Cada vez que damos una orden necesitamos que la persona a quien nos dirigimos lea nuestra mente. Para que esto sea posible, se requiere un esfuerzo en ambos sentidos. Quien hace la petición, puede facilitar las cosas indicando la intención que hay detrás; quien recibe la indicación, debe imaginar lo que realmente necesita quien la pide, de manera que pueda gestionar con independencia aquellos aspectos que no se explicaron.
Hay siete tipos de información que, según el investigador Gary Klein, pueden ayudar al entendimiento entre ambas partes. No todas deben cumplirse, pero funcionan como un checklist para asegurarse que las personas implicadas en un proyecto tengan el mismo nivel de entendimiento de lo que se busca.
Roy Campos, columnista de EF (EF)
El propósito de la tarea, las metas más elevadas del proyecto.
El objetivo de la tarea, visualizar una imagen del resultado esperado.
La secuencia de los pasos del plan, detenerse en aspectos más operativos.
Explicar por qué algunas decisiones son claves, para actuar con criterio.
Especificar las metas no deseadas, aquellas contingencias que deberían evitarse.
Las restricciones y otra información valiosa que enriquezca la ejecución.
Otro patrón es el propuesto por el investigador Karl Weick, quien describe el modo en que un comandante debe definir sus intenciones.
Esta es la situación que enfrentamos.
Esto es lo que creo que debemos hacer.
Este es el por qué de mis decisiones.
Por tales motivos debemos estar atentos.
Ahora, hábleme.
Leer la mente es una destreza que varía de la organización, el sector y los miembros del equipo. Leer la intención debería ser más ágil cuando se trata de individuos que han trabajado conjuntamente antes, por el nivel de familiaridad que se tienen. Cuando los individuos cuentan con experiencias compartidas y trayectoria profesional común, la comunicación se suele facilitar, porque las partes se hacen predecibles, simulan escenarios probables y la trazabilidad de las acciones es más fácil de prever.
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