El gobierno de Donald Trump eximió de aranceles a los teléfonos inteligentes, computadoras y otros dispositivos electrónicos, lo que reduce el impacto en los costos de una serie de productos populares de alta tecnología para los consumidores estadounidenses.
La medida, difundida el viernes por la noche por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, abarca diversos productos electrónicos, como teléfonos inteligentes y componentes que ingresan a Estados Unidos desde China, sujeta ahora a un arancel adicional del 145%.
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Las exclusiones reducen el alcance de los amplios aranceles del 10% anunciados por Trump a principios de este mes y la severa tasa adicional sobre los productos procedentes de China.
El presidente estadounidense ha atacado especialmente a China con aranceles con el pretexto de combatir prácticas comerciales que considera injustas.
Alivio para el sector
Los semiconductores estarán exentos del impuesto aduanero del 10% que la primera potencia económica aplica a la inmensa mayoría de productos independientemente del país de procedencia.
Esta medida beneficiará, principalmente, a gigantes tecnológicos como Apple, empresa deslocalizada trasladada parcialmente a China.
Este cambio de rumbo de Estados Unidos es “la mejor noticia posible para los inversores del sector tecnológico”, resumió Daniel Ives, analista financiero de Wedbush Securities.
Sin estas exenciones, “la industria tecnológica estadounidense habría retrocedido diez años y la revolución de la inteligencia artificial se habría ralentizado considerablemente”, explicó.
De una guerra comercial global, que provocó esta semana un terremoto en los mercados de todo el mundo, Trump ha pasado a un enfrentamiento cara a cara con China.
En el mismo momento en que estaba concediendo un respiro a alrededor de 60 socios comerciales, liberados de sus recargos punitivos durante 90 días, el presidente estadounidense anunció el miércoles un aumento del 125% de los aranceles a los productos provenientes de China.
China “no tiene miedo”
El magnate republicano ya había impuesto anteriormente aranceles del 20% a Pekín por, según la Casa Blanca, albergar en su territorio talleres que desempeñan un papel fundamental en la producción de fentanilo, un opioide responsable de una grave crisis sanitaria en Estados Unidos.
Pekín tomó represalias el viernes, elevando al 125% los aranceles a todos los productos estadounidenses que entran en su territorio, una medida efectiva desde este sábado.
El presidente chino, Xi Jinping, afirmó entonces que su país “no tiene miedo”.
A pesar de las fuertes tensiones comerciales, Trump afirmó el viernes que es “optimista” respecto a un acuerdo con Pekín.
China no parece tener la misma opinión, al calificar la política aduanera de la Casa Blanca de “farsa” y “juego de números”, y anunció que presentará una demanda ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) contra la última ronda de aranceles estadounidenses.
Trump, que justifica sus medidas en función de su objetivo de reactivar la producción industrial en Estados Unidos, consideró que su política en materia de aranceles “ha funcionado realmente bien”.
En este contexto mundial convulso, Pekín se presentó el sábado como el defensor de los países pobres.
“Estos aranceles estadounidenses infligirán un daño grave a los países en desarrollo, especialmente a los menos desarrollados, e incluso podrían desencadenar una crisis humanitaria”, dijo el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, en una conversación telefónica el viernes con la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, difundida en un comunicado el sábado.
Washington “continúa introduciendo medidas arancelarias, creando enorme incertidumbre e inestabilidad en el mundo, provocando caos tanto a nivel internacional como dentro de Estados Unidos”, insistió.
De acuerdo a datos de la potencia asiática, Estados Unidos absorbe el 16,4% de las exportaciones totales de China, en el marco de un intercambio de alrededor de 500.000 millones de dólares ampliamente favorable a China.
