Un pregunta típica de entrevistas de trabajo es ¿dónde se ve dentro de cinco años? Un truco para responderla es cambiarla por ¿quién será usted dentro de cinco años? Se trata de contestar sobre el “ser”.
Cuando se trabajar en el “ser” en lugar del “tener”, podemos crecer mucho más rápido y tener menos frustraciones; es diferente querer ser un atleta a desear tener un cuerpo musculoso.
En el caso de la pregunta de los cinco años, una forma de contestar de manera realista y motivadora es “me veo como un líder que impacta de manera positiva en las metas de mi empresa”, en lugar de decir algo como “deseo un puesto importante”.
Tener un propósito en la vida es clave para sentirse motivado y con un rumbo claro.
El neurólogo Viktor Frankl decía que aquellos que tienen un “porqué” para vivir pueden aguantar casi cualquier “cómo” para lograrlo. Eso implica que nuestras actitudes y comportamientos son distintos y por lo general nuestras emociones son más positivas si trabajamos hacia un propósito que resuena en nosotros. El “ser” debe estar en sincronía con el “porqué”.
Para descubrir su propósito abierto, puede iniciar preguntándose ¿en qué soy bueno? ¿Me gusta y es de valor para otros? ¿Cuál es el mayor impacto positivo que puedo generar en este contexto?
La autora del libro Visualización creativa , Skati Gawain, señala que la mayoría de las personas viven sus vidas desde un enfoque “Tener - Hacer - Ser”. Por ejemplo, primero quieren obtener la promoción, luego hacen las cosas y comportamientos del gerente.
Sin embargo, lo correcto es tener el enfoque “Ser - Hacer - Tener”. Es decir, si me la creo y me comporto como gerente, estaré mucho más cerca de serlo.
Uno crece hacia las metas dónde se comporta, raramente vienen a uno. Por eso es que a muchos cuando empiezan a trabajar le dicen “créasela”.
Dicho lo anterior es mucho más fácil alcanzar y perseguir propósitos del “ser” y no de “tener”. Lo anterior es la diferencia entre tener propósitos abiertos (sin plazos) y propósitos cerrados (con plazos).
El autoconocimiento
El cómo establecer un norte en nuestra vida o descubrir nuestro propósito requiere un poco de autoconocimiento, conciencia y estrategia. Así podremos identificar qué es lo que queremos llegar a ser y consecuentemente tener.
Los propósitos cerrados que se logran obteniendo algo específico no son de mi agrado. Lamentablemente, por ser metas que se tienen o no se tienen, muchas veces no se pueden mantener por periodos largos. En cambio, un propósito que se concentra en acción, y no en tener, es un propósito abierto que invita a seguir, contrario al cerrado, que a veces genera frustración.
Por mi parte, para trabajar en mi propósito, comienzo revisando lo que le llaman dimensiones de la vida o rueda de la vida y utilizo el llamado Cuadro de hábitos.
Para cada una de las dimensiones establezco quién quiero ser. Trato de ser general pero a veces utilizo un héroe o personajes que pueden dar una guía. Por ejemplo, en lo físico quiero ser un atleta como Leo Chacón. Cuando tengo que tomar decisiones en esa dimensión de mi vida, me preguntó qué haría quien quiero ser o alguien como mi héroe para obtener los mejores resultados y relaciones.
En mi artículo “El gran valor de la acción en la vida y en la empresa” (edición 1057 del 4 de enero pasado), hablé que se crece por resultados y relaciones. Entiendo que las acciones o el “hacer” deben estar dirigidas a estas dos áreas para crecer. El “hacer” es mucho más fácil descubrirlo cuando se le pregunta a su futuro: ¿Qué hiciste para lograrlo? Después se construyen hábitos para asegurar acciones continuas sobre la meta.
LEA: El gran valor de la acción en la vida y en la empresa.
Los hábitos los puede construir utilizando el sistema presentado por el autor Charles Duhigg en El poder de los hábitos . El primer paso es establecer un disparador que inmediatamente lo involucre en la rutina planeada. En mi caso, por ejemplo, a nivel de resultados, todas las mañanas desayuno y me voy hacer ejercicio mínimo una hora. También se debe utilizar relaciones, por lo que todos los fin de semanas entreno o hago una competencia con un equipo de amigos. Esas rutinas me generan premios que me hacen querer continuar con la rutina. Los premios son el “tener”.
Cuando describo que lo quiero tener, me aseguro de escribirlo como algo que puedo medir. Es decir como un entregable que el “hacer” me va dar.