En los señoriales edificios de los barrios turísticos de París, un equipo especializado del ayuntamiento se asegura de que el uso de los alojamientos para turistas respeta la legislación francesa, cada vez más estricta pero a menudo ignorada por los propietarios.
"Si encontramos turistas aquí, será una fortuna", explica entusiasmada Ingrid Simon, instructora jurada del ayuntamiento, mientras marca el código de entrada de un edificio del distrito 6 de París, cuyo precio por metro cuadrado es el más alto de la capital.
Tras una elegante puerta roja del conocido bulevar Saint-Germain, ni uno, ni dos apartamentos, sino todo el edificio pertenece al mismo propietario, sospechoso de alquilar sus bienes como pisos turísticos.
Junto a Jean-David, también funcionario municipal jurado por el tribunal judicial, Ingrid Simon forma parte del equipo que recorre las calles y edificios de la capital en busca de alojamientos alquilados fraudulentamente para cortas estancias turísticas.
Los detalles no engañan: buzones sin nombre de donde sobresalen los folletos publicitarios, o timbres, también anónimos, con la misma pegatina de una página web de alquiler.
“120 días al año”
En París, donde encontrar alojamiento como residente se ha vuelto un dolor de cabeza, "la regla es simple", indica a AFP Ian Brossat, concejal encargado de la vivienda.
“Si usted tiene una vivienda principal, tiene derecho a alquilarla hasta 120 días al año. Si tiene una residencia secundaria, no tiene derecho a alquilarla, salvo que disponga de una autorización excepcional vinculada a un mecanismo de compensación”, precisa.
En el vestíbulo del edificio, los funcionarios tocan timbre, sin respuesta. Todavía es temprano, poco más de las 09:00 a.m. “Hay que interceptar a los turistas antes de que salgan a visitar la ciudad”, indica Simon.
Justo entonces, los agentes paran a dos turistas australianos que bajan las escaleras. Estos confirman que alquilan uno de los pisos, y tras examinar la reserva, los funcionarios establecen la conexión con uno de los pisos sospechosos.
Junto a la puerta de cada apartamento del edificio, las pequeñas cajas de seguridad para que los turistas puedan recuperar de forma autónoma las llaves confirman el fraude.
Es la primera fase de la inspección. "Tras las visitas, realizamos análisis más detallados. También nos ponemos en contacto con los propietarios, que nos dan sus argumentos, y luego remitimos el asunto a la justicia", explica Jean-David.
“Hoteles clandestinos”
Bajo un porche de la calle Dauphine, los agentes llevan a cabo la segunda parte de su misión, dejando un aviso en cada buzón junto con un folleto que recuerda la legislación.
En París, desde 2022, por cada metro cuadrado convertido en local comercial, el propietario está obligado a convertir 2m² o 3m² de espacio comercial en espacio residencial en el mismo distrito, so pena de una multa de hasta €50.000.
A falta de pruebas contundentes, los funcionarios preguntan a los vecinos. Claire, residente en el 6º y último piso, insiste en que el edificio es “un AirBnb”, y “funciona todo el año”.
Es probable que estas molestias se intensifiquen con la llegada de los Juegos Olímpicos, celebrados en la capital en el verano boreal de 2024, pero "la idea es no relajar la presión", asegura Ian Brossat.
"No queremos que las viviendas se conviertan en hoteles clandestinos alquilados todo el año a turistas. Eso nos priva de viviendas en una ciudad que ya carece desesperadamente de alojamiento para sus trabajadores", considera.
En 2022, el ayuntamiento de París recaudó casi €2,5 millones en multas.