La llegada de Uber generó conversaciones en un sinfín de mesas. No es para menos: todos presentimos que la nueva economía digital puede transformar cualquier tipo de actividad económica en cualquier momento.
¿Qué pasaría si llegara un Amazon local? ¿O si abriera un banco 100% online , activo 7x24, con costos menores y servicios propuestos inteligentemente en función de los hábitos de los clientes?
Si bien la adaptación constante es un principio básico de la competitividad empresarial, preguntas como estas no encuentran respuestas naturales, por la razón que cuestionan el propio modo de hacer negocios. El comercio electrónico, social y móvil, la economía compartida, el mercadeo digital, las decisiones basadas en analítico predictivo, entre otros, tocan el corazón de las organizaciones, y no saben cómo empezar a actuar.
Inclusive, hoy muchas empresas se empeñan en convencerse que están listas para la ola digital porque tienen presencia en Internet o porque desarrollaron una aplicación móvil. Tales cortinas de humo solo aumentan el riesgo inherente a la inacción.
Actualmente, la gran mayoría de los ticos tiene acceso a Internet móvil, suelen comprar con base en opiniones de personas y no de lo que comunican las empresas. Los talentos cambian de lugares de trabajo por los comentarios de los empleados. La gente pasa cada día más tiempo informándose en línea sobre las ofertas locales y globales que atentos a los medios tradicionales; el consumidor cambió las reglas.
Las tres etapas
Ya es hora de tomar acciones, a través de las tres etapas que constituyen una transformación digital:
1. Establecer una visión estratégica.
Al ser la transformación digital un fenómeno estructural, es esencial el entendimiento de su importancia por parte del top management.
Con el fin de establecer una estrategia digital, se estudiará la estrategia de negocio actual para analizar fortalezas y zonas de mejora desde una perspectiva digital, y se proyectará el negocio en un entorno digital, contemplando factores como el fortalecimiento de las unidades de negocio o riesgos disruptivos potenciales en el mercado. De ahí nacerá la visión estratégica digital de la empresa.
2. Valorar los nuevos usos y optimizar la colaboración.
Con este rumbo definido, ya la organización puede pensar la adaptación de sus modelos de negocio, y así prepararse a aprovechar el espacio digital para generar valor a los clientes de manera acertada y veloz, con iniciativas priorizadas según su impacto medido con el retorno sobre la inversión.
El cambio tiene que darse en los diferentes niveles de la organización, lo cual implica una horizontalización y el fortalecimiento del compromiso por parte de las personas.
A este nivel, intervienen la implementación de nuevos usos laborales como el trabajo colaborativo, la gestión del conocimiento y la flexibilización de la empresa al organizarse por proyectos con recursos identificados en función de la naturaleza de los objetivos de negocio del momento.
En fin, la capacitación continua a la lógica y a las plataformas digitales garantizará la capacidad de los colaboradores para incorporarse a equipos de trabajo ad hoc . Las mejores prácticas abogan por iniciativas como el reverse mentoring , donde el conocimiento y la cultura digital se comparten de las nuevas generaciones hacia toda la organización.
3. Diseñar e implementar un roadmap.
Una vez la nueva cultura laboral y los nuevos usos están encaminados, se procederá a concretar proyectos de empoderamiento digital de las áreas de negocio para, por ejemplo, incrementar las ventas, contener la fuga de clientes, mejorar la opinión sobre la empresa, reducir la rotación de personal, optimizar las respuestas a los clientes, etc.
Estas iniciativas combinan temas de procesos, gestión del cambio (con capacitación y comunicación) y, naturalmente, el diseño y desarrollo de plataformas digitales adaptadas.