El liderazgo consciente es un concepto que puede resultar etéreo. Sin embargo, si se explica en contraste con el estilo de liderazgo de Donald Trump, por medio de una analogía con partes del cuerpo humano, es fácil de entender.
Algunos medios han publicado que la deficiencia de Trump en sus primeros 100 días de gestión ha sido gobernar con criterios de negocios. Si bien un gobierno no puede ser administrado como una empresa, la carencia del presidente es de liderazgo.
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Veámoslo por partes:
Cerebro: Los líderes conscientes tienen pensamiento multidimensional y sistémico. El primero conjuga funciones físicas cerebrales, mentales, emocionales y espirituales en el proceso cognitivo, mientras que el segundo permite comprender cómo interactúan y se afectan las partes.Trump ha demostrado tener un pensamiento simple, esencialmente racional; no analiza integralmente los posibles impactos de sus decisiones, lo que resulta en reacciones volátiles una vez que se dan las consecuencias. Un ejemplo fue su cambio de posición respecto a la intervención de los EE. UU. en el conflicto sirio.
Ojos: Los ojos, espejo del alma, transmiten apertura y confianza. Los líderes que dejan huella sostienen la mirada y tienen visión de largo plazo; toman decisiones visualizando el efecto futuro. Trump tiene una visión cortoplacista y el mejor ejemplo es su posición en materia ambiental.
Muchos analistas del lenguaje corporal coinciden en que la mirada del magnate, ahora presidente, oscila entre desafiante y evasiva.
Oído: Los líderes conscientes desarrollan una escucha activa y generativa que deja de lado el prejuicio y el ego, y va más allá de la empatía. Esa escucha tiene la intención de crear soluciones con los interlocutores.
El gobernante se caracteriza por hacerse de oídos sordos a todo aquello que no esté alineado con su pensamiento o intereses; es intransigente y reactivo cuando se plantean argumentos distintos. Sus exacerbadas reacciones con la prensa y su constante señalamiento de noticias falsas demuestran que su capacidad de escucha se limita a su propia verdad.
Nariz: El olfato se relaciona con la intuición y esta con la adecuada toma de decisiones y capacidad reactiva. La intuición es una condición innata que puede desarrollarse, pero su verdadero valor se produce cuando se asocia con la intención. Los líderes conscientes tienen intención de construir y cultivan su intuición por medio de prácticas para lograr balance, serenidad y desarrollar su espiritualidad, de manera que se alineen sus acciones con sus intenciones. Por ejemplo, por medio del deporte, la lectura, la meditación, la oración y el silencio, entre otros, hábitos ajenos a Trump.
Esos espacios de retiro permiten a los líderes tomar distancia y ampliar perspectivas de manera que se expanda su capacidad intuitiva aún en momentos de gran tensión. El gobernante ha sido reconocido por su intuición para los negocios pero no le es efectiva en la función pública porque su olfato en los negocios se orienta a intereses particulares (mayores ganancias) y, por lo tanto, no sirve para crear valor a la sociedad.
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Boca: Aunque por lo general los líderes son elocuentes (incluido Trump), los conscientes no solo exponen con claridad y firmeza sus puntos de vista, sino que se sirven del habla para pedir opinión a los demás. Son buenos negociadores, se expresan con respeto y prudencia y saben manejar oportunamente el discurso conciliador; su verbo es, sin importar las circunstancias, constructivo e inspirador. Aunque el mandatario expresa sus ideas con claridad, tiende a atacar y criticar en lugar de construir; realiza aseveraciones sin medir el impacto para su gestión, su país y el mundo.
La comunidad internacional le ha cobrado afirmaciones, tales como “la OTAN está obsoleta” o que otros países de Europa deben seguir el ejemplo de Inglaterra.
Brazos: Los brazos son símbolo de fuerza y acogida. Los líderes que trascienden sin duda son fuertes, su entereza y carácter saltan a la vista, pero también abrazan. En primer lugar, abrazan su propia vulnerabilidad y desde ahí son compasivos y abiertos para recibir a los demás, en especial a quienes más necesitan abrigo. Con el abrazo reciben, agrupan, unen. Trump se muestra fuerte, pero con rudeza; ataca, no abraza. Su gobierno ha dado la espalda a sus vecinos (México y Canadá), a los inmigrantes y hasta a sus propios ciudadanos.
Donald Trump casi no abraza ni a sus hijos ni a su esposa.
Manos: Las manos se dan para mostrar apertura y sellar acuerdos. Simbolizan la cortesía y el cierre de negociaciones ganar/ganar. Los líderes conscientes dan la mano con confianza, respeto, cordialidad y franqueza. Las manos de Trump son quizás la mayor evidencia de su estilo. El dedo índice amenazante en sus discursos, los tirones dominantes al dar la mano a los primeros ministros de Canadá y Japón y la negativa de dar la mano a Ángela Merkel hablan de su desinterés por interactuar o negociar.
Amor y espiritualidad
Corazón: Al corazón se le relaciona con la espiritualidad y el amor que se manifiestan en palabras y acciones. Los buenos líderes desarrollan su inteligencia espiritual, su corazón es abierto, son bondadosos, generosos, sensibles, alegres y empáticos; lideran para servir y se preocupan genuinamente por los demás. El mundo percibe a Trump indiferente a la mayoría, egoísta –pues ve por sus propios intereses y los atribuye a su país–, se le califica de xenófobo, públicamente desprecia a las mujeres y en su campaña manejó un discurso basado en el miedo en vez del amor.
Piernas: Las piernas dan estabilidad, agilidad, flexibilidad y capacidad de reacción, características de los grandes líderes. El gobernante, aunque se mueve rápido en algunos temas, tiende a ser inflexible y ha demostrado torpeza en el manejo de asuntos medulares como la política comercial y política exterior.
Pies: Los líderes conscientes si bien son optimistas y bondadosos tienen los pies puestos sobre la tierra, son realistas sobre su contexto, sus limitaciones y su alcance. Donald Trump no es realista, al punto que niega evidencia científica en diferentes temas, principalmente cambio climático. Parece creer que tiene el mundo a sus pies y pretende dirigir el país como lo hacía con sus empresas, siendo un líder autocrático.
En muchos temas niega la realidad tomando decisiones unilaterales y planteando soluciones irreales; por ejemplo, la construcción de un muro fronterizo financiado por México.
El caso de Trump pone en evidencia la importancia el ejercicio del liderazgo consciente en la función pública, como también se requiere en el sector privado y la sociedad civil. De manera colaborativa, los tres sectores deben velar por el bien común y el desarrollo económico y social para todos.