El panorama corporativo se ha vuelto cada vez más desigual, con las firmas más productivas prosperando mientras las menos productivas no logran mantener el paso. Esto no sólo importa para el crecimiento económico, sino también para la desigualdad: conforme las firmas se alejan en su productividad, también se vuelven más desiguales en qué tanto les pagan a los trabajadores.
Esta brecha de salario entre firmas está contribuyendo al incremento en la desigualdad de ingresos. Usando nueva información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, representativa del total de la población en los negocios de 16 países, observamos la productividad de las firmas y cómo la afectan las políticas de los mercados laborales.
Las firmas más productivas están avanzando
Considerando el número de “unicornios” en Silicon Valley, podría pensarse que las compañías tecnológicas están elevando su productividad, mientras que las firmas en sectores más tradicionales se quedan atrás. Sin embargo, la brecha de productividad está creciendo tanto entre países como entre sectores dentro del mismo país. La brecha entre el 10% de las firmas que están arriba en cuanto a productividad y el 10% que están hasta abajo se ha incrementado aproximadamente en un 14% de 2001 a 2012.
LEA MÁS: La desigualdad en Costa Rica migra a la ciudad
Al inicio del nuevo milenio, esa separación estaba impulsada principalmente porque las empresas de menor desempeño no mantenían el ritmo de las medianas. Desde mediados de los 2000 –especialmente en el sector de servicios– sucede cada vez más que las empresas de alto desempeño han dejado atrás a las de desempeño medio.
La brecha de productividad está ocasionando una brecha salarial
En el epílogo de su libro “Wage Dispersion,” el ganador del premio Nobel, Dale Mortensen, argumentó que las diferencias de productividad podían provocar dispersión de salario: “¿por qué se les paga distinto a trabajadores similares? ¿Por qué algunos trabajos pagan más que otros? He señalado que la dispersión salarial de esta clase refleja las diferencias en la productividad del empleador.”
Cuando mayor productividad significa sueldos más elevados, las crecientes brechas de productividad entre firmas se traducen en brechas salariales. Conforme las organizaciones se separan en cuanto a su productividad, también se vuelven más desiguales respecto a qué tanto le pagan a los trabajadores. Nuevamente, no es sólo que las compañías de Silicon Valley paguen más que los restaurantes de comida rápida. La brecha entre las firmas que pagan más y menos, en el mismo sector, se ha incrementado en un porcentaje superior al 12% entre 2001 y 2012. Además, la desigualdad salarial ha crecido más en los sectores donde más han aumentado las diferencias de productividad. No es sólo en qué sector trabaja, es para qué compañía trabaja.
La creciente brecha de productividad entre organizaciones podría ser responsable de casi la mitad del incremento en la desigualdad de salarios entre firmas del mismo sector. Parte de esto podría estar impulsado por una mayor inversión de parte de las firmas altamente productivas. Sin embargo, incluso tomando en cuenta las inversiones, la productividad sigue representando una sexta parte del incremento en la dispersión salarial.
Las tecnologías de información
Como dijo en 2015 el economista del MIT, David Autor, cuando le preguntaron las causas de la desigualdad: “Hay muchas partes en movimiento. Una de ellas claramente ha sido la tecnología de la información. Otra ha sido el comercio internacional. También creo que el declive de los sindicatos ha importado mucho.”
LEA MÁS: La pesadilla de la desigualdad
Nuestros datos confirman estos planteamientos. Primero, los sectores que han usado más las tecnologías de la información han experimentado un crecimiento mayor en la dispersión salarial, lo que sugiere que la TI le da una ventaja a algunas firmas, mientras que otras no logran aprovechar su potencial. Segundo, los sectores más expuestos al comercio internacional también han experimentado más divergencia salarial. De hecho, en sectores con más TI y más comercio, las crecientes brechas de productividad se tradujeron en incluso mayores brechas salariales.
¿Qué pasa con los mercados laborales?
Si la divergencia de productividad está vinculada con la divergencia salarial, ¿es posible que ese enlace se vea afectado por la forma en que se organizan los mercados laborales?
Examinamos las políticas e instituciones del mercado laboral que podrían afectar la desigualdad salarial: salarios mínimos, legislación de protección al empleo, sindicalización y el grado de coordinación del proceso de negociación salarial (hasta qué punto los salarios se negocian a nivel de la firma o centralmente con grandes sindicatos). Encontramos que todas estas políticas tienen el resultado deseado de reducir la desigualdad.
Sin embargo, al cambiar el qué tan fácil resulta para las firmas el contratar o despedir trabajadores, estas políticas afectan cómo el trabajo fluye a las mejores empresas y, como resultado, afecta el vínculo entre las brechas de productividad y salarios. Por ejemplo, con el paso del tiempo los aumentos en el salario mínimo fortalecen la correlación entre salario y brecha de productividad. Entonces, incluso aunque un mayor salario mínimo reduce la desigualdad general, al elevar los ingresos de los trabajadores menos pagados, incrementa la diferencia entre qué tan bien se les paga a los trabajadores en las firmas más y menos productivas. Por otra parte, un proceso de negociación más centralizado -por ejemplo, a través de contratos colectivos- tiende a romper el enlace entre brechas de productividad y desigualdad salarial.
Los países que intentan escudar a los trabajadores y firmas durante condiciones económicas difíciles deberían experimentar menos desigualdad, tanto en términos de salarios como de productividad de las firmas. Esto es beneficioso para los trabajadores, pues sus trabajos y salarios estarían mejor protegidos. Sin embargo, una menor dispersión en los salarios y la productividad a causa de las regulaciones podría dañar la productividad general del país, al hacer más difícil que los recursos se muevan de las firmas menos productivas a las más productivas.
Lo que es beneficioso en el corto plazo podría ser dañino con el tiempo. Cuando las políticas afectan la reubicación de recursos de las firmas de menor desempeño hacia las más productivas, ello puede resultar en un crecimiento más lento de la productividad. Todo esto puede tener implicaciones adversas para los trabajadores, involuntariamente atrapándolos en firmas que paguen poco, en lugar de darles la oportunidad de ganar mayores salarios en firmas más productivas.
Este es el acertijo que deben resolver los diseñadores de políticas públicas: las brechas en la productividad crean desigualdad. Sin embargo, al tratar de proteger a los trabajadores, las políticas podrían poner en peligro el crecimiento de la productividad, y en consecuencia, los prospectos de los trabajadores.
Giuseppe Berlingieri es profesor asistente de economía en la ESSEC Business School, y economista para el Directorate for Science, Technology and Innovation en la OCDE. Patrick Blanchenay es profesor asistente en el Department of Economics de la University of Toronto. Chiara Criscuolo es economista senior con base en Paris para la OCDE.