El precio del café se ha disparado a niveles récord, en un contexto de cambio climático, inestabilidad política y problemas financieros. Y aunque esos máximos podrían calmarse, la volatilidad persistirá, advierten los expertos.
Precios por las nubes
El precio de la variedad arábica, en alza de 90% durante 2024, batió el 10 de diciembre su récord de 1977, a $3,48 la libra. El del café robusta también es elevado.
En el origen de esta disparada, impulsada por la especulación, está el temor a las malas cosechas en Brasil y Vietnam --primero y segundo productores mundiales-- debido a la sequía, después de años en los que la demanda superó a la oferta.
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A eso se suman “las perturbaciones en el mar Rojo que alargan el transporte de Asia hacia Europa y los retrasos en varios puertos”, afirma Carlos Mera, analista en Rabobank.
Los compradores también tienen en la mente la aplicación de una ley antideforestación en la UE --actualmente aplazada-- y el posible aumento de aranceles que pueda instaurar rápidamente Donald Trump.
Ahora “los precios deberían bajar más que aumentar”, estima Mera. “Pero en este mercado las reservas están bajas. Por lo tanto, cabe esperar volatilidad”.
Situación en Brasil
Una mañana de septiembre de 2024, Moacir Donizetti Rossetto revisaba los cafetos de su finca familiar en el interior de Sao Paulo, Brasil, cuando sintió olor a humo. Horas después, el fuego llegó hasta su tierra.
“Fue desesperante: ver las llamas avanzar, destruir nuestra plantación, llegar a veinte metros de mi casa”, recuerda este pequeño productor de 54 años, uno de los cientos que sufrieron el peor incendio forestal registrado en Caconde, el municipio paulista de mayor producción de café.
Los vecinos creen que el fuego empezó por una quema descontrolada de basura, aunque la magnitud del daño se debió a una situación climática: la sequía.
En Tokio, París o Nueva York, tomar café costará cada vez más caro y eso se explica por realidades como la de Caconde: el calor y las lluvias irregulares están castigando a los cafetales de Brasil, el mayor productor y exportador mundial del grano.
La familia de Donizetti Rossetto luchó cuatro días contra el fuego, que arrasó el paisaje tupido de su finca remota entre las sierras de la Mata Atlántica (bosque tropical), un bioma que cubre parte de Sao Paulo, el estado más rico y poblado del país.
Las llamas devoraron cinco hectáreas de cafetos, un tercio de la producción familiar.
“No sólo perdimos en la cosecha de este año sino también a futuro, porque demorará tres o cuatro años hasta que esta tierra vuelva a producir”, lamenta el hombre junto a sus plantas de café aún chamuscadas y ennegrecidas por el hollín.
“Desde hace unos cinco años está demasiado seco, a veces no llueve por meses”, dice. “El calor también aumentó mucho, no se aguanta. Cuando llega la época de la floración, el café no tiene agua y no resiste”, explica.
Según estudios oficiales, Brasil vivió en 2024 su año más caluroso desde el primer registro en 1961. También padeció un récord de incendios forestales en 14 años, la mayoría de origen humano y agravados por la sequía.
La ciencia vincula ambos fenómenos, las temperaturas elevadas y la sequía, al calentamiento global.
Sufre Brasil, paga el mundo
Con una producción estimada de 55 millones de sacos de café en 2024, más de un tercio de la producción mundial, Brasil marca el pulso del precio internacional.
“Trabajo en el café desde hace 35 años y nunca vi una situación tan difícil como la actual”, dice el caficultor Guy Carvalho, uno de los consultores brasileños más reconocidos del rubro.
“Las altas temperaturas y las lluvias irregulares obligan a invertir más para obtener la misma o menor producción que en el pasado”, explica. “Después de la última gran zafra, en 2020, siempre tuvimos algún problema climático”.
Carvalho dice que los altos precios se explican en buena medida por la “frustración” ante cuatro zafras decepcionantes en Brasil, entre 2021 y 2024, y ante la previsión de que los malos resultados se repitan en 2025.
El panorama de precios se complica aun más por factores geopolíticos, como las posibles trabas arancelarias tras la asunción de Donald Trump en Estados Unidos y las regulaciones europeas sobre deforestación.
Amenaza del clima
También persisten otras causas de inestabilidad, como el clima, sobre todo para el arábica, cultivado en altitud. El robusta es más resistente pero tiene menos demanda.
Según datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, se producirán uno 175 millones de sacos (de 60 kg) de café en la cosecha 2024-25: 56% de arábica y 44% de robusta.
Cultivadas en zonas intertropicales, las dos variedades están expuestas a las variaciones meteorológicas: heladas tardías de la flor, lluvias fuera de temporada, monzones demasiado intensos... explica Guillaume David, del CIRAD, el organismo francés para la cooperación internacional en investigación agronómica.
“Este año hemos visto intemperies en Brasil y Vietnam, antes era uno u otro”, asegura este experto.
Nuevos consumidores
Entretanto, la demanda sigue para este pequeño producto nacido en África.
En 2024 se registró “una pequeña bajada de la demanda en los mercados maduros”, precisa Mera. En Europa se trata de un efecto de “la crisis del coste de la vida” y en Estados Unidos quizás se debe el auge de los tratamientos para perder peso, opuestos a los cafés latte, según este experto.
Pero la demanda está “en fuerte alza en China”. En el año 2023-2024, el país importó 4,3 millones de sacos, frente a 1,5 millones cuatro años antes, según este analista, que prevé que la tendencia se acentúe.
China está en el puesto 13 de los productores mundiales, con unos 2 millones de sacos anuales.
¿Nuevos territorios?
Brasil aporta alrededor del 40% de la producción, por delante de Vietnam (17%), Colombia (7%), Indonesia (6%), Etiopía (5%), Uganda, India, Honduras, Perú, México.
Algunos de ellos podrían subir en altitud, como Brasil, que tiene grandes espacios planos donde se puede mecanizar el cultivo. Pero para Ecuador, Burundi o Colombia, será más complicado.
África podría tener un papel clave con, por ejemplo, Togo o Costa de Marfil, que abandonaron el café en beneficio del cacao, o Kenia, que en algunos lugares lo reemplazó por el aguacate, sugiere David.
Los agrónomos instan a adaptar el cultivo para encarar estas dificultades: plantar cubierta vegetal para protegerlo del sol y de las intemperies, salir del monocultivo para luchar contra las plagas...
Pequeños productores
¿Cómo ayudar a los pequeños productores, que garantizan los dos tercios de la producción mundial (con menos de una hectárea) y de los cuales muchos siguen bajo en umbral de la pobreza?
El G7 de las principales economías mundiales aprobó en octubre la creación de un Fondo Mundial para la Sostenibilidad y la Resiliencia del Café, impulsado por la OCI (Organización Internacional del Café) y los grupos del sector. El objetivo es encontrar financiación pública y privada para apoyar la innovación.
Muchos expertos también señalan la necesidad de remunerar de forma más justa a los agricultores.
El comercio justo, que garantiza un precio mínimo, supone el 5% de la producción. Para el resto, más de 80% del café es cosechado por gigantes del negocio para transformadores internacionales, también muy concentrados.