Los fondos de cobertura activistas se han convertido en los predilectos del mercado de capitales y la prensa financiera. The Economist los calificó famosamente como los “héroes inesperados del capitalismo” en un artículo de portada, y el Financial Times publicó un artículo diciendo que “deberíamos darles la bienvenida.”
Sin embargo, los fondos de cobertura activistas son absolutamente despreciados por los CEOs. Además, en el mejor de los casos, su desempeño es ambiguo.
El estudio más amplio sobre el desempeño de los fondos de cobertura activistas que he leído es el de Yvan Allaire en el Institute for Governance of Private and Public Organizations, en Montreal, que se enfocó en las campañas de fondos de cobertura contra compañías estadounidenses en un periodo de ocho años (2005-2013).
Los fondos de cobertura activistas dicen mejorar los rendimientos totales de los accionistas. Sin embargo, en el caso de las inversiones de fondos de cobertura activistas en Estados Unidos que estudió Allaire, la tasa anual compuesta del TSR (Rentabilidad total para los accionistas, por sus siglas en inglés) fue de 12,4%, mientras que para el S&P 500 fue de 13,5%. Para una muestra aleatoria de firmas de tamaño similar en industrias semejantes, fue de 13,9%. Es decir que, si usted hubiera decidido invertir dinero en una muestra aleatoria de fondos de cobertura activistas, habría ganado 12,4%, antes de pagarle al fondo un 2% anual, más el 20% de esa ganancia de 12,4%. Si en lugar de ello hubiera invertido en un fondo Vanguard S&P 500, se habría quedado con un 13,5%, menos una pequeña fracción.

Ya que los rendimientos que producen los fondos de cobertura activistas son decepcionantes, ¿por qué existen los fondos de cobertura activistas? ¿Por qué los inversionistas les siguen dando dinero?
Es una pregunta importante, pues la información de Allaire muestra los verdaderamente tristes e infortunados resultados para las compañías después de que los fondos de cobertura activistas se alejan tras una media de apenas 423 desagradables días. Durante este tiempo, el número de empleados se reduce en un promedio de 12%, mientras que las inversiones en investigación y desarrollo se reducen a menos de la mitad, y los rendimientos no mejoran.
La razón de que los inversionistas le sigan dando dinero a estos fondos de cobertura activistas es simple. Si los fondos de cobertura activistas pueden vender su empresa objetivo, la tasa anual compuesta del TSR brinca de un deslucido 12,4% a un estupendo 94,3%. Por eso es que con tanta frecuencia presionan por la venta de su víctima.
El precio del control
¿Por qué este es un camino tan lucrativo? Es por la prima de control. Cuando se vende una empresa del tamaño de una S&P 500, la prima promedio que se paga sobre el precio de las acciones a cambio del derecho a tomar el control de esa compañía supera el 30%. Esto es irónico, por supuesto, porque los estudios muestran que la mayoría de las adquisiciones no compensan el costo de capital para el comprador. Es un ejemplo del triunfo de la esperanza sobre la realidad — lo que no es inusual. Es similar a lo que sucede en la National Football League, donde el precio de compra para una elección futura en el draft es típicamente mayor que el de compra para un jugador reconocido.
Los fondos de cobertura activistas tienen la mirada enfocada en la prima de control –esta cantidad para el S&P 500, con una capitalización de mercado de $23 billones, es conservadoramente de $7 billones, suponiendo una prima de control del 30%. Para obtener una rebanada de ese pastel, todo lo que necesitan hacer los fondos de cobertura activistas es presionar a la empresa para que se ponga a la venta y habrán “creado valor para los accionistas.”
Por supuesto, en promedio, habrán destruido valor para los accionistas de la firma compradora, pero eso no les preocupa. Simplemente se mueven a la siguiente firma.
Además, los fondos de cobertura activistas tienen muchos amigos en la industria para ayudarlos a acceder a la prima de control. Los banqueros de inversión quieren ayudar a que los fondos de cobertura activistas consigan el trato, sin importar que sea bueno o no, pues ese pastel de $7 billones para los fondos de cobertura se traduce en una rebanada anual multimillonaria para ellos.
Otras partes involucradas también reclaman su parte: Los abogados de fusiones y adquisiciones que opinan sobre la transacción, las firmas de contabilidad que la auditan, las firmas de mediación de votos que reúnen los votos tanto a favor como en contra del acuerdo, los consultores que manejan la integración tras la fusión, e incluso la prensa financiera que puede escribir artículos sobre el emocionante trato.
Hay todo un ecosistema financiero que quiere una rebanada de la prima de control. No importa si un cambio inspirado por los fondos de cobertura es bueno para los consumidores, empleados o la generalidad de los accionistas involucrados. Es un pastel demasiado lucrativo como para dejarlo pasar.
¿Qué detendrá este ciclo? Cuando los accionistas entiendan que el que un fondo de cobertura activista presione a una compañía para ponerse a la venta es un trato que suele suceder a expensas de los accionistas. Además, cuando se cierre el acceso de los fondos de cobertura activistas al pastel de $7 billones, tendrán que recurrir a su propia habilidad de hacer que las compañías se desempeñen mejor. Su trayectoria en ese frente es, por lo menos, mediocre.
Roger L. Martin es director del Martin Prosperity Institute.