No hay un rasgo definitivo de liderazgo que garantice el éxito en cualquier profesión, pero hay uno que, con base en mi experiencia, comparten muchos de los mejores líderes: Un feroz compromiso con la objetividad. Sin embargo, no suele ser sencillo que los líderes se mantengan objetivos.
En mi carrera de casi tres décadas en la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos, he trabajado con 11 directores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) y con todos los cinco directores de inteligencia nacional. Cada uno ha traído una personalidad y habilidades diferentes al trabajo, y ha enfrentado desafíos singulares, desde relaciones muy ríspidas con la Casa Blanca y el Congreso, hasta imprevistos ataques terroristas en territorio nacional y en instalaciones diplomáticas de los Estados Unidos en el resto del mundo. Creo que todos coincidían en que el liderazgo en la comunidad de inteligencia es un ejercicio cotidiano de manejo de crisis.
Frente a una crisis, nuestros mejores líderes han demostrado objetividad a través de su compromiso para presentar sólo análisis equilibrados y basados en datos ante la oficina oval, el Situation Room de la Casa Blanca, los testimonios ante el Congreso y las audiencias públicas. No se niegan a entregar malas noticias; ni les dan color a sus juicios para respaldar la agenda de un político en particular. Simplemente describen lo que ven. Esto algunas veces significa brindar una evaluación honesta cuando las políticas de la Casa Blanca están fracasando (como fue el caso durante la guerra de Vietnam y, más recientemente, en Afganistán), o señalar cuando una política parecía basarse más en esperanzas que en una evaluación racional de las condiciones subyacentes en juego.
Aunque la objetividad es crucial, no siempre es fácil para el líder mantenerse objetivo, ya sea en la comunidad de inteligencia o en otro lugar. Los periódicos están repletos de historias de departamentos corporativos de finanzas y de directivos que manejaron las ganancias de formas que le dieron menos importancia a los malos resultados. Del mismo modo, todos hemos leído historias en múltiples industrias donde las personas que enfrentan metas desafiantes exageran su desempeño.
En inteligencia, existe una fuerte presión hacia nuestros líderes para volverse parte del equipo de la Casa Blanca. Sólo considere que sus líderes son designados por el presidente e interactúan en forma constante con el equipo de alto nivel de la Casa Blanca. Sería natural que quisieran respaldar la agenda de política pública del presidente. También existe el deseo de no ser portador de malas noticias cuando una política está tropezando. Después de todo, ¿cuántos ejecutivos empresariales de alto nivel se alegrarían por la oportunidad de informarle al CEO de que su estrategia está fallando?
Al ser críticos de la efectividad de una política, los líderes de la comunidad de inteligencia también pueden ser percibidos como si criticaran a las personas a cargo de implementarla. Por ejemplo, recuerdo muchas ocasiones durante la administración Obama cuando, durante debates sobre la estrategia en Afganistán, el análisis de inteligencia sobre el deterioro de las condiciones políticas y de seguridad en ese país estaba en claro contraste con las evaluaciones más optimistas de los oficiales norteamericanos en Kabul. En ocasiones, esto colocó a los líderes de inteligencia en la incómoda posición de una aparente crítica al desempeño del personal militar y diplomático norteamericano que operaba en Afganistán; incluso aunque el análisis en sí mismo se enfocaba en las carencias de los líderes y las fuerzas de seguridad de dicha nación.
De vida o muerte
Con base en este antecedente es adecuado preguntar por qué y cómo los mejores líderes están tan dispuestos y son capaces de ser objetivos. Responderé basado en mi experiencia con la comunidad de inteligencia, donde no es una exageración decir que la objetividad puede ser un tema de vida o muerte.
Primero, estos líderes reconocen y asumen el principio de que la comunidad de inteligencia debería representar sólo una voz en oficina oval o en el Situation Room de la Casa Blanca, y reconocen que se llega a las mejores decisiones de política con el aporte de múltiples agencias gubernamentales. En ocasiones es fácil que los líderes de inteligencia dominen las discusiones debido a su singular acceso a la información, pero los líderes objetivos se esfuerzan para asegurar que se escuchen múltiples voces durante las reuniones. Ellos asumen el rol histórico de la comunidad, que es el de ofrecerle al presidente la mejor información con base en la cual tome decisiones.
Segundo, los mejores líderes de inteligencia recuerdan que el presidente no es único “cliente.” La comunidad de inteligencia también tiene responsabilidad de brindarle respaldo sin prejuicios al Congreso –un ámbito igualmente importante de gobierno– y brindar sinceras evaluaciones analíticas al público norteamericano. En cada caso, esto debe hacerse sin importar las preferencias o la narrativa política existentes en la Casa Blanca. Sólo imagine la confusión, por ejemplo, si los líderes de la comunidad de inteligencia le dijeran a los presidentes una cosa sobre la dirección de un tema global en particular, y después contaran una historia significativamente diferente ante el Congreso y el pueblo norteamericano.
Tercero, para mantener un elevado estándar de objetividad, los mejores líderes con quienes he trabajado insisten en las prácticas de mayor calidad para el análisis e integración de la información, y han dependido de procesos estructurados de toma de decisiones para filtrar sesgos reales o subconscientes. En otras palabras, durante periodos de estrés, los líderes fuertes dependen de prácticas sólidas como su puerto seguro.
Finalmente, los líderes objetivos trabajan para crear un entorno laboral incluyente y colaborativo, donde esté bien desafiar las suposiciones existentes y donde los puntos de vista alternativos sean tanto alentados como recompensados. Esto es lo que los investigadores llaman “seguridad psicológica,” y repetidamente se ha descubierto que es esencial en una variedad de industrias, desde los hospitales hasta las firmas de alta tecnología.
Por muchos años, creí que la moneda del reino en la comunidad de inteligencia era nuestra habilidad de adquirir y analizar secretos. Pensaba que nuestros secretos eran la clave para garantizar la influencia y acceso de la comunidad de inteligencia al presidente y otros líderes políticos de alto nivel. Sin embargo, con el paso del tiempo, he llegado a creer que aunque los secretos de la comunidad de inteligencia son importantes, nuestra objetividad es lo más esencial para tomar las mejores decisiones posibles de seguridad nacional y cumplir nuestra misión.
Sin importar el trabajo que usted realice, aprecie su objetividad, y trabaje todos los días para preservarla.
Michael P. Dempsey es el miembro de inteligencia nacional en el Council on Foreign Relations, una fundación patrocinada por el gobierno de los Estados Unidos. Fue director interino de inteligencia nacional. Todas las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.