Pese a dos duros años de pandemia, Mary Bonilla suspira con alivio cuando dice: “gracias a Dios no puedo decir que nos ha ido mal, incluso abrimos un nuevo local en Desamparados hace poco”.
Bonilla es la asistente administrativa de Kilotex, una tienda importadora de textiles y pasamanería en la que trabaja desde hace 22 años. En sus dos décadas de experiencia, Bonilla ha visto cómo la época en la que las ventas al por mayor dominaban se ha diluido para abrirle paso a una creciente venta al detalle.
“Yo te puedo decir que unos quince años antes se mayorizaba mucho más, ahora la gente confecciona, pero para vender de persona a persona”, explica Bonilla. Actualmente Kilotex vende al detalle alrededor de un 80% de sus productos.
Ricardo Víquez, gerente general de Grupo Lázaro, empresa importadora de textiles con más de 80 años en el mercado, también ha notado el cambio. “Antes éramos 80% mayoreo y 20% menudeo y ahora estamos 50% y 50%”, afirma.
El caso de La Ópera, otra empresa textil fundada en 1938, es el mismo: la distribución está balanceada en partes iguales.
Sin embargo, este cambio de paradigma no ha mermado el negocio. Pese a que tiendas tradicionales como Yamuni y La Gloria han cerrado sus secciones de telas, empresas como Kilotex, Lázaro y La Ópera han encontrado un nicho detallista que les ha permitido prosperar.
Kilotex, por ejemplo, abrió una nueva sede en Desamparados durante la pandemia y en total ya suma nueve puntos de venta dentro de la Gran Área Metropolitana. Lázaro, por su parte, ha abierto establecimientos en Heredia, Alajuela, Cartago, Palmares y San Carlos durante la última década.
“Los clientes al por mayor son normalmente confeccionistas y tienen compras de un volumen muy alto, entonces para que tengamos un 50 y 50 significa que hay muchos detallistas, hay una nueva tendencia”, dice Gil Porat, presidente de La Ópera.
Un auge en la costura
“Desde hace unos 10 años es que ha tomado más fuerza la costura (independiente) y con la pandemia se ha acentuado aún más. Yo tengo varias alumnas que se quedaron sin trabajo y se han tenido que mantener con la costura”, explica Flory Aymerich, costurera y dueña de la Academia de Costura Flory.
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En el último lustro, Aymerich ha visto un incremento en la cantidad de personas que quieren aprender el oficio de la costura. Según cuenta, tiene todos los cursos llenos. “Hay hasta una lista de espera muy grande porque ya no tengo donde meter más gente”, cuenta.
“En los últimos tiempos, y sobre todo en la pandemia, se han acercado maestras, psicólogas, gente de todas profesiones a nuestras tiendas y me dicen: mirá, la costura me está dejando más que cuando daba clases o cuando atendía clientes. La gente lo vio como una opción para montar sus negocios y les ha ido bien”, cuenta Bonilla desde su experiencia en Kilotex.
Aymerich dice que basta con ver la cantidad de movimiento que hay en los grupos de costura costarricense en Facebook para notar el auge. Costureras y Sastres Unidos de Costa Rica cuenta con más 20.000 miembros, Costuras y Maquilas de Costa Rica tiene 23.000, Costura y Moda Costa Rica, 17.000 y Costureras Emprendedoras de Costa Rica está cerca de los 4.500; y en cada uno de estos grupos se realizan decenas de publicaciones diarias. La costurera también menciona que ha visto un incremento tanto en la cantidad de tiendas de telas como en la afluencia en ellas.
“La mayoría (de quienes toman sus cursos) lo hacen pensando en un negocio y los que no, piensan en una economía para el hogar, pero la mayoría venden bien y se mantienen con esto, y las que no, terminan tarde o temprano vendiendo algo, porque la misma familia o las amistades las motivan y les dicen: ‘qué lindo te quedó, haceme uno a mí’”, cuenta Aymerich.
Según Porat, presidente de La Ópera, este crecimiento en la costura y el diseño textil “más artesanal” es el que ha propiciado un cambio en la manera en la que se venden las telas. “Hay un resurgimiento de diseñadores nacionales y un deseo de tener prendas únicas, hechas a la medida, porque ahora la gente tiene una necesidad de individualización”, cuenta.
La experiencia de Víquez desde Lázaro lo secunda: “los gustos y preferencias han variado y la gente cada vez quiere sentirse más única, no tener más de lo que ya tiene todo el mundo”.
Para Bonilla, también hay un factor económico detrás de este cambio. Tras el golpe al bolsillo de los costarricenses que dejó la pandemia, el consumidor se ha dado cuenta que hay alternativas a la moda rápida que ha dominado el siglo XXI.
“Yo fui con mi hija de 22 años al mall y me quedé impresionada cuando vi que un vestido de baño andaba entre ¢28.000 y ¢48.000. Yo decía: ¿cómo es posible? Ese vestido uno lo saca con medio metro de tela que vendemos a ¢3.000. El vestido de baño te sale en menos de ¢15.000 si comprás esa tela y la llevás a una costurera”, cuenta la asistente administrativa de Kilotex.
Acercamiento al cliente
El cambio hacia la venta individualizada también ha hecho que las tiendas textiles tengan que acercarse más al cliente. En el caso de Lázaro, la empresa optó por mejorar la experiencia de compra al hacer las tiendas más confortables. Actualmente los puntos de venta de Lázaro cuentan con parqueo, seguridad privada, espacios amplios, buena iluminación y personal capacitado. “Queremos darles una experiencia de compra muy buena desde que se bajan del carro”, dice Víquez.
Según cuenta el gerente general, los cambios en la atención del consumidor también han propiciado que ya no solo sea el costurero, el tapicero o el cortinero quien compra al detalle, sino la misma persona particular.
“Sí nos ha llamado la atención que cada vez es más el cliente final quien compra un material para su casa y luego lo manda a confeccionar con una costurera”, cuenta Víquez.
Este acercamiento también ha llevado a los negocios a conocer más de cerca las necesidades del consumidor detallista. En el caso de La Ópera, Porat menciona que la tendencia entre diseñadores y costureros jóvenes está en los productos hechos con materiales más amigables con el ambiente, ya sean biodegradables o reciclados.
Víquez, por su parte, menciona que en materia de decoración, la tela aquaclean se ha vuelto muy popular. “Esta es una tela en la que solo con agua podés quitar manchas de vino, salsa de tomate, aceite, también es pet friendly, porque si el animal se sube y la rasguña no se va a rasgar fácilmente. Sirve mucho ahora que está muy de moda que la gente tenga mascotas”, explica.
Las empresas consultadas coinciden en que el negocio de las telas no es fácil: hay que hacer una inversión importante en material y tener un espacio de almacenamiento grande, además compiten contra la omnipresente moda rápida, pero es un oficio que no se ha quedado sin ruedo.