Los barrios del este de San José se han convertido en atractivos lugares para la gastronomía nacional.
Amón, Otoya, Aranjuez, Dent, Los Yoses y Escalante, que en algún momento fueron zonas donde vivía la población de más ingreso del país, hoy encantan a sus visitantes no solo por la gastronomía que allí se ubica, sino también por su encanto arquitectónico de antaño.
Estos lugares, tranquilos y silenciosos, albergan inmuebles que han hecho que los consumidores prefieran ir ahí a comer y no dentro de nuevos desarrollos inmobiliarios, cargados de comercios y más bulliciosos.
Según un conteo realizado por EF en los barrios mencionados, en un área de 2 kilómetros cuadrados, operan más de 85 establecimientos gastronómicos en lo que fueron alguna vez grandes quintas, pequeños garajes y hasta cobertizos.
El encanto que dan estas zonas josefinas hace que este año el desarrollo comercial sea superior en un 10% en comparación con años anteriores, según datos de Colliers International.
Barrio Escalante –el más emblemático– alberga alrededor de 40 establecimientos ubicados sobre las calles 31,32 y 35 como principales focos de atracción.
La diversidad gastronómica de sus calles es lo que vuelve atractivo al lugar y sus propietarios se han organizado para que cada uno tenga una oferta diferente y así no competir directamente entre ellos.
LEA: Nuevo centro gastronómico abrirá en Cartago con inversión de $3 millonesDiego Castro, socio del restaurante Impar, comenta que la estrategia de los negocios ha sido unirse para que, a la hora de ir a comer o cenar, la gente no solo piense en un restaurante, sino en Barrio Escalante.
“Si como negocios logramos que las personas que quieran salir a comer piensen en Escalante, todos vamos a estar llenos y por ende todos ganamos”, comentó Castro, quien tiene dos años de operar en la vieja casa de sus abuelos, en la que encontró la mezcla de arquitectura y localización ideal para su negocio.
Muchas de las casas donde se ubican ahora estos puntos gastronómicos son heredadas, como en el caso de Impar.
Otras son alquiladas o vendidas por los antiguos dueños de estas propiedades, incentivados por el desarrollo de las zonas.
No obstante, así como han crecido los barrios han aumentado los precios de alquiler y venta en comparación con años anteriores, donde no existía la tendencia de adaptar viviendas a infraestructuras de restaurantes.
El precio de venta ronda los $1.300 por metro cuadrado, sin incluir las remodelaciones necesarias.
Los precios de alquiler se ubican de $10 a $14 por metro cuadrado, según datos de Colliers, dependiendo también del metraje de la propiedad y las amenidades que ofrezca.
Encanto sin igual
Cabe mencionar que, además de las viejas edificaciones, los barrios también vislumbran nuevas construcciones destinadas a desarrollos comerciales, complejos habitacionales verticales con pequeñas plazas comerciales y de oficinas en sus inmediaciones.
Diego Juárez, propietario de Café Miel, considera que la gente se siente atraída hacia estas zonas porque allí encuentran algo que para él no existe en otro lugar del país: un barrio antiguo mezclado con comida de muy buena calidad.
“En otros lugares se pueden encontrar buenos restaurantes, pero nunca un ambiente como este. Casi todos estos barrios han desaparecido, por lo que estos se convierten inmediatamente en joyas”, afirmó Juárez.
Por eso, este empresario eligió San José y Otoya para ubicar sus negocios, por ser lugares estratégicos cerca de la ciudad, sin estar precisamente rodeados de edificios.
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Esta esencia es la que envuelve a los consumidores que visitan los barrios centrales, la percepción de estar fuera de la ciudad sin alejarse necesariamente de los lugares donde viven.
Diana Graeff, administradora de Café Barista, en Aranjuez, admite que sus clientes son personas que pasan la semana en el barrio “atrapadas en menos de un kilómetro cuadrado” y que, por sus ritmos de vida, no pueden desplazarse a distancias muy largas.
Para ella, hay un nicho creciente de consumidores dispuesto a pagar por la calidad y exclusividad de los productos que consumen.
Amón y Aranjuez son barrios que fueron surgiendo alrededor de instituciones públicas, hospitales y oficinas, lo que hace que estén “cerca de todo”, una característica importante para los que visitan los polos gastronómicos.
Por ser tradicionalmente zonas de plusvalía, quienes visitan estos lugares son gente joven, con poder adquisitivo.
Así lo señala Randall Fernández, gerente de Colliers, quien explica que las zonas presentan un alto índice de desarrollo humano y alta densidad de población, representada mayoritariamente por los llamados millenials , quienes buscan constantemente ofertas gastronómicas a precios accesibles y lugares acogedores con ambientes cómodos.
Gracias a la diversidad de opciones que ofrecen, resulta sencillo encontrar menús para todos los presupuestos.
Para muchos, el sector ofrece un ambiente diferente y nostálgico, alejado de lo masivo y las grandes cadenas; están dirigidos a un público que se detiene en los detalles.
Jürgen’s Restaurant, establecimiento con más de 15 años en Barrio Dent, se mantiene en medio de la esencia de un bulevar retirado y tranquilo.
La esencia se conserva hoy, cuando la zona empieza a desarrollarse como un polo gastronómico como respuesta a su vecino, Barrio Escalante.
Cynthia Robert, miembro de la Comunidad Barrio Escalante, asegura que la afluencia de gente a estos negocios hace que el barrio sea más seguro, pero también que surjan otras necesidades de vialidad y accesibilidad.
Para esto, la comunidad prevé que puedan realizarse dos desarrollos de parqueos de altura dentro del barrio con transporte hacia los negocios aledaños, en aras de mejorar la experiencia de los visitantes y el bienestar de las personas que aún habitan es él.
La zona también es un terreno atractivo para otros públicos y comercios, como arquitectos, artistas y diseñadores que comparten espacio con los restaurantes y a la vez aprovechan su éxito para ofrecer productos nacionales.
Posibles ‘competidores’
Empero, no solo la zona este del cantón central se vislumbra como un sector atractivo para la oferta gastronómica nacional.
Otros barrios, como Rohrmoser y Santo Domingo de Heredia, tienen encantos únicos que podrían convertirlos en polos gastronómicos en el futuro.
“Rohrmoser tiene un gran crecimiento en el desarrollo residencial vertical y esto podría tener un encadenamiento al desarrollo de este tipo de negocios”, comentó Fernández.
Las grandes casas de esa zona y un ambiente similar al que tuvo Escalante cuando empezó a desarrollarse hace poco más de 5 años, podrían convertirlo en un referente similar al de los barrios del este de la capital.
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Las calles, los espacios abiertos y la mezcla generacional en la zona capitalina son recursos que se prestan para crear espacios gastronómicos.
Santo Domingo, por su lado, posee un atractivo diferente.
Las calles, los complejos habitacionales más recientes y el tipo construcción da pie a desarrollo de centros comerciales y plazas con pequeños puntos gastronómicos en ellos.