Loco o brillante, Javier Milei abriga una certeza: terminará este año millonario o presidente. O ambos. Una realidad muy distinta a la que padeció hace unos años, cuando recurría a amigos para dar charlas como economista y debió optar si comía él o su perro. Pero ahora puede llegar a la Casa Rosada, encarnando la avanzada de una declamada “batalla cultural”. Y acaso esa sea la palabra clave de su meteórico ascenso: Milei encarna un sentimiento social de bronca y frustración que carecía de representación política en la Argentina.
Ese sentimiento cobró fuerza este domingo, cuando los primeros resultados de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) lo ubicaron en la segunda ronda electoral. Se vienen diez semanas intensas hasta las generales del 22 de octubre. Pero Milei puede afirmar que llegó más lejos de lo que muchos jamás imaginarán. Incluidos sus padres. Pero para el libertario, ahora comienza otro mundo. Su camino hasta aquí fue arduo.
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Cumplió 53 años el domingo. Nació el 22 de octubre de 1970, pero lo poco que se sabe de su infancia y adolescencia es doloroso. Padeció violencia física y psicológica en su casa y bullying en el colegio, contó más de una vez, abusos que lo llevaron a cortar vínculo con sus “progenitores”, como los definió, lejos de llamarlos “padres” o “papás”.
El vínculo con “Beto” (80), colectivero devenido empresario del transporte, y Alicia (72), ama de casa, fue nulo durante años. Solo se restableció cuando la covid-19 dominó el mundo, gracias a la intercesión de dos figuras que resultan decisivas para entender la vida de Milei: el economista Diego Giacomini, el gran y quizá único amigo íntimo que ha tenido -aunque luego siguieron caminos diferentes-, y su hermana Karina (50), su decisivo sostén emocional. El vínculo fraterno es estrechísimo. Él la define como “el jefe”. O más. Como en septiembre de 2021, cuando Viviana Canosa le preguntó cómo es el vínculo entre ellos. “Vos sabés que Moisés era un gran líder, pero no era bueno divulgando. Entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno…”, respondió, emocionado. “Kari es Moisés y yo soy solo un divulgador, nada más”, indicó.
De aquellos primeros años le quedaron, también, un apodo y dos aficiones. “El loco”, lo llamaban en el colegio Cardenal Capello del que egresó en Villa Devoto con fama de arquero bueno, aunque agresivo, y con el cancionero memorizado de los Rolling Stones, a quienes rendiría tributo con “Everest”, la banda con la que atisbó la fama de “rockstar”.
En la Universidad de Belgrano estudió Economía y completó su primera maestría, que combinó con otra en la Universidad Di Tella, y terminó de consolidar su adscripción a las ideas libertarias o, como él lo define, al “anarcocapitalismo” que pregona, por ejemplo, demoler el Banco Central hasta sus cimientos. Y eso, aun cuando terminó de pagarse los estudios con una pasantía en esa entidad monetaria, tras otra pelea con su “progenitor”.
Sus primeros años en el mercado laboral también lo mostraron lejos de repudiar a la “casta”. Asesoró al legislador nacional Ricardo Bussi, por ejemplo, y fue el economista jefe de la Fundación Acordar, el think tank del entonces gobernador Daniel Scioli. También trabajó en Aeropuertos Argentina 2000 para Eduardo Eurnekian, figura señera del empresariado nacional, con sus conocidos vicios y virtudes. Fueron años duros para Milei. Tanto que debió hacer malabares para llegar a fin de mes. Tanto, que durante años arrastró muy serios problemas con la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
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Tiempos en los que se movía de acá para allá con un solo y gastado traje oscuro a rayas y en los que llegó a pesar 120 kilos por una opción de vida: comió pizzas durante mucho tiempo para así comprarle buen alimento a Conan, su perro.
“Dios es libertario”
La relación con el mastín inglés fue profunda y compleja. Para empezar, Milei lo definió como su “hijo”. Él sostiene que Dios les tiene asignada una misión aún mayor, según coincidió una docena de fuentes consultadas por La Nación durante los últimos meses. Esas vivencias tienen ribetes místicos. Milei ha llegado a sostener entre sus íntimos que él y Conan se conocieron hace 2000 años, en el Coliseo romano. Eran gladiador y león, pero no llegaron a pelear. Porque “el Uno”, como el economista alude a Dios, les comunicó que unirían fuerzas cuando llegara el momento indicado. Y ese momento llegó. En la Argentina de 2023.
En sus apariciones públicas o en diálogos con la prensa evitó ahondar por esa senda. “A mí me han pasado cosas muy fuertes que exceden toda explicación científica”, fue lo máximo que llegó a responder cuando Luis Novaresio le preguntó, por ejemplo, por qué creía en Dios si la existencia divina era incomprobable. Pero Milei está convencido de que “el Uno” le habla, aunque a veces recurra a las dotes tarotistas de su hermana para evaluar en quién puede confiar o a una profesional para conversar con sus perros, algo que no confirmó ni desmintió en una entrevista reciente con el diario El País de España. “Lo que yo haga puertas adentro de mi casa es problema mío”, señaló.
Católico de origen, pero inclinado hacia el judaísmo durante los últimos años, Milei acude al rabino Axel Shimon Wahnish como su guía espiritual mientras estudia la Torá. Tiene a Moisés como su “ídolo” y a Eduardo Elsztain como punto de referencia, lo que lo ha llevado a definirlo como uno de los empresarios locales que más respeta.
-¿Te sentís el Moisés de la política argentina?-, le preguntó Novaresio, luego de que Milei esbozara otra comparación con el gran profeta judío, en abril, año y medio después de aquella entrevista con Canosa.
-No estoy a la altura. Jamás podrías estar en ese lugar, el único profeta que habló con el Creador -se atajó-. Y además, la característica fundamental de Moisés fue su humildad infinita.
Lo suyo es, en cambio, la convicción. Está convencido, por ejemplo, de que “el Uno” y él comparten una visión económica y abreva para sostenerlo en las ideas del catedrático Jesús Huerta de Soto. “Dios es libertario”, pregona el español desde YouTube, donde afirma que “el Estado es la encarnación del Maligno, del demonio, la correa de transmisión del mal”.
Milei aplica esa misma visión entre sus interlocutores y rivales, a quienes califica en términos bíblicos. Al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, lo definió como “Mefistófeles” ante un interlocutor que dialogó con La Nación.
Antes y después, Milei se reunió un psicólogo, todos los viernes por la tarde, aunque los encuentros terminaron de manera abrupta. El profesional falleció durante la pandemia de la covid-19. Milei “adoraba” a ese terapeuta, coinciden sus allegados. Y luego acudió a otro, ubicado por la zona de Córdoba y Billinghurst, pero terminó por dejar las sesiones. Fueron tiempos en que leía “La muerte de la muerte”, un libro de David Wood y José Luis Cordeiro sobre “la posibilidad científica de la inmortalidad física y su defensa moral”. Pero entre los suyos explicó de otro modo su decisión de cortar con la terapia. “Ya abordé los temas que me preocupaban. Ya estoy curado”, les comunicó.
En público, alude muy poco a esa faceta de su vida, que en parte salieron a la luz en “El loco”, el libro que publicó el periodista Juan Luis González, semanas atrás. Pero en mayo de 2022, por ejemplo, acusó a Rodríguez Larreta de querer inmiscuirse en su “historia clínica”. “Una de las amenazas que recibo es: o accedo a correrme de la política o cuenta qué psicofármacos tomo”, le dijo a Laura Di Marco.
Para entonces ya había decidido clonar a Conan, tras procesar esa posibilidad durante mucho tiempo. Así lo esbozó en un congreso en la que se abordó el concepto de “singularidad tecnológica”. En público, celebró la idea de la clonación como una forma de acercarse a la eternidad. En privado, buscó un laboratorio en Estados Unidos. Así aparecieron sus cuatro “nietitos”, como los definió, con nombres de economistas. Los mastines ingleses Milton (por Milton Friedman), Murray (por Murray Rothbard), Robert y Lucas (por Robert Lucas).
Fueron tiempos de desafíos emocionales para Milei. Su departamento en el barrio porteño de Abasto –regalo de su padre- lo definió él mismo como lo más parecido a “Kosovo”. Y novió durante meses con la cantante Daniela Mori, otrora integrante del grupo Las Primas. El romance no prosperó, pero ella guarda los mejores recuerdos del economista porque cuando diagnosticaron con cáncer a su hija, él mostró su mejor faceta. “Eso no lo olvidaré jamás”, le reconoce ella.
Sin Giacomini, ni Mori a su lado, y muerto Conan, Karina incrementó su ascendencia emocional sobre él. Traducción: poder de influencia y decisión. En los hechos, ella define quién puede acercarse a su hermano o quién recibe la bendición para ser candidato o candidata dentro del espacio. Evalúa “energías” y “constelaciones”, trances y tarot mediante, relataron múltiples miembros de su entorno a LA NACION.
Ante la AFIP, Karina Milei figura registrada en el rubro 960990. ¿Qué abarca? Actividades de astrología y espiritismo, entre otros. Pero ella toma con humor los comentarios que la rodean. Al punto que difundió entre sus allegados una foto suya vestida como “bruja”, como ella misma se calificó. Vestida de blanco, de pies a cabeza. Pero también fija límites a Milei tras algunos traspiés mediáticos, como cuando entreabrió la puerta a la venta de órganos.
Turbulencias mediáticas
La relación de Milei con la prensa es ambivalente. Ganó exposición y reconocimiento social, sumó seguidores en las redes, cosechó charlas y asesorías y elevó sus honorarios gracias a su recorrido por algunos canales y radios, pero recela de los periodistas y se enfurece ante cualquier pregunta que esboce siquiera un disenso. Así insultó o destrató a una larga lista de reporteros en todo el país o planteó prerrogativas indebidas, como escoger preguntas y vedar temas. El último cortocircuito ocurrió a mediados de julio, cuando la Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina (Adepa) le respondió con un comunicado.
“A través de su cuenta en Twitter, [Milei] acusó a ‘medios de comunicación supuestamente serios’ de dar un ‘espectáculo vergonzoso’, e impuso condiciones para brindar entrevistas”, denunció ADEPA, que pidió “que las campañas transcurran en torno a debates de propuestas e ideas, y no a partir de agravios, insultos o descalificaciones a medios y periodistas”.
El libertario no puede alegar inexperiencia. Lleva ocho años en el circuito, desde que apareció junto a Giacomini en el programa Hora clave que en abril de 2015 conducían Mariano Grondona y Pablo Rossi por Canal 26, aunque saltó al estrellato gracias al Grupo América, de los empresarios Daniel Vila, José Luiz Manzano, Claudio Belocopitt y Eurnekian, una figura constante en la vida de Milei.
Desde Juntos por el Cambio arguyen que Milei ganó aire en el Grupo América porque sirvió de ariete en la puja que Eurnekian mantenía con el entonces presidente Mauricio Macri por el futuro de Aeropuertos Argentina 2000. Pero eso explicaría apenas una dimensión de la realidad. Porque Milei, con su estilo descontracturado, su lenguaje directo y hasta con sus exabruptos, captó la atención de una audiencia harta de economistas inentendibles y políticos pasteurizados que repiten la papilla preparada por sus equipos de marketing y comunicación.
Todos los parámetros de medición lo confirman. Desde los ranking televisivos y radiales a los índices de lectura online muestran que Milei atrae audiencia, disparando la retroalimentación. Los medios lo convocan porque mide y el economista gana visibilidad en desmedro de otros discursos más gastados o insípidos.
El salto a la política se dio entonces por decantación. O casi. Aunque jamás había militado o siquiera mostrado interés por la política, Milei ingresó al ruedo de la mano de otro economista, José Luis Espert, con el que se llevaba mal y terminó peor. Muchos vieron detrás a Eurnekian. Pero reducir su recorrido político al influjo de un empresario también sería un error. Milei llenó un espacio que estaba vacío. O en términos economicistas: encarnó la oferta que parece cubrir la demanda por algo distinto tras dos frustrantes décadas de kirchnerismo y Juntos por el Cambio.
¿Qué lo llevó a dar el salto a la política? ¿Quiso demostrarle al “progenitor” que no era un inútil, como el padre repetía entre sus allegados, en línea con las tortuosas relaciones que Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri mantuvieron con sus padres? ¿Se limitó a acatar los planes que “el Uno” tenía previstos para él y para Conan? ¿Fue un ariete de Eurnekian y otros empresarios para meter una cuña que defendiera sus intereses y debilitara a Juntos por el Cambio? ¿Todo lo anterior? ¿Nada de eso?
Una y otra vez, Milei ofreció una respuesta: explicó que había llegado el momento de encarar la “batalla cultural” contra la “casta”, integrada por “chorros”, “parásitos” y “ladrones” de uno y otro lado de la grieta. Mal no le fue con esa prédica. Las encuestas lo exhiben con chances de llegar a la Presidencia. Y los focus group exponen que muchos evalúan votarlo porque encarna el rechazo a la clase política, la bronca social, porque dice lo que piensa, porque es auténtico, aun cuando esos mismos votantes discrepen con sus propuestas.
Batacazo y traspiés
El primer indicio del “fenómeno Milei” se plasmó en 2021, cuando dio la sorpresa. Salió tercero en la ciudad de Buenos Aires con más del 17% de los votos, porcentaje que fue incluso mayor en las zonas más pobres, para alarma de la clase política e ilusión de aquellos que ven en el credo libertario una oportunidad para refundar el país. La dolarización fue su propuesta estrella, de la que nunca se apartó desde que descubrió el impacto que ocasionaba en el debate público.
Esas ilusiones, sin embargo, acumulan turbulencias. Entre otras, por la expulsión masiva de referentes y militantes de la primera hora –como Carlos Maslatón, Emmanuel Danann, Álvaro Zicarelli, Eduardo Prestofelippo, Mila Zurbriggen o Mario Russo, entre otros-. Milei, su hermana Karina y el operador Carlos Kikuchi los reemplazaron con algunos de los apellidos más icónicos de la vieja política, como Menem y Bussi.
Milei también acumuló denuncias por plagio en sus obras –como las que concentró su libro Pandenomics- y reproches por exigir honorarios que oscilan entre los 3000 y 50.000 dólares por dar una charla, reunirse con potenciales inversores o asistir a un evento, lo que fue confirmado a La Nación por empresarios y consultores al tanto de esos pedidos.
Las turbulencias dinerarias también abarcan cómo define su círculo íntimo, quiénes se postularían por el espacio libertario en todo el país. Incluye el uso de partidos que son “sellos de goma” y exigencias en dólares, lo que derivó en una investigación penal por la posible compraventa de postulaciones a concejales, intendentes, legisladores provinciales y nacionales que tramita en los tribunales federales de Comodoro Py.
Eso no es todo. Milei también debe lidiar con las sospechas sobre un acuerdo en las sombras con el oficialismo. Esa presunta componenda que denuncian figuras que se abrieron del espacio, como Juan Carlos Blumberg, le permitiría al precandidato presidencial Sergio Massa definir quiénes se quedarían con ciertas postulaciones en las listas libertarias a cambio de financiamiento u otros beneficios.
Un acuerdo de ese tipo no sería novedoso desde el retorno de la democracia en 1983. Pero lo novedoso esta vez es que Milei podría ganar, según marcan las encuestas. Por eso terminará este año millonario o presidente. Y si eso no ocurre, ya alcanzó su otro objetivo: impulsó la “batalla cultural”. Sacó a los demás políticos de su zona de confort y demostró que las banderas de la derecha pueden ser una opción atractiva entre los que menos tienen.