Existe una demanda creciente por los productos y servicios que nos ofrecen las empresas, que de verdad impactan de manera positiva, no solo a sus clientes, sino que a todas sus partes involucradas.
Un claro ejemplo de lo que hoy buscan las nuevas generaciones de consumidores lo puede resumir el ejemplo de Chipotle Mexican Grill, la cadena de fast-food estilo mexicano (tacos, burritos, ensaladas de legumbres, etc.) que ha impactado de manera impresionante el mercado de EE. UU., aunque ellos se autodenominan “Slow food, fast”, es decir, de “comida lenta, rápida”, haciendo una clara diferenciación con la comida rápida tradicional, hoy entendida como sinónimo de “dañina”.
La propuesta clara de esta cadena fue “no consumir productos transgénicos producidos industrialmente” y para ello creo una impresionante estructura de procesos y procedimientos para la selección de sus proveedores, que les permite cumplir con su enunciado “encontrar los mejores ingredientes que fueron cosechados con respeto a los animales, el medio ambiente y los granjeros”.
El éxito ha sido total, no solo por sus impactantes anuncios –que los invito a ver en YouTube (Back to the start y The Scarecrow)–, sino porque, a diferencia de muchas otras que declaran su conciencia ambiental o hacia la responsabilidad social, pocas, como ellos, lo hacen con constancia, convicción y liderazgo.
La estrategia y el claro “propósito” que persigue Chipotle, realmente nos invita a reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo de alimentos y nos pone en una clara perspectiva sobre lo que debemos hacer de inmediato para cambiarlos. El comer burritos se convierte en una clara manifestación de cambio, en un movimiento casi político, que terminan transformando incluso a nuestra sociedad.