y contagios, inició su reapertura económica y no ha vuelto a cerrar los servicios pese a que registró algunos repuntes.
En la última semana la ciudad registró un promedio de 39 muertes y 885 nuevos contagios por día.
"¿Quién iba a imaginar que el mundo viviría algo así?", se pregunta Renata, que está en tratamiento médico por síntomas de ansiedad.
"Todo esto me dejó un poco enferma. Pero me estoy cuidando porque tenemos que seguir adelante".
A pesar del panorama sombrío, confía en que una vacuna permitirá celebrar la fiesta más popular de su país, aunque sea fuera de su época habitual, en febrero.
“¡El carnaval es mi esencia, es mi vida!”, exclama.